Bajé otra vez por la escalera hacia el sótano (no creo que se nieguen, un poco de pintura, nomás, un lavadito de cara).
Me dirigí a Gargiullo, que ya había actualizado su coloración hacia un saludable gris sin nada de verde.
Y todos asintieron.
Acápite: Atentado en el corazón del cubículo. Conjeturas y más conjeturas. Nada en concreto.
Bien. Parece que esta nada gloriosa ola de regresos a la redacción ha traído con ella, también, el clásico sentido del humor de los integrantes de MIB. La inclinación natural hacia la broma pesada y hasta dañina. El tristemente célebre humor de cubículo, tan combatido en su momento por el Amado Líder (no por compasión hacia las víctimas, sino por estrictas razones de productividad).
Cuántas veces les habré dicho que NO-SE-ME-TAN-CON-MIS-CAS-COS.
Con lo que cuesta limpiarlos…
Abro la puerta de mi cubículo y salgo al pasillo principal de la redacción. Hacia la izquierda, silencio absoluto, uniforme, sobrecogedor. Hacia la derecha, el rumor de unos pasos que por milésimas de segundo alcanzan a escabullirse de mi campo visual.
Arrojo una mirada sospechosa en todas direcciones. Esa que incluye ojitos entrecerrados, nariz fruncida y dedos tamborileando en el marco de la puerta. Y así me quedo por varios minutos, para asegurarme de que este simpático pintor de feria perciba el sello detectivesco que pienso imprimirle a este incidente.
Luego cierro la puerta, me siento sobre un trapo húmedo que tomé prestado del cubículo vecino y dejo que mi mente sea devorada por un océano de conjeturas.
Esto no puede ser obra del Amado Líder. El hombre será lo que ustedes quieran, pero carece por completo de sentido del humor. Además suele ponerse a gritar como un desaforado desde su oficina cada vez que deja de escuchar el tic-tic de la máquina de escribir (no, no tenemos computadoras, ¿cuántas veces quiere que se lo diga?) en algún cubículo. Contando los instantes de estupor que viví ni bien prendí la luz, ya van más de diez minutos que no escribo una sola letra. Es imposible que semejante atentado contra la productividad de la empresa haya venido desde la dirección.
Descartado el Amado Líder, mi primera opción es el Señor Briks. Pero las pinturas carecen de motivos o alusiones sexuales, así que estoy obligado a descartarlo también.
¿Cómo dice? ¿El Señor Viejex? No, yo también lo pensé, pero no existen rastros de ningún incendio. Descartado también.
Pienso vagamente en el Señor Renegado, pero de inmediato recuerdo que le dan pánico mis cascos. No estoy hablando de un simple miedito. Es un terror malsano. Casi siempre se desmaya. Incluso en las épocas en que el Amado Líder nos dejaba ir a la cafetería llegó a pedirme que no concurriera al mismo tiempo que él, o que en su defecto lo hiciera sin casco.
No, no pudo ser el Señor Mariano. Sin un programa informático de por medio solo es capaz de dibujar algunos palotes. Y enanos. Pero nada más.
Sí, es cierto que el Señor F. tiene –precisamente- ese humor retorcido que hace falta para llevar a cabo un atentado como este, pero no pudo haber sido él. Últimamente no se deja ver por los pasillos de la redacción. Solo circula de noche y por el ducto del aire acondicionado. El Amado Líder opina que el aire acondicionado es un lujo asiático, así que en mi cubículo no tengo.
¿El Señor Pablo? No, no da el perfil. Los filósofos, al igual que el Amado Líder, carecen de sentido del humor. Son indecisos y no demasiado expeditivos. Si hubiera sido él lo habría sorprendido en plena faena, meditando sobre los motivos a estampar en cada casco. O sobre el Ser y el Ente. Pero meditando al fin.
Ustedes podrán acotar, por cierto muy atinadamente, que como consecuencia de estas simpáticas reflexiones nos hemos quedado sin sospechosos.
Y yo les diré que tienen razón. Que nadie les dijo que al final del artículo alguien iba preso. Que esto no es un policial de Agatha Christie, y que al fin y al cabo el que tiene todos los cascos pintados soy yo.
Si a alguien se le ocurre alguna idea, bienvenida sea. Yo estoy en cero, así que escucharé en silencio.
¡¿PERO QUÉ DIABLOS PASA EN EL CUBÍCULO NÚMERO CINCO?! ¡¿QUIÉN ES EL DEL CUBÍC…
¡BIGUUUUUUUUUUUUUUUD! ¡NO OIGO EL TIPEO EN SU OFICINA! ¡¿QUÉ LE PASA BIGUD?! ¡¿QUIERE QUE LE SAQUE EL FRANCO?! ¡PORQUE SE LO SACO EH… YO NO TENGO NINGÚN PROBLEMA!
Lo único que les pido es que no me vengan con que fue el Amado Líder. No me hagan perder el tiempo, que después me quedo sin franco.
Tengan ustedes muy buenas noches.
Heme aquí, lector. Arrastrándome por un ducto de aire acondicionado, agradeciéndole a la Naturaleza por ser tan flaco. Ya sabía que para algo me tenía que servir. El ducto, por suerte, es sorprendentemente ancho para un aire acondicionado argentino. Ya de por sí, es medio raro que un edificio en Buenos Aires tenga aire acondicionado central… por lo general tienen esos aires individuales que afean tanto a las fachadas. Trato de darme cuenta de en donde estoy. (En un ducto, gil) Digo, qué será este edificio. Busco ver a través de las rendijas, pero éstas están tapadas.
Raro. Es como si el que diseñó el edificio no quisiera que se ventile. Voy avanzando como puedo, arrastrándome mientras empujo para adelante las benditas botas (qué peste que tienen! Para mí que Bugman las compró en una casa de rezagos del Ejército Rojo) mientras me adentro en la oscuridad, rogando por que haya una luz al final del túnel, y que Sueiro no la haya apagado.
De repente, en la oscuridad, mis manos golpean algo. Mi primer instinto es, claramente, largar una puteada. Para mi sorpresa, esta sale censurada (la p&%a madre, el maldito alopécico instaló el Buguermatic acá también??). La segunda, es ver qué es. Bueno, lo de ver es figurativo, porque acá no se ve nada. Tenía que pal… digo, toc… digo, an… ESTUDIARLO con el tacto. Y claramente, era una escotilla.
Abro la escotilla, y me sorprendo que, abajo mío, pasa otro túnel, sólo que éste está iluminado. Me asomo un poco más, para ver de donde venía la iluminación… y veo que provenía de unos puntos blancos que hay en el piso. Intrigado, trato de alcanzar uno.. y pierdo el equilibrio, cayendo de cara al piso.
AY.
Pero bueno, aunque sea ahora los tengo a mano. Interesante. Son como esferas blancas luminosas.. pero no son lámparas..
De hecho, parecen comestibles… como si fueran un caramelo gigantesco y luminoso. Y esférico. Parto una para sacarle un pedazo, y al probarlo, me doy cuenta de que sabe a menta..
No pude estar más tiempo rascando las bolas (digo, las esferas), porque de repente, escucho un ruido extraño y agudo a mis espaldas.. me doy vuelta y no puedo creer a mis ojos… un monstruo gigante y celeste se acerca, mirándome con ojos saltones e idos.. ¡¡¡AAAAH!!! ¡Que es esto! ¿Donde estoy? Me largo a correr por el pasillo, y tomo una bifurcación, y luego otra, hasta perder al monstruo. Y me doy cuenta que, lo que a primera impresión parecía un pasillo, es en realidad un laberinto.
Laberinto, bolas comestibles, monstruos... esto me suena demasiado familiar. No puede ser…. No es posible….
Escucho un ruido lejano, constante, acercándose. No es el mismo que el del.. fantasma? Es mas fuerte.. y está por confirmar mis peores sospechas:
wakawakawakaWakaWakaWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKA
estoy en un Pacman!
No es posible! Me largo a correr, escapando de la bola amarilla, antes de que me coma. Porque, por más que no me parezca para nada a un sugus redondo (yo sería mas bien un palito de la selva morocho) dudo que ese coso le haga asco a nada.
WAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKA
Doblo una esquina, rogando por que no me vea. El sonido se vuelve ensordecedor.. hago lo posible por no tocar las pelotitas, pero sospecho que Pacman no solo las ve, sino que las huele (algo difícil de confirmar, ya que no tiene nariz visible). Mientras corría, pensaba en cómo haría pacman para saber dónde estaban las bolitas, o los fantasmas.. como ese rojo que AH LA PUT; UN FANTASMA! AAAAGH!
Qué hago? Trato de tirarle una bota, a ver si con eso se espanta…
La bota lo atraviesa. (Fantasma. Duh. Eso fue tonto hasta para vos, F.) Bueno, plan B. ¡Corramos!!
WAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKA
Me doy vuelta, intentando escapar, corro, con el fantasmita rojo siguiéndome, hasta que me encuentro en un callejón sin salida* Ya veía venir mi muerte inminente, y rogaba tener una vida extra, cuando, de repente, una alarma antibomba comienza a sonar.
(zafé) Giro, y veo que el fantasmita tan temible se había vuelto azul.
Al grito de “Vení y agarrame esta fruta, espectro endemoniado!”, corro hacia el fantasmita, atravesándolo. Sus ojos, aterrorizados, flotan un segundo en el aire, para luego desaparecer rápidamente.
Sé que no tengo mucho tiempo. Tengo que salir de este mundo y volver al ducto.. Tengo que encontrar la salida, pero ¿cómo? El techo no es muy alto, pero está oscuro. Tengo que ir tanteándolo, saltando cada tanto a ver si veo el hueco.
Vuelvo sobre mis pasos, a los saltitos. WAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKA La alarma se detuvo. Menos mal. Por este pasillo ya no hay bolitas, pacman ya debe haber pasado.. está oscuro, carajo.. Comienzo a correr hacia una esquina iluminada..
Me tropecé con algo. Tanteando, me doy cuenta de que es la bota que le tiré al fantasma. Aunque sea, estoy en el buen camino. Me calzo la bota (me cansé de andar con esos cosos en la mano) y sigo caminando hasta llegar a un pasillo con bolitas. De repente, me doy cuenta de que una de las bolitas está partida... debe ser la que agarré yo! Miro para arriba y en efecto, ahí estaba la escotilla. Me aprestaba a saltar, cuando… EFEE!! WAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKAWAKA
Me doy vuelta, y veo a Pacman viniendo hacia mí.
Ahora, Dudo que alguno de ustedes haya visto a un Pacman de frente. Y no sé si son todos iguales, pero este era pelado… y tenía cejas.
Era PAGMAN!
Salto con todas mis fuerzas, alcanzando a agarrarme del borde de la escotilla y a meterme antes de que me alcance el pagman. Me arrastro por el ducto varios metros más, doblando por varios recovecos como puedo, hasta que por fin veo una luz… una rejilla. Con las pocas fuezas que me quedaban, golpeo la rejilla hasta romperla, y caer de cabeza en el piso de una oficina.
Cuando recupero la conciencia, me doy cuenta de que estoy en el piso de la oficina de Bugman… con Bugman parado frente a mí.
Agarrándome de sus rodillas, me arrodillo, y casi llorando le digo
-JEFE! PERDON; LO SIENTO! NO MEREZCO TRABAJAR AQUÍ, PROMETO NO VOLVER A PASAR NINGÚN VIDEO; A ENTREGAR LOS ARTÍCULOS A TIEMPO, A NO QUEJARME MAS, PERO POR FAVOR NO ME COMAAA!
-¡Cálmese, Botarate! ¿Qué, me vio cara de caníbal? Me alegra su compromiso, Efe, de todos modos, y le acepto sus disculpas. Es más. Estoy de tan buen humor hoy, que no voy a hacerle limpiar el enchastre que hizo en la fiesta. Igual, le sugiero que se limite con el alcohol en el futuro.. eso de colgarse del proyector es imperdonable.
-¿Qué pasó con el proyector?
-Básicamente, usted se colgó del cable al grito de “Jeronimooo!”. Obviamente, se cayó, con usted encima. Usted se desmayó, y por eso lo trajimos acá. 2500 pesos, cuesta el arreglo. Claramente, se lo descontaría de su sueldo, si es que tuviera alguno. Ya veré como hacérselo pagar. Por lo pronto, usted se quedó sin café por un mes
(no me quejo para nada), y va a tener que agregarle una sección nueva a sus artículos.
-Bueno, ya veré que hago. No hay problema, jefe. Gracias por entender… Puedo ayudarlo en algo más? (miro de reojo la ventilación. Estaba intacta. Casi como nueva. Miro mis pies, y tengo las zapatillas de siempre. Habrá sido todo un sueño etílico?)
-No, nada más, F. Vuelva a su baño, digo, a la oficina- me dice Bugman, mientras saca de su bolsillo un paquetito de Mentitas Ambrosoli…..
*Usted me dirá que en el Pacman no había callejones sin salida, pero en este sí.
Saludos!
Me cuesta despertarme. Miro alrededor, intentando reconocer el lugar pero no hay caso, no reconozco nada. No se que hago acá ni como llegué. Recuerdo vagamente una salida con los muchachos. Una fiesta o algo así, pero no estoy muy seguro.
(Si le interesa saber como fue que terminé así, haga click aquí. Si no, sepa que es Ud. un desalmado).
Mientras intento enfocar la vista que aún tengo algo nublada, de repente, medio de reojo, noto que mi cuerpo está completamente teñido de rojo.
-¡¡Sangre!!- grito -¡¡Estoy bañado en sangre!!.
Y ahí me desmayé. No porque sea un pusilánime que se desmaya cuando ve sangre, sino porque, bueno, capaz que porque estaba todavía medio débil por lo que sea que me hayan dado para narcotizarme. O quizás por el hambre. No se.
Recupero la conciencia como a los veinte minutos.
Me incorporo lentamente. Sacudo un par de veces la cabeza. Otra vez estoy algo mareado.
Miro alrededor. Miro mi cuerpo. Lo veo completamente rojo.
-¡¡Oh por Dios, sangre!! ¡¡Estoy bañado en sangre!!- grito. Y me desmayo otra vez.
Despierto como a la media hora. Me siento algo sofocado. Tengo mucho calor.
Me levanto como puedo, apoyándome en un árbol.
Me refriego los ojos. Miro mi cuerpo. Veo que está completamente rojo.
-¡¡Sang….- Ya me estaba sintiendo mareado de nuevo cuando reparo en algo.
Estoy todo rojo menos en la parte del estómago, donde tengo como un cuadrado gris. Me miro con mas detenimiento y ahí me doy cuenta de algo importante: todavía llevo puesto este ridículo traje de Teletubbie.
Flashes de imágenes se disparan instantáneamente en mi cabeza. La fiesta. La música. Las bebidas. El calor. Y tengo como una borrosa imagen de un enorme bulto amarillo, monstruoso, que por alguna razón hace que se me erice la piel, pero no se exactamente por qué.
Aún no alcanzo a distinguir qué fue real de todo lo que recuerdo, y que no.
Algo es seguro, sin embargo.
Una vez mas yo terminé vistiendo un traje de lo mas absurdo. Evidentemente tengo que empezar a ponerme límites de una buena vez.
Me quito este traje de porquería.
Afortunadamente y después de lo que me pasó la última vez con el disfraz de Barney, esta vez llevo ropa debajo (una camiseta musculosa y unas elegantísimas bermudas rojas con corazoncitos blancos).
Ya mas cómodo, fresco y despierto, comienzo a planear la manera de salir de este infierno verde, aromático y silvestre. La verdad que no sé por que, porque esto no está nada mal, pero en las películas cuando uno está perdido siempre trata de volver a la civilización, así que supongo que yo debo hacer lo mismo.
Si sale en las películas por algo debe ser.
Lo primero que hago es un reconocimiento visual del lugar.
Miro todo con detenimiento y llego a la conclusión de que, efectivamente, estoy en el medio de lo que parece ser un ambiente de vegetación abundante, casi selvática y también, además, confirmo que estoy perdidísimo.
Sigo mirando (así con los ojos entrecerrados y expresión muy concentrada).
En eso, reparo en un bulto de color rojo que asoma detrás de una mata de hierbas.
Me dirijo hacia él, lentamente. No alcanzo a distinguir lo que es, pero su color hace que resalte contra el verde circundante.
Por las dudas agarro un palo y cuando estoy cerca le pego tres o cuatro golpes (No es que sea cobarde. Para nada. Simplemente soy muy precavido).
Luego lo toco, con el mismo palo, a ver si se mueve o algo. No pasa nada.
Me acerco despacio y lo levanto (con el palo, claro). Es una cabeza. Mas precisamente la cabeza del disfraz de Teletubbie rojo.
Por un lado me tranquilizo, pero por el otro siento un poco de vergüenza de solo pensar que yo tenía eso puesto.
Estoy a punto de alejarme del lugar, cuando me doy cuenta de que la cabeza estaba cubriendo una pequeña caja.
-¡Una bomba!- murmuré mientras daba un felino salto hacia atrás y rodaba hasta la seguridad de una hondonada (debo reconocer que a veces soy medio dramático).
Estuve ahí acurrucado como veinte minutos hasta que me atreví a volver al lugar.
Lentamente y siempre usando el palo, empecé a empujar la caja hasta tumbarla para ver que contenía.
Al final no era una bomba.
Contenía una lata de atún, un rollo de papel higiénico empezado y una nota.
No tengo como abrir la lata, y ganas de hacer lo segundo no tengo, así que tomo la nota que, aparentemente, es lo único útil que puedo conseguir.
La misma decía “Si quiere saber de que se trata esto, busque una caja igual a la que acaba de encontrar. Allí hallará las respuestas. No pierda tiempo intentando descifrar quien soy. Jamás lo sabrá. Mi identidad le será revelada en su debido momento. Busque la caja. Ahora. Firmado: Bugman”.
-¿Y como cuernos sé para donde ir? Este bosque parece inmenso. La caja puede estar en cualquier lado- digo hablando en voz alta porque total estoy solo.
Doy vuelta el papel, y allí en el reverso decía “La caja está veinte pasos en dirección norte, escondida dentro del tronco hueco de un árbol. Firmado: El calvo anónimo también conocido como Bugman”.
-Bugman- digo entrecerrando los ojos y apretando los dientes.
Un nuevo flash mental me lleva al recuerdo de esa noche de fiesta. Recuerdo el whisky. Y la ceja levantada del Amado Líder mientras uno a uno íbamos cayendo como moscas.
-¿Qué estará tramando ese calvo maléfico?- me pregunto.
Miro de nuevo el papel y en un rinconcito decía “Ya lo sabrá. Firmado: El misterioso (Bugman)”.
Todo esto empieza a perturbarme un poco. Acá pasa algo raro.
Igual desisto de continuar perdiendo el tiempo pensando y comienzo a caminar los veinte pasos hasta el árbol.
Cuando llego al lugar, efectivamente hay un árbol y tiene un hueco. Un hueco oscuro.
Y allí es donde, supuestamente, hallaré la otra caja.
Debería ir por ella pero, repito, es un hueco, en un árbol. O sea, es un lugar mas que propicio para que haya algún tipo de alimaña. Mas precisamente una alimaña que se arrastra, es fría y saca una lengua bífida.
No es que tenga miedo de meter la mano porque puede haber víboras. Nada que ver. Yo no les tengo miedo a las víboras. Les tengo respeto, nada más. Y si lloro, salto y pataleo cuando se me cruza una es solamente por el respeto que les tengo.
De todas formas, sabiendo que en ese lúgubre orificio podría hallarse la clave para mi supervivencia y que, por el momento, no tengo mejores opciones, cierro los ojos, respiro hondo y meto la mano.
En efecto, allí había una caja. La tomo y con sumo cuidado la deposito en el suelo para ver que contiene.
Para mi sorpresa, contenía un pequeño reproductor de cassettes y un papel que decía “Poné play”.
Pongo play.
-Buenas tardes Sr. Renegado- me dice una inconfundible voz.
Me quedo mirando al aparato, esperando el resto del mensaje.
-Dije buenas tardes ¿No le enseñaron a saludar en su casa?- me dice la voz.
-Eeehhhm si, si, perdón. Buenas tardes. ¿Cómo sabia que yo no iba a….
-Eso es irrelevante- responde la voz -Escúcheme bien. Esta es su situación: Ud., estimado gandul, está en un sitio secreto que no le será aún revelado.
-¿Y entonces para que cuernos me hizo meter la mano en ese agujero para buscar esta caja de porquería si no me iba a decir nada?- digo algo molesto.
-No me interrumpa. Todavía no terminé. Si me va a interrumpir a cada rato esto va a tardar mucho. ¿Puedo seguir?- dice la voz con un cierto tono de fastidio.
-Si, perdón. Continúe, continúe…- respondo mirando de reojo para todos lados, buscando una cámara oculta o algo.
-Bien, gracias. Decía que la naturaleza de este sitio no puede revelársele, pero eso no tiene ninguna importancia para Ud. ahora. Lo que a Ud. debe interesarle es que este lugar lo pondrá a prueba y que su único objetivo en este lugar, Sr. Renegado, será intentar … sobrevivir.
-¿Sobrevivir? ¿Eso es todo?- digo mientras tomo aire preparándome para largar mi risa maléfica. Llevo los brazos a la cintura, inclino la cabeza y el torso ligeramente hacia atrás y río: JURUJUJAJA JURUJUJAJA (tengo que trabajar un poco esto de la risa maléfica. Creo que no me sale muy creíble).
-Ay Bugman, Bugman- digo meneando la cabeza -Inocente calvo. Si se hubiera tomado el trabajo de conocerme un poco sabría que este ambiente para mi no representa ningún desafío. Si quería plantearme un verdadero desafío me hubiera abandonado en el microcentro y sin plata para el taxi, pero aquí, en la naturaleza, estoy en mi mundo. Este es mi hogar. Esto será para mi como vivir unas plácidas vacaciones.
Vuelvo a tomar aire, adopto nuevamente mi posición de risa maléfica y río otra vez: JUI JUI JUI JUI JUIIIIIIIIII (No, no hay caso. No me sale, será de Dios)
-¿Terminó?- dice la voz de la grabadora.
-Eehhmmm si, si …- le respondo.
-Ah bueno, porque yo no había terminado. Le iba a dar mas información pero ya que es tan canchero, sospecho que no le hace falta. Era algo de vital importancia, algo sobre las elecciones que debe hacer, pero bueno, no digo nada. Total…- me dice la voz haciéndose la interesante.
-Bueno, pero si quiere digamelo. Si es algo tan importante …
-No. Ahora no quiero. Arrégleselas. Esta grabación se autodestruirá en cinco segundos- dice la voz.
Cinco segundos después el aparatito comienza a echar humo y explota haciendo apenas un ruidito.
Mentiría si dijera que no me quedé algo intrigado, pero bueno, no tengo tiempo de ponerme a pensar en lo último que dijo Bugman en la grabación.
Ahora debo comenzar a buscar la manera de salir de este lugar haciendo uso de todos mis conocimientos de supervivencia y mis años de experiencia en ambientes silvestres.
Tomo la dirección del viento, observo el comportamiento de las aves, determino la orientación en la que crece el musgo, y percibo el sutil lenguaje de la vida salvaje que me rodea hasta volverme uno con la naturaleza.
Finalmente, fijo un rumbo y comienzo mi viaje.
Doy dos pasos, me tropiezo y me caigo a un pozo. Me di un golpe bárbaro. Casi me mato.
Me levanto medio maltrecho, me sacudo un poco y amago a seguir caminando, medio tambaleante, pero con tan mala suerte de piso mal en un borde y me voy al diablo.
Caigo rodando por una ladera. Habrán sido como veinte metros.
Llego al fondo, completamente cubierto de tierra, pasto, abrojos y ramitas. Trato de incorporarme con cierta dificultad.
En ese momento un zumbido ensordecedor comienza a llenar todo el ambiente al mismo tiempo que el cielo y todo lo que me rodea se ve inundado por una intensa y cegadora luz blanca.
Segundos después, así como aparecieron, tanto la luz como el zumbido desaparecen.
Miro a mi alrededor.
La selva ha desaparecido. Estoy en un patio. Un patio grande de un edificio que me resulta familiar. Y todo me resulta como mas grande.
Me miro y ya no visto las ropas que tenía. Ahora tengo un guardapolvo blanco.
Se escucha un timbre, y en segundos el patio se ve colmado de niños también de guardapolvo.
Se me congela la sangre. Me invade la desesperación. ¡No puede ser! ¡Es imposible!
¡Soy un niño otra vez y estoy en la escuela primaria!
¡¡Esto es horrible!! ¡¡Es una de mis peores pesadillas!! ¿Qué pasó? ¿Cómo llegue hasta este lugar? Esto tiene que ser un sueño. No puede estar pasando.
-¿No? A mi me parece que si- escucho decir a una vocecita algo aflautada detrás de mí.
Me doy vuelta. Allí, de pie contra una columna, un niño me mira con una socarrona sonrisa en el rostro.
-¿Y vos quien sos?- le pregunto -No sos ninguno de los compañeros que recuerdo haber tenido en la primaria.
-Claro que no lo soy señor Renegado- me responde el niñito levantando su ceja izquierda.
-¡¡No puedo creerlo!! ¡¡¡Bugman!!!- exclamo casi sin aliento.
-Si, soy yo- dice el niño -Vine a explicarle sus alternativas: Uno, acepta volver a la redacción de MIB, prometiendo que de ahora en mas no se va a quejar tanto, ni va a reclamar cosas, ni va a pretender que se le pague por su tiempo, ni que se le dé de comer, ni nada de eso.
-¿Y la otra opción?- pregunto.
-La otra opción es quedarse en este lugar, en este cuerpo y en está época, para hacer nuevamente toda la primaria en un ciclo infinito.
Me quedo mudo.
El solo pensar en volver a hacer toda la primaria de nuevo una vez es algo que me aterroriza hasta los huesos. Tener que repetirla una y otra vez para siempre, directamente me hace pensar que sería preferible suicidarme hasta morir aquí mismo.
-Es tiempo de tomar una decisión Sr. Renegado- me dice el diabólico niño.
Intento pensar lógicamente. Esto no puede ser real. No es posible. Tiene que ser una trampa, una artimaña, uno de los típicos juegos mentales del Amado Líder para tenernos a su merced.
Decido correr el riesgo.
-Bueno, me quedo acá- le digo cruzándome de brazos.
El rostro del niño se transforma con una mueca de profundo disgusto.
-Ahora vas a ver- dice y, acto seguido, sale corriendo al grito de -¡¡Señorita, señorita, este alumno está diciendo palabrotas!!- mientras me señala.
De inmediato, una señora vieja y pequeña pero de gesto severo viene hacia mi. La reconozco enseguida. Es mi maestra de primer grado, la señorita Lía.
-¿Así que tenemos un sapo por acá?- dice con su voz chillona (Les decía “sapo” a aquellos que supuestamente eran malhablados).
-¡No! ¡No! Yo no dije nada. Es mentira. Yo no dije nada- me defiendo al borde del llanto como solía hacerlo cada vez que esta maldita vieja me acusaba injustamente.
-¡¡Cállese la boca!! Vamos a la dirección- me dice agarrándome de un brazo y arrastrándome por el patio.
Miro al alcahuete de Bugmancito, que me mira con una amplia sonrisa de satisfacción.
-¡No me importa!- le grito -Yo voy a la dirección pero vos no te saliste con la tuya. Igual vos perdés- tomo aire y lanzo mi risa maléfica: Ji ji ji ji jiiiii (bueno, esta vez tenía la excusa de que era un niño).
Al pequeño futuro calvo se le borra la sonrisa instantáneamente y me señala como diciendo “Vamos a ver”.
En ese momento suena el timbre. Es el fin del recreo. Pero el sonido del timbre comienza a transformarse en un zumbido. El mismo zumbido de antes seguido por la misma luz cegadora que todo lo invade.
Cuando la luz y el zumbido se desvanecen, todo ha cambiado otra vez.
Me miro. Visto jeans rotos en las rodillas, zapatillas, una remera de Harley Davidson y una campera también de jean algo descolorida. Observo mi reflejo en un vidrio. Tengo el pelo largo hasta la mitad de la espalda.
Me invade la felicidad. ¡Tendré unos 18 o 20 años! ¡Estoy en mi mejor época!
-¡Te salió el tiro por la culata Bugman!- grito elevando mi puño al cielo JUEE JUEE JUEEE JUEEE (se ve que lo de la risa maléfica nunca me salió).
-¿De que se ríe caballero?- escucho decir a una voz a mis espaldas.
Me doy vuelta. Un hombre vestido de militar me mira con cara de pocos amigos.
En ese momento miro alrededor y se me atraganta la risa.
¡Estoy en el cuartel donde tuve que ir a hacer firmar el documento cuando me salvé de la colimba!
¡No puede ser! ¿Cómo llegué a este lugar? ¿Por qué tengo que pasar por esto de nuevo?
Ya estaba por empezar a hacer pucheros cuando me percaté de algo (fundamentalmente porque lo acababa de decir): yo del servicio militar me salvé. O sea ¿De que me preocupo? Ya sé lo que va a pasar ¡¡Se equivocó!! ¡¡Bugman se equivocó!!
El militar seguía mirándome fijo como no entendiendo por que estaba yo hablando solo cosas sin sentido.
-Vengo a que me firmen el documento- le digo sacando pecho con absoluta confianza una vez que terminé de monologar.
-¿Número de orden?- pregunta el tipo secamente.
-388- le respondo con una amplia sonrisa.
-¿388? … Allá, a reclutamiento- me dice el soldado señalándome una fila de muchachos que ingresaba en una oficina.
-¿¡Cómo reclutamiento!?- digo medio tartamudeando.
-Si, reclutamiento. Allá en aquella oficina le van a decir donde se tiene que hacer la revisación médica y si es apto, el destino que le toca. Ah y por supuesto, le vamos a cortar ese pelito- me responde con sorna.
-¡No! ¡No fue así! ¡Yo me salvé! ¿Cómo puede estar pasando esto?- le digo medio sacado.
El milico me mira desconcertado, se encoje de hombros y me señala la fila otra vez.
Me pongo en la fila.
Pienso que esto al igual que lo del colegio no puede ser cierto. Intento tranquilizarme, pero no puedo. Todo se siente demasiado real.
Llega mi turno. El oficial detrás del escritorio me pregunta el número de documento y el número de orden sin siquiera mirarme.
Le respondo con un hilo de voz.
Recién en ese momento lentamente levanta la cabeza y me mira a los ojos.
Yo no puedo creer lo que estoy viendo.
-Nos volvemos a ver Sr. Renegado- me dice el oficial Bugman.
-No puede ser- digo, sintiendo como la desesperanza se apodera de mi persona.
-Si, es- me responde levantando la ceja -Ahora bien, esta es su última oportunidad: o vuelve a la redacción en mis términos o lo mando a revisación y termina en Ushuaia. Es su elección.
Esta vez no necesito pensarlo demasiado. El pelado maléfico jugó bien sus cartas.
No se como pudo cambiar la historia, o que tanto mas es capaz de cambiarla.
No puedo arriesgarme.
No soportaría tener que hacer la colimba. No soy bueno recibiendo órdenes y, probablemente, me pasaría años pelando papas en un calabozo por desobediente, como mínimo.
Creo que no tengo opción.
-Está bien- le digo entredientes y dejando escapar un ahogado suspiro -Vuelvo a la redacción.
-¡Aahhhh! ¡Estupendo!- me dice con una gran sonrisa, mientras me sella el documento dando un fuerte golpe.
El sonido del golpe me despierta.
Estoy en el suelo de la redacción, acurrucado en posición fetal.
Me incorporo lentamente. Me siento raro. Desorientado. Y un poco acalambrado.
-Buenas tardes Sr. Renegado ¿Durmió bien?- escucho decir a la inconfundible voz del Amado Líder.
-¿Dormir? ¿Estuve dormido?- pregunto todavía medio confundido.
-Efectivamente. Se ve que estaba algo agotado por el exceso de trabajo. No me imaginaba que era tan flojito pero bueno, no importa. Lo importante es que ya se encuentra recuperado y con ganas de trabajar ¿No es así?
-¿O sea que todo fue un sueño?
-No se a que se refiere pero si ya está bien creo que es tiempo de que retome sus actividades. Las vacaciones terminaron.
Me dirijo lentamente a mi cubículo y me siento en mi trapito, sin dejar de pensar en todo lo que viví.
Encuentro algo sobre el teclado. Algo que reconozco de inmediato. Es mi viejo y maltrecho documento de identidad.
Empiezo a temblar sospechando lo que significaría.
Lo abro en la parte donde dice “Para ser utilizado exclusivamente por autoridad militar”.
Está sellado. Dice “Exento” en grandes letras rojas tal y como lo recordaba pero, además, mas abajo y escrito a mano con impecable caligrafía decía “Por ahora”.
Me corre un frío por la espalda.
Pongo el documento a un costado y, temblando, me pongo a escribir.