Wolfgang Amadeo Quiñones



Acápite: Wolfgang Amadeo Quiñones. Naturaleza del miserable. Teoría. Refutaciones. Triste final.



Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad se han llevado a cabo innumerables estudios sobre la naturaleza del individuo miserable. Prestigiosos científicos de todo el mundo han llenado bibliotecas con gruesos tratados destinados a la descripción pormenorizada de esa noble condición del espíritu humano, produciendo en el camino significativos avances y no pocas controversias.

Sin embargo nadie ahondó tanto en la materia como el célebre profesor Wolfgang Amadeo Quiñones, en cuyo brillante trabajo se centrará la presente crónica orientada a destacar sus enormes méritos y, por qué no, repasar sus numerosísimas refutaciones.

Ahora a lo nuestro sin más, que una vida consagrada a la ciencia no se cuenta en tres renglones.

Wolfgang Amadeo Quiñones nació en Salzburgo, Austria, el 29 de agosto de 1887. De madre austríaca y padre nicaragüense que se abandonaron mutuamente y luego a él, Wolfgang pasó los primeros años de su vida en su ciudad natal, al cuidado de una tía segunda que fue forzada a hacerse cargo tras perder una extensa batalla judicial con el Estado.

Desde muy pequeño se reveló como un destacado estudiante, aplicado y entusiasta en similares proporciones. Gracias a su brillantez y tenacidad logró mantenerse en el hogar bloqueando en la justicia las sucesivas apelaciones de su tía, y aun debiendo soportar esas desagradables distracciones completó sus estudios secundarios en tiempo récord.

Emigró a los Estados Unidos el mismo día en que alcanzó la mayoría de edad, un poco por decisión propia y otro poco porque, extinguido el interés del Estado, su tía Helga cambió la cerradura y mudó sus pertenencias a la casa de un vecino que a la postre no resultó menos hostil.

Diez años más tarde, ya egresado de Harvard como genetista, psiquiatra y convertido en un apasionado investigador de la conducta humana, publica su primer trabajo, ‘Miserable… ¿se nace o se hace?’, que le vale el reconocimiento de sus pares y a su vez atrae un buen número de inversores privados dispuestos a financiar sus futuras investigaciones.

En dicho trabajo, que no pocos atribuyen al profundo resentimiento que albergaba hacia su familia, amigos, conocidos y la humanidad en general, el profesor Quiñones se plantea cuánto de genética y cuánto de absorción hay en la condición de miserable de un individuo. Pero no arriba a ninguna conclusión indubitable. Sin embargo el planteo mismo del tema sirve de inspiración a muchos de sus pares que a partir de ese momento deciden abordar el estudio con pasión y rigor.

Cinco años después, tal vez conmovido por los horrores de la primera guerra mundial y en el marco de un congreso sobre los vicios de la conducta humana en la ciudad de Chicago, brinda un memorable discurso en el que expone por primera vez la semilla de una teoría que defenderá hasta el día de su muerte, y que lo convertirá en un personaje controversial entre sus pares, amigos, conocidos y la humanidad en general.

A su turno el profesor sostiene, dedo en alto y a viva voz, que el individuo miserable se forma en el vientre materno y florece más allá del medio en que le toque crecer. Se centra en los infantes que muerden y golpean a sus compañeros de escuela sin exhibir remordimientos, pero fracasa al intentar probar la motivación genética, ganándose el repudio unánime de la concurrencia.

Luego del incidente cae en una profunda depresión que le cuesta su matrimonio y lo aleja de la actividad por más de dos años.

En 1923 conoce a Stanley Rodríguez, un neonatólogo guatemalteco con ideas revolucionarias que desde el comienzo revelan un estrecho vínculo con su malograda investigación. De inmediato establecen una sólida amistad y colaboran activamente en la reformulación de la teoría de Quiñones. En 1926 publican un estudio titulado ‘Pezones sangrantes’, que provoca una severa conmoción entre sus pares y los sumerge en el más absoluto aislamiento científico.

‘Pezones sangrantes’ retoma la vieja idea de que el miserable de ley se forma en el vientre materno, y postula que su primera pulsión consiste, precisamente, en atacar el pezón que lo alimenta. ‘El miserable —dicen Quiñones y Rodríguez— no succiona delicadamente como cualquier lactante bien nacido, sino que muerde, roe y tironea con manifiesta intención de dañar. Expresa su naturaleza sin filtros o inhibiciones.’

La parte endeble, una vez más, aparece en el ámbito probatorio, que se nutre principalmente de apreciaciones subjetivas y sentencias arbitrarias de los autores. La comunidad científica rechaza la teoría en forma enfática, y la Iglesia Católica presenta una queja formal por el empleo de la palabra pezón.

Sin embargo Quiñones no se desanima, y a pesar de que en julio de 1929 un accidente doméstico se cobra la vida de Rodríguez, continúa investigando para probar la conexión entre la voracidad del lactante miserable y su intención de provocar un daño.

En 1933 interrumpe sus estudios para formar una nueva familia con la mujer con lo acompañará hasta el final de sus días. Dos años más tarde, con el nacimiento de su hijo, tiene una epifanía que lo devuelve al ruedo. El profesor observa en el niño claros indicios del comportamiento miserable descrito en los estudios con su fallecido socio, y nota al mismo tiempo una dentición temprana. Desalentada por su mujer la intención de sacrificarlo o darlo en adopción comienza a escribir ‘Diente de lobo’, que a la postre será el último intento serio de instalar su teoría y recobrar el prestigio perdido.

En ‘Diente de lobo’ (1938) el profesor ratifica todo lo expuesto en ‘Pezones sangrantes’, pero agrega que los dientes del miserable de ley comienzan a aparecer a los tres meses del nacimiento o incluso antes. No a los cinco ni a los seis. Ello para maximizar el daño o evitar el destete antes de que el mismo (el daño) se produzca. La naturaleza sabe que debe apresurar la dentición, y el miserable sabe cómo utilizar la herramienta; todo forma parte de un plan divino —propone con desmesurada audacia— destinado a cumplirse desde su etapa más temprana.

Muy pronto le llueven las críticas, las denuncias en el fuero penal y se lo deja de invitar a los congresos. Sin embargo, antes de que el asunto se salga por completo de control estalla la segunda guerra y la atención del mundo se dispersa un poco.

Wolfgang Amadeo Quiñones se alista en el ejército de uno de los dos bandos (no está claro cuál) y su rastro desaparece hasta finales del año 1948, cuando la revista ‘Miserias’ publica un pequeño ensayo de su autoría en el que hace referencia —entre otras cosas— a los maltrechos pezones de la madre de Adolfo Hitler.

En un mundo nuevo y distinto, gobernado por otros hombres y otras ideas, su ensayo pasa sin pena ni gloria y lo convence de abandonar, si no la teoría entera, al menos la voluntad de propagarla entre sus pares.

En 1955 decide retirarse de la vida pública, retorna a su patria y se recluye en la mansión heredada de su tía Helga (luego de que ella perdiera una extensa batalla judicial para desheredarlo), donde desarrolla una curiosa afición por la confección de avioncitos de papel.

El 7 de octubre de 1967, a los 80 años, harto del ostracismo, la indiferencia y de tanto avioncito, decide retirarse también de la vida privada, o de la vida en general, y se pega un tiro en la sien.

Deja una única carta para su hijo: ‘Hijo mío, perdón. Me jugué todo el dinero de la tía Helga en el pase inglés (a los dados, bruto), hecho claramente atribuible a una temprana dentición.’

Hoy en día, a más de cuarenta años de su muerte, sus teorías continúan siendo olímpicamente ignoradas por sus pares, amigos, conocidos y la humanidad en general.


Tengan ustedes muy buenas noches.

10 comentarios:

Dany dijo...

Es un acto de piedad traer a nuestro conocimiento el esfuerzo denodado de algunos científicos para divulgar sus investigaciones. Un tipo que seguramente debe haber escuchado más de una vez : "Las pruebas, Quiñones, traeme las pruebas y sale con fritas".

La pregunta es ¿que relación lo une a Ud. con el personaje?

Mecha dijo...

Wolfang Amadeo fue un grande en su época... el problema es que nadie sabe exactamente cuándo fue eso.

Todavía recuerdo en la biblioteca de mi padre la existencia de una de las ediciones de sus libros, escondida al fondo, rodeada de varias cadenas y con un cuchillo clavado en la tapa. Creo que mi padre nunca fue un seguidor de sus teorías... creo!

Viejex dijo...

Un gran artículo, Bigud. Porque las novelas de miserables las conoce cualquier mequetrefe. Pero adentrarse en los tratados científicos, los sesudos estudios de las pulsiones del miserable, eso no es para cualquiera. Pero si todo esto no es más que una burda maniobra para confesarnos después que le gusta alguna culona sin dientes, bueno, tampoco estaría mal.
Saludos.

Nefertiti dijo...

claramente un pariente de Johann Sebastian Mastropiero, si me permite el atrevimiento

Etienne dijo...

Las teorías más arriesgadas son aquellas en las que se cree con las tripas pero no hay nada con qué comprobarlas; te jugás entero, hasta el respeto y el honor, ni hablar de la plata.
Era un adelantado sin dudas. Hoy en día esa teoría prendería como pradera seca...

Recomenzar dijo...

HOLa

Recomenzar dijo...

Con tu texto lograste una buena union de tus letras

Pablo dijo...

Entiendo que por historias como la del Dr. Quiñones es que usted desconfía de la ciencia.

O porque tiene dientes desde el vientre materno, vaya uno a saber.

Renegado dijo...

Creo que la obra de Quiñones da como para hacer una película.

Zeithgeist dijo...

Jodido estudio el de los miserables... Yo creo como wolfgang (orgia de lobos, que apellido sugerente) que el miserable nace. Fijese sino en los purretes de prejardin lamiendo la factura en pos de no convidarle a nadie, o esas epicas batallas q desatan por un milimetro de mas de coca en un vaso ajeno...