La llorona


Escribe Oscar Ángel "Marciano" Lunaretti
Investigador Pro fe sio nal de Fenómenos Paranormales.




Miércoles 05 de Agosto de 2009 – 10:20 A.M.

Me encontraba en mi “base de operaciones” (así llamo a mi habitación) ensimismado en mis pensamientos y ordenando un poco mis archivos (medio sin mirar mucho porque algunos tienen unas fotos que mama mía) cuando, así de repente, comienzo a escuchar una especie de música; algo así como un “Chuuiiinnn chuiiinn chuiiiiin”, como el la de la película “Psicosis”.
Luchando contra una feroz sensación como de debilitamiento que se apoderó de mis piernas logré llegar, casi arrastrándome y con la respiración entrecortada, hasta la ventana, en un intento desesperado por salvar mi vida (porque todo el mundo sabe que cuando suena esa música es porque algo malo va a pasar) y ya estaba a punto de arrojarme al vacío (al vacío del jardín porque mi pieza está en la planta baja) cuando, por suerte, me acordé de que ese sonido era el ringtone que le había puesto a mi celular, y que en la vida real no hay música de fondo.
Ya más tranquilo me reí de mi mismo y de la situación. Ja ja. Así me reí. Porque sé que a veces esto de vivir pendiente de lo oculto y lo misterioso hace que tu cabeza te juegue malas pasadas y, bueno, estas cosas pasan.
En fin, la cuestión es que el llamado era de uno de los tantos “informantes” (yo les llamo así aunque la mayoría, por no decir que todos, son familiares) que tengo diseminados por ahí para mantenerme actualizado acerca de sucesos o incidentes que pudieran ser de mi interés.
En este caso era mi prima Berta, para decirme que había escuchado algo que le parecía que podría ser un caso perfecto para mi.
Resulta que una de sus compañeras de facultad, que es oriunda de una localidad del interior de la provincia de Buenos Aires, le comentó que en su pueblo, últimamente habían estado surgiendo reportes acerca de extrañas apariciones de una misteriosa mujer vestida de blanco que, a eso de la medianoche, suele vagar por las cercanías del cementerio llorando desconsoladamente.
Ya de imaginármelo se me puso la piel de gallina, me corrió como un frío por la espalda y me tuve que sentar un ratito porque como que se me bajó un poco la presión.
De todas formas, de inmediato (bueno, muy de inmediato no porque primero me hice un tecito de tilo para calmarme) me aboqué a revisar mis expedientes para ver si existían casos similares (o “perfiles” como le decimos nosotros los investigadores) que coincidieran con la descripción de este hecho, y resulta que si.
Cuando mas o menos recuperé la conciencia (porque con el entusiasmo abrí la carpeta de golpe y justo había una foto media espantosa y bueno … me desmayé), me puse a estudiar a fondo el asunto.
Me llevó un buen rato porque cada dos por tres cerraba los ojos, pegaba un grito y tiraba todo cuando leía algo así demasiado espeluznante, pero finalmente conseguí la información que necesitaba.
Aparentemente, la aparición de aquella localidad coincide con el “perfil” de la leyenda popular sudamericana de “La llorona”.
Si bien esta historia tiene distintos orígenes y ligeras variaciones regionales, son dos las versiones mas reconocidas: una habla del alma en pena de una mujer que hace muchos años le agarró como una ataque de locura y mató a sus hijos para después suicidarse, por lo que, desde entonces, su espíritu no puede descansar en paz y está condenada a vagar por toda la eternidad llorando y gimiendo mientras repite una y otra vez la frase “¿Dónde estarán mis hijos?”. (Ay mamita querida …Que horrible).
La otra dice que es una muchacha que, al ser abandonada en el altar por su novio de toda la vida, se volvió loca y se mató, y ahora su alma deambula llorando sin consuelo, todavía vestida de novia, esperando que algún hombre se acerque a consolarla, y cuando eso pasa lo agarra y se lo lleva con ella al mas allá (Uy por Dios … Yo me muero).
Estoy seguro de que existen muchos mas datos acerca de esta leyenda, pero la verdad es que no pude seguir investigando porque, solamente con leer eso, me empezó a faltar el aire y me dio taquicardia.

Igual, no necesitaba más.

Ya tenía toda la información que me podría hacer falta.

Ahora solamente debía dedicarme a diseñar un buen “plan de acción” para llevar a cabo mi misión que, por supuesto, como investigador profesional que soy, es la de descubrir la verdad de este caso.

Por eso, tenía que ir hasta el lugar y fotografiar a “la llorona” para dar pruebas de su existencia o, en su defecto, desenmans … desemnsac … desemnam … bueno, quitarle la máscara a quien quiera que fuera que estaba aterrorizando a la pobre gente de ese pueblo.


Continuará...

La llegada


Por Gustav Grundjohnsen Swahili para el Mermeladeburryngtonshire Times


Revisionismo de lo publicado: Michael London, editor en jefe del Mermeladeburryngtonshire Times, encargó unas crónicas sobre los argentinos a su periodista estrella. Lamentablemente, él no pudo hacerse cargo, así que la cosa quedó en manos de Gustav Grundjohnsen Swahili, periodista sueco-hindú. A continuación, su crónica del día 1 de esta travesía.


Llegué al aeropuerto internacional de Ezeiza en una fría y brumosa mañana. Aquél telón de fondo de color gris me hizo sentir como en casa. Al poco andar, un hombre desaliñado, de camisa abierta hasta el cuarto botón y sorprendentemente despeinado para el poco pelo que le quedaba, dijo las solemnes palabras que dieron apertura a esta fascinante aventura: "¿Taxi, jefe?"

La proactividad de la oferta me obligó a repasar mentalmente mi itinerario. Mientras el señor Elvio (tal era su nombre) empujaba cruelmente mi valija contra elementos de cotillón que inexplicablemente tenía en el baúl de su Peugeot 404 (poner autos de colección al servicio del transporte público me pareció una idea notable), miré las intrucciones que había impreso en casa: el Diario me había alquilado una habitación en el Bowl Inn, un hotel en pleno centro porteño. "Por supuesto que lo conozco" me tranquilizó Elvio.

Las 4 horas que tardamos en recorrer los modestos 30 kilómetros que separan el aeropuerto internacional de Ezeiza del centro de la ciudad me hicieron pensar que Buenos Aires debe tener alguna suerte de constitución laberíntica cuyo influjo se deja ver en la obra de Borges. Cuando consulté al taxista al respecto, miró el reloj (que a esa altura marcaba $103.80) y me respondió lacónicamente: "sí, sí, por eso”.

Una vez que hube llegado a destino, y mientra desenroscaba un pedazo de serpentina de mi valija, pude ver el modesto cartel de un todavía más modesto hotel en el que se leía: "El Bulín". La dirección coincidía con la que tenía; las expectativas, no.

Me recibió el dueño -Don Adalberto- quién, en el trayecto hacia mi habitación, me anotició de que compartiría esta con otras dos personas. Al llegar a una habitación de paredes que supieron ser turquesas (pero que actualmente se ve que se habían olvidado), me presentó a mis dos roommates: en una cama, recostado en calzoncillos y sin dar muestras de percibir la presencia de dos seres humanos, un sujeto esmirriado de ascendencia oriental veía televisión. “Te presento a Seung Kyu. Le decimos 'el chino' ”. Repentinamente, Seung Kyu se incorporó enojadísimo y empezó a vociferar conceptos incomprensibles.

“Dice que es coreano” me refirió Don Adalberto parsimoniosamente.

“¿Habla usted coreano?” pregunté sorprendidísimo.

“No. Pero sé lo que le molesta al chino”.

Mientras Seung imprecaba contra Don Adalberto, quise aprovechar para sacar a relucir mi don de gentes y experiencia de mundo aportando una solución conciliadora: “¿por qué no le dice simplemente 'el oriental'?” propuse.

“Porque ese apodo ya está tomado”. Y allí nomás me presentó a mi segundo compañero: Washington Irviescas, un uruguayo que trabaja en una chivitería del barrio. Washington es un sujeto alto y flaco, con un bigote que le cae por las comisuras hasta encerrar su boca (boca generalmente ornamentada por la persencia de una bombilla que va a parar a un mate) De expresión afable y aparente bonhomía, su presencia parecía importante para contrarrestar la intemperancia del chino. Del coreano. De Seung.

Luego de acomodar mis cosas, ya me hallaba en situación para contactar a quién sería la pata académica en esta búsqueda psico-sociológica de ribetes filosóficos: el profesor Gimenez.

Ernesto Gimenez reunía todos los requisitos que buscamos para un catedrático que apuntalara nuestra investigación: era primo de un hombre que había coincidido en un hostel londinense con el hijo del panadero de nuestro pueblo, Mr. Owens. Y era argentino. Gimenez, no obstante, mantenía algunos reparos sobre sus posibles aportes para el proyecto. Reparos que hablan de su constitutiva humildad. “Pero si yo enseño mecánica de fluidos” solía repetir ante nuestras constantes interrogaciones.

Lo que se atrevió a decir, desde su virtuosa parquedad, fue que si quería entender la idiosincrasia argentina, lo primero que debía saber es que los argentinos son muy aficionados al deporte.

Temblé. Recién llegaba y mi proyecto ya corría riesgo por una posible deportación sin motivo, fruto de algún tipo de gusto brutal. Gimenez me tranquilizó: "A los deportes, zapato".

Sean deportes que requieran calzado o no, lo concreto es que esta es la primera pista a la que nos avocaremos para desandar el ovillo de la argentinidad, querido lector. Por el momento los dejo porque creo ha sido suficiente por hoy. Y además porque Seung Kyu me está gritando cosas. Creo que quiere que apague la luz.




World Wide Webo II - Merci

Queridos lectores, esto puede que les parezca un post ladri.

Pero permitanme decirles que nosotros lo llamamos "artículo homenaje"

A traves del blog http://huginnymuninn.blogspot.com/ conocimos este cortometraje de seis minutos, de Christine Rabette, filmado en el 2003, llamado Merci! (gracias).

Cito a goolian:



Un subterráneo o metro en alguna ciudad, tal vez en hora pico. Puede ser Bruselas, pero también New York, Tokio o Buenos Aires.

Caras de pasajeros cansados, preocupados, tristes. Un clima gris.Pero entra en un vagón alguien con una sonrisa de oreja a oreja, magistralmente "interpretado" por Jan Hammenecker.

Ese maldito diez por ciento



Acápite: Aversión a la propina. Velada romántica. Soluciones prácticas para evitar gastos que van en contra de su religión. Opinión de la platea femenina.



En la apertura de esta sección logramos establecer más allá de toda duda razonable que usted es un miserable. Admítalo de una buena vez. Si en cada artículo que publique me va a forzar a dedicar doscientas palabras para demostrarle la bajeza de sus actitudes cotidianas esta sección no irá a ninguna parte, así que hagamos un voto de sinceridad y concentremos nuestro esfuerzo en esa operación de maquillaje que ayudará a posicionarlo como un ciudadano decente. Esta es la última vez que se lo pido.

En esta ocasión hablaremos de usted. Sí, de usted como exponente del sexo masculino, galán y miserable. Y caerá sobre los hombros de la platea femenina la noble tarea de convalidar o refutar mis dichos de acuerdo a sus propias experiencias con individuos de su calaña.

Vale aclarar que en la próxima entrega de este manual invertiremos los roles, así que no estaría de más una pequeña cuota de indulgencia femenina. Pero ellas sabrán lo que hacen.

A lo nuestro:

Concentremos la atención en su reticencia a desempeñar el papel de sujeto activo en materia de propinas. Una oprobiosa costumbre que, a través de un altruismo impostado y una falsa sensibilidad social, usted ha intentado mantener oculta desde siempre.

Ambos sabemos muy bien que a la hora de pagar la cuenta en un restaurante, lo usual es que usted se olvide de acompañar la tarjeta de crédito con uno o dos próceres menores, y que ese pequeño detalle, más que un mal hábito, es toda una filosofía de vida. Pero hoy nos encontramos frente a un problema que le demandará la intervención de ese ingenio malicioso del que tanto se vanagloria frente a sus amigos más íntimos. Hoy, estimado lector, usted ha invitado a cenar a una señorita (muy bonita ella) con la oscura pretensión de establecer un intercambio de índole sexual hacia el fin de la velada. Y como es la primera cita con posibilidades de gol, resulta bastante patente la obligación de acumular méritos para que la mencionada fémina no encuentre una excusa que la desvíe de aquella voluntad primitiva de compartir las sábanas con alguien. Aunque ese alguien tenga que ser usted.

Seamos razonables: Si luego de deslumbrarla con su vehículo último modelo, su prolijo atuendo y su conversación animada, usted se despacha con un billete de dos pesos en concepto de propina para el servicio, la señorita comenzará a formar en su cabeza, y con toda razón, una idea bastante acabada del aspecto que tendrá la habitación del hotel en el que usted tiene planeado consumar su malévolo plan. Y eso, estimado, es precisamente lo que no queremos que ocurra.

“Pero igual ni ebrio ni dormido dejo el diez por ciento”, estará pensando ahora, conciente de que no es lo mismo resignar un hábito que una filosofía.

Ya lo sé, y también malgasté valiosos minutos explicándole que esta sección no posee un afán reformatorio. Lo único que haremos será maquillar un poco el escenario para engañar la percepción de esta señorita, y de todos los incautos que en un futuro se crucen en su camino.

Ahora mismo le facilito un pequeño catálogo de soluciones para que elija la que más le convenga:

Pase un poco de hambre.

Como el miserable que es, usted vino desde su hogar con el cálculo preciso de lo que desea gastar en lo referido a gastronomía y alojamiento transitorio, y no está dispuesto a tolerar que un señor le altere las cuentas por el simple hecho de servir unos fideos pegoteados y descorchar un vino barato. A mí no me engaña.

Lo que yo le sugiero es que aguarde hasta que la señorita elija el plato para luego seleccionar uno que se adecue a los parámetros de la siguiente operación: Lo que ella pidió, más lo que a mí me hubiera gustado pedir, menos el diez por ciento que tanto me incomoda. Repita la maniobra con el postre, diga que el café le causa gases y ocúpese de que a la hora de pagar ella se percate de su increíble generosidad.

Le adelanto que esta es la única solución que no presenta riesgos. A partir de aquí el asunto se transforma en una alquímica combinación entre pericia y sangre fría.

Desembolso simulado.

Si las operaciones matemáticas que debe realizar para llevar a buen puerto el plan con riesgo cero le causan un poco de pereza, le sugiero que simule la introducción de un generoso billete dentro del cuadernillo de tapa dura que alberga la cuenta y el ticket de su tarjeta de crédito. Aunque esto, le advierto, ya es bastante más peligroso. La dama puede intuir la maniobra o revisar el cuadernillo solo por curiosidad, lo que arruinaría en forma definitiva sus planes futuros. Y eso sin mencionar el hecho de que también puede ser traicionado por la cara del mozo. Es su decisión.

Requisa de abrigo.

Usted es lo más bajo, se siente cómodo con esa condición y encima le gusta asumir algún que otro riesgo. Bien… entonces aproveche que la dama se fue al tocador para retocar su maquillaje y requise ese abrigo de leopardo tan discreto que ha elegido para la velada. Es probable que encuentre algún billete suelto, y si no siempre nos quedará la opción del desembolso simulado.

Pero hágalo ya hombre… no se me quede mirando.

Después te lo devuelvo.

“Qué macana… solo tengo billetes de cien pesos”.

Luego de esa descarada afirmación pídale algo de cambio para dejar la propina, siempre con la promesa de una pronta devolución.

“Me compro alguna pavada en un kiosco y te lo devuelvo”.

Los dos sabemos de sobra que no habrá ningún reclamo posterior.

Dulce huída.

Si el establecimiento posee valet parking, apriete en un puño los caramelos que le han obsequiado con la cuenta, súbase al auto y deposítelos en la palma abierta del muchacho que lo arrimó hasta la puerta justo en el instante previo a la huída.


Es todo. Espero haber sido de alguna utilidad.

Ahora vaya y disfrute la etapa romántica de su velada.

¿Que si alguna vez me dieron resultado estos procedimientos?

Dejemos algo bien en claro: La rata de alcantarilla es usted, no yo.

Yo soy un caballero. Si no pregúntele a las damas.


Tengan ustedes muy buenas noches.

Donde habita el olvido


“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia:
la verdadera historia, quien quiera oír que olla”

Brian Madsen Essex de Teflon



Todos, en mayor o menor medida, hemos escuchado alguna vez que la historia está escrita a fuego por la pluma de los vencedores. Las extensas páginas que acreditan la fama no están redactadas sino por las incalculables proezas de aquellos que han conseguido sobresalir, destacarse en una disciplina por encima del resto. Pero también está claro que, apoyados en lo antedicho, existe también otra historia. Una repleta de sinsabores, de ayunos exiticios y de abstinencias reconocitivas.

Innumerables son los ejemplos de artistas, deportistas o contadores que, gracias a sus dotes personales, han logrado eclipsar a sus pares, desterrando a éstos al más absoluto y funesto abandono. Es así que miles, millones, de anónimos seres en algún momento de su vida, por decisión propia o ajena, vieron truncada su carrera recibiendo como única retribución un pasaje directo al más bárbaro y agrio de los olvidos.

Para graficar, es válido remitirse a algunos ejemplos. Es probable a que usted, memorioso lector, le quede mucho más a mano recordar a una consagrada Sharon Stone entrecruzando las piernas en medio de un tenso interrogatorio que traer a su cabeza la identidad o la fisonomía del actor que encarna al policía que acompaña a Michael Douglas durante aquella emblemática escena de la ya clásica y taquillera Bajos Instintos. Tampoco le resultará complicado hacer, una vez más, un repaso mental del fenomenal segundo gol de Maradona a los ingleses durante el Mundial de México 86, pero es más que seguro que no sabe ni por asomo, y sin recurrir a Google, el nombre del tercer defensor inglés gambeteado por el capitán del Seleccionado argentino en su trayecto hacia el arco rival. Y es que, a decir verdad, a muchos le sería imposible abrazar el éxito sin valerse, como principio compensatorio, del sacrificado y rotundo fracaso de otros tantos.

Y no es sino la búsqueda de reconocimiento, el arrebato tardío de un puñado de personajes de las traicioneras garras de la indiferencia masiva, el motor que dará vida a esta nueva -y prometedoramente olvidable- sección de MIB. A lo largo de sucesivas entregas iremos descubriendo diferentes matices, pequeños logros y arañazos de fama –así como también los hechos que precipitaron la caída en desgracia- de estos hombres y mujeres que luego de pegarle un fugaz mordisco a la fortuna se desvanecieron de la escena dejando un espacio en blanco en el inconsciente colectivo del auditorio mundial. (¿Cuauhtémoc Blanco? No, lamento decirle que ése es delantero y mexicano. Nada tiene que ver con un aguerrido fullback inglés)

Lo invitamos entonces a acompañarnos en este recorrido por las biografías de estos entes crepusculares, víctimas del alzheimer mediático, como puede ser el caso de Ludgwing van Maidana, eximio concertista de piano finés de ascendencia uruguaya que culminó poniendo su envidiable ductilidad manual al servicio de la proctología; o, también, el de Ladislao Regulaga, habilidoso wing derecho de Deportivo Armenio allá por los albores de la década del ‘70, quien acabara sus días convertido en un recurrente actor de películas pornográficas en República Dominicana bajo el seudónimo de Ace Meloyo.

Como bien podrá vislumbrar, el material de archivo con el que contamos para realizar estas excavaciones es amplio y reviste un valor histórico importantísimo. Cajas y cajas repletas de informes, fotografías y hasta algunos videos con testimonios de compañeros, familiares y agentes del fisco fueron gentilmente cedidos para llevar adelante tamaña empresa. Una empresa que tiene como única finalidad ponerle un coto a esa feroz carnicería de etéreas celebridades que representa el paso del tiempo. (¿Cómo dice? ¿Terry Butcher? ¡Claro, muy bien! Terry Butcher fue el último central inglés eludido por Maradona aquella jornada histórica. Muy bien, muy bien. Lo felicito. ¿Vio cómo este emprendimiento ya ha comenzado a dar sus resultados?)

No queda más que despedirnos hasta dentro de algunas semanas, cuando nuevamente nos encontremos prestos ya a zambullirnos en este océano de naufragios que hemos dado en llamar "Exhumaciones".

Los esperamos. Si es que todavía se acuerdan de nosotros, claro.

The Bugman True Fairy Tales Stories

Los cuentos y fábulas que nos contaron cuando éramos niños tienen un final cerrado. ¿Nunca se ha preguntado, estimado lector, qué pasó después con sus protagonistas? ¿Será verdad que fueron felices para siempre? ¿Qué efectos tiene sobre la salud una dieta consistente exclusivamente de carne de perdiz? ¿Los jueces nada tienen que decir sobre las evidentes infracciones a las leyes que cometen los duendes, enanos, príncipes, brujas, hadas,lobos y ogros? ¿Qué secuelas emocionales produce en una jovencita el hecho de ser obligada a convivir con siete deformes degenerados? Intentaremos echar un poco de luz sobre tan oscuros asuntos, en esta sección no apta para aquellos menores que todavía no han desarrollado un saludable cinismo.


La Bella Durmiente.
Los hechos: Los Reyes de un reino no identificado festejan el nacimiento de su primera hija. Por errores de protocolo o complicaciones logísticas, no le llega la invitación al convite a un hada madrina rencorosa, que de todas maneras se presenta y encanta (en el sentido de "lanzar un encantamiento", no en el de "esto me gusta una barbaridad") a la recién nacida Princesa, de manera que si algún día se pinchara un dedo con un primitivo dispositivo para hilar, se quedaría dormida durante cien años, hasta que un príncipe la viniera a despertar con un beso. A pesar de las precauciones que se toman para evitarlos, dichos acontecimientos se producen. El Príncipe y la Princesa se casan, y son felices, y comen perdices, y mí no me dieron porque yo no quise. Fin.



Diez años después, encontramos al ex-Príncipe viviendo en un departamento alquilado de dos ambientes, planta baja, contrafrente, bajas expensas. Este es su testimonio:

"No, si yo más tarambana no pude ser", nos dice mientras calienta agua para el té en un jarrito de aluminio medio abollado. "Caí como un chorlito". "Resulta que los de los cien años, el hada madrina y el hechizo eran todo un bluff, la muy princesa (dice esto como mordiendo las palabras) se había comido un puré de Valium para hacerse la embrujada"
Le preguntamos para qué, entonces, se había inventado la historia. Así, se lo preguntamos:

-¿Entonces para qué se inventó la historia?

-Para sacarme plata, por supuesto. El Reino de la Princesa (otra vez las palabras mordidas) estaba hasta las verijas de deudas. Los Reyes no tuvieron mejor idea que casar a la nena con algún papanatas con plata para tapar los agujeros. ¿Y quién era el candidato indiscutible al premio del botarate del año? (levanta la mano). Mire, no le voy a mentir. La nena estaba buenísima. Parecía un angelito, ahí, durmiendo el sueño de los potentemente sedados. Y caí, caí por esos ojos soñadores. Esos ojos de sueño, en todo caso.

-¿Qué pasó después?-preguntamos al tiempo que rechazamos cortésmente un trozo de pan duro.

-Bueno-, dice el ex Príncipe, mientras toma de una lata medio oxidada un saquito de té bastante batallado y lo introduce en el jarrito con agua caliente- pasó que mi papá se jubiló, y yo quedé como Rey, y me casé con la dormilona.

-¿Usted fue Rey?-preguntamos, porque esa parte del cuento no la habíamos leído.

-Sí, ¡El Rey de los papafritas!-contesta el ex-Rey, con una especie de amargura alegre, si eso fuera posible.

-Fui Rey, continúa, y la Princesa (vuelve el tono masticatorio) fue Reina. Y entonces, como es la costumbre, mi reino y el de ella se unificaron. Y ahí empezaron los problemas. Porque la siestita no había durado cien años, pero las deudas sí. Cuando comenzaron a llegar las facturas, empecé a preguntar y la muy zorra me decía que no sabía, que había estado durmiendo. ¿Sabe lo que es el interés compuesto aplicado a una deuda de un siglo? Yo tampoco sabía, pero aprendí de golpe.
El ex Rey nos ofrece una taza mellada conteniendo un liquido apenas coloreado. Lo aceptamos para no parecer descorteses, pero no lo bebemos.

-Me gasté todo el tesoro pagando los platos rotos de los parientes de la Princesa (juraríamos que en esta ocasión se partió un diente al mencionarla). Y cuando se acabó, tuve que aumentar los impuestos. El pueblo se puso un poco nervioso.

-Bueno,-decimos, más que nada para evitar tomarnos el brebaje porque advertimos que una mosca está nadando estilo libre en nuestra taza-pero el reino unificado era más grande, había más contribuyentes...

-¡Ja!-medio ríe, medio grita el ex monarca-¡Contribuyentes! ¡Una manga de secos, eran! ¡Si los dabas vuelta no se les caía ni la caspa!. No, no, si era un flor de regalito, el reino de la Princesa. (ahora sí, se lleva la mano a a la mandíbula y escupe algo, estamos seguros de que fue una muela).

-Para colmo, -continúa-la Prin...(un rictus de dolor recorre su rostro)..la Reina, (hace un gesto consistente en cerrar un puño manteniendo el pulgar estirado, y se lleva el pulgar a la boca, con el meñique algo elevado).

-¿Se chupaba el dedo?-preguntamos.

Nos mira por un rato. Sacude la cabeza. Prosigue.

-Quiero decir que bebía como un cosaco. No como cualquier cosaco. Como un cosaco al cual sus compañeros cosacos le dicen "¿Vladimir, no crees que ya fue suficiente vodka?", y Vladimir les contesta cosas relacionadas con balalaikas y mujiks y San Petesburgo y sigue bebiendo. Y todo en ruso.

-Ah, disculpe. Continúe, por favor.-lo animamos.

-En fin, no hay mucho más que contar. El pueblo se hartó y organizó una revolución, me destituyeron y me perdonaron la vida gracias a mi padre que intercedió por mí. Pero me exiliaron. Y cuando volvía de negociar las condiciones del exilio, la muy zorra se había fugado con mi Gran Chambelán. Llevándose de paso todo lo que quedaba en el palacio, desde las obras de arte hasta la vajilla, pasando por las tapitas de la luz y las tablas de los inodoros. Yo me vine acá y conseguí un trabajo en una obra infantil, hago de Príncipe Verde, aprovecho el vestuario que ya tenia. El director está muy contento, dice que tengo el fisique du rol.

-¿Y..qué paso con...?-no nos atrevemos a nombrarla.

-Me enteré por un amigo que trabaja en un hotel en las Bermudas que está allá, con el traidor del Chambelán y sus padres, que por supuesto no habían muerto hacía muchos años como me hizo creer. Dándose la gran vida. Y antes de que me pregunte ya averigüé, no hay tratado de extradición.

En realidad, no le íbamos a preguntar. No sabemos lo que significa un tratado de extradición.

Nos despedimos del depuesto monarca con la promesa de volver a visitarlo, y de llevar a nuestros sobrinos a ver la obra (El Príncipe Verde y las Recuperadoras de Materiales Reciclables, se llama, parece que es uno de esos bodrios con mensaje ecológico)
Cuando vamos saliendo, nos pide unos pesos.

-Para los chicos -nos dice.

No tenemos cambio.

Buenas noches

Comunicado del Comando C.U.L.O.

Por la presente se deja constancia de que el comando C.U.L.O (Caballeros Unidos Leales Ocasionalmente), compuesto por siete individuos que han preferido permanecer en el anonimato, no alienta -ni siquiera apoya- la candidatura de Los Sinlogismos de Bugman en las categorías “Mejor Blog Personal” y “Mejor Blog de Humor” de la edición 2009 de los Premios Bitácoras.com.





Simplemente la tolera.


Anótese, tómese razón, comuníquese y publíquese.

¿Y ahora qué le pasa?


Como queremos que MIB sea una página abierta a la comunidad y le reporte algún mínimo beneficio al lector (no, no le vamos a dar dinero. Y no, tampoco vamos a poner el celular de nuestras hermanas. El mío tal vez sí, manden mail con foto y vemos que onda) inauguramos esta sección, en la que trataremos de resolverle dudas frecuentes a nuestro atribulado público.





V, de Tigre, nos manda esta duda:

Vea F: Necesito un buen consejo para comprar un buen vehiculo, con AA, Dir Hidr, Levant Vid Elec, CD, MP3, ABS, DEF, JKL y GPS. Eso sí, debe estar muy bien de mecánica y papeles. Pero cuento con un presupuesto bastante bajo para llamarlo siquiera mínimo. ¿Que me recomienda hacer?


Mi querido V:
En primera medida, le recomendaría que se dirija a alguien que tenga una mínima idea respecto del tema. (¿Cómo? ¿No vale decir eso? Pero yo lo más parecido a un auto que compré es unos Hot Wheels! Bueno, dale..)
Como segunda opción, sugiero que busque autos con características reales. Eso de "DEF" y "JKL" me suena a cuento. Y si quiere economizar, le diría que mp3 no necesita, use el suyo propio. GPS, tampoco, el macho argentino se conoce las calles de memoria. ¿Levanta vidrios eléctrico? Por favor.. levántelos a mano, y de paso ejercita esos brazos. Lo veo medio caiducho.
Y de todos modos, si insiste en conseguirse el auto con todos los firimbolos (palabra muy bugmaniana) con la menor cantidad de plata posible, espere a que se inventen el DEF y la JKL, o escriba esas letras en el capot.


Saludos!
pd: Dudas, consultas o sugerencias, a Yahoraquelepasa@gmail.com!


En la vieja Buenos Aires




Acápite: Viñetas de Oficina. Presentación. Maldini y Ramírez en la vieja Buenos Aires.




La sabiduría no se adquiere con el simple perdurar. Requiere esfuerzo, dedicación y talento.


Yo digo y sostengo que lo mas valioso que sí se adquiere con los años es la experiencia. Y transformar esa voluble sustancia en sabiduria es una alquimia que pocos manejan con maestria. No es mi caso, cabe aclarar. Manejo como un animal.

Pero si algo aprendí en años de oficinista, es que de una oficina se pueden extraer las mejores muestras de las conductas humanas para aprender. Esta materia prima es lo único de utilidad voy darles en este espacio.

Los hechos y situaciones aqui expuestas, serán estrictamente de ficción.
Cualquier semejanza con la realidad será culpa de la realidad misma.






Miércoles 13:22 hs. Buenos Aires, cercanías de Plaza de Mayo.


Ramírez y Maldini salen a almorzar luego de una reunión de trabajo en casa central.





Ramírez: ¿Qué estás mirando, Maldini?


Maldini: Mirá que belleza, Ramírez. ¿Ves ese detalle en los edificios viejos de la avenida?


Ramírez: ¿Que detalle?


Maldini: Me refiero a la continuidad de los balcones. ¿Lo ves? Todos están a la misma altura. A principios del siglo pasado habían reglamentaciones que lograron que los edificios mantuvieran una uniformidad a pesar de la diversidad de estilos con los que fueron construidos.


Ramírez: ¿Por ejemplo?


Maldini: Bueno, por ejemplo, originalmente las edificaciones debían tener una altura entre 20 y 24 metros, sin contar las mansardas, claro. Eso lamentablemente se perdió. Lo mismo ...


Ramírez lo mira extrañado, desconoce el término "mansarda". Maldini, que lo esperaba, con suficiencia le explica.


Maldini: Las mansardas son las ventanas dispuestas sobre los tejados de un edificio para iluminar y ventilar su desván.


Ramírez: ¡Mierda!


Maldini sonríe complacido y prosigue.


Maldini: Te decia, que lo mismo se puede ver en la Diagonal Norte, en Além y supongo que en otras avenidas de por acá, no soy un experto en la materia. Otro detalle son los plátanos...hubo mucha polémica cuando los plantaron, por el tema de que a los alérgicos les afectaba. Igual los plantaron.


Maldini hace una pausa. Percibe el interés en la mirada de Ramírez y se siente orgulloso.


Maldini: ¿Vos sabías que durante unos años la Avenida de Mayo estuvo adoquinada con pinotea?


Ramírez: ¡Mierda! ¿Con pinotea? No, ni por asomo.


Maldini: Si, hoy sería imposible hacerlo, el arbol de pinotea esta en peligro de extinción... Hoy por hoy la pinotea solo se consigue reciclada. Sería carísimo.
Prosiguen caminando en silencio, mirando los viejos edificios. Ramírez tras unos instantes retoma la charla.
Ramirez: Debo haber pasado mil veces por acá, pero nunca me di cuenta de todos esos detalles, a lo sumo miré una que otra fachada porque me llamó la atención algún turista tomando una foto de algún edificio. Pero lo de los balcones, ahora que lo decís, es algo que me sorprende no haber notado antes.


Maldini: Es así, no nos damos cuenta...


Ramírez: Tal cual, no nos damos cuenta...Por cierto, me imagino que saber todo esto debe traerte mucha suerte, ¿no?


Maldini, con cara de extrañado: ¿Suerte? Puede ser un buen recurso para comenzar una conversación con una mujer, supongo, ¿pero por qué decís suerte?


Ramírez: Porque todo este rato que estuviste mirando hacia arriba te desentendiste de lo que hacían tus pies. Fijáte. Traté de avisarte y sin embargo ésta es la tercera vez que pisás mierda.

Mi primera vez

Quiera Yisus que la lectura de estas torpes líneas le permita a Ud, amable lector, entender como es que luego de un muy anunciado retiro hoy me encuentra vivito y coleando en un nuevo post.


Al menos, esta vez, me he sabido rodear de la mejor gente. Alguién siempre sacará las papas del fuego




Sol ardiente.
Mi frente perlada por la transpiración deja que una gota de sudor tome forma y se deslice por ella para caer en las resecas tierras africanas.
Soy el único hombre en kilómetros a la redonda. El silencio más absoluto sólo se ve interrumpido por mi respiración.
Inhalo profundamente y procuro no perder la concentración.
Frente a mi, una Cobra escupidora de cuello negro se yergue amenazante pero completamente fascinada.

La tengo donde quiero

De imprevisto mi teléfono satelital me sobresalta con el ringtone de Zulma Lobato. Atiendo. Es el Sr. Bigud. Una alegría.
Hablamos de bueyes perdidos; ambos lamentamos el extravío de las reses.
Finalmente me comunica el real motivo de su llamada… el MIB requiere de mi presencia, esta vez, para un proyecto mucho más ambicioso.
Siento un hormigueo en las piernas y me quedo sin habla.
Lo atribuyo a la emoción.

Segundos antes de desvanecerme me percato que en realidad son los primeros síntomas de la parálisis que me provoca el veneno de la mordedura de la serpiente a la que dejé de prestarle atención por el llamado del Sr. Bigud.

Abeeku, joven integrante de los himba, es quien me encuentra deshidratado y con evidentes marcas de haber sido el almuerzo de numerosas alimañas de pequeño porte. Salva mi vida haciéndome beber por tres días consecutivos, un potaje elaborado con orín de hiena parda y saliva de Papio – conocido vulgarmente como mono Babuino – este menjunje debe reposar en un morral confeccionado con el estómago de un Springbok.
Me gustan esos bichos.
Me recuerdan al maravilloso seleccionado de rugby sudafricano.
Bebo la pócima con fruición.

Para completar mi tratamiento e imposibilitado de valerme por mi mismo, Abeeku me aloja en su onjuo; construido con madera y estiércol de vaca, la que actúa como aislante de la lluvia y demás inclemencias meteorológicas. Allí, luego de casi un mes de estadía, me empapo de sus costumbres….y de sudor. En verano las temperaturas varían entre los 30ºC y los 45ºC a la sombra. No ayuda el hacinamiento familiar.

Los himba son polígamos y sumamente hospitalarios. Aisha, la mayor de sus esposas, es la encargada de mi higiene personal, untando mis partes intimas con un amasijo obtenido de la maceración de la raíz de una planta con nombre impronunciable y las tripas del Ñu. La sensación es refrescante pero el olor resulta insoportable.

Yejide, la menor, me alimenta a conciencia con leche fermentada y arácnidos de distintos tamaños. Me alegro que no haya lentejas. Odio las lentejas.

Las tres mujeres de Abeeku: Aisha, Yejide y Masika, son las más bellas del ozonganda, sus rasgos faciales son finos y más parecidos a los de los europeos que a los de los negros nativos. A las mujeres les gusta hacer resaltar el color oscuro de su piel mediante un ungüento graso que ellas mismas preparan No cubren sus pechos ni usan bragas; ocultan – apenas – su sexo con un taparrabo de cuero de cabra. Poseen el pelo negro y crespo. Al evocar este recuerdo se me antoja una porción de selva negra.

Poco antes de mi precipitada partida, Mwajuma, hermana de Yejide, tiene su menarca. Sus primas y amigas la llevan frente a su madre diciendo “wateya ongolo” que quiere decir “ella se ha roto una pierna”, la madre entiende la indirecta y ordena al padre construir una choza donde la pequeña tendrá que vivir hasta el fin de la regla. En ese momento es llevada al okuruwo, se mata un buey y colocan la grasa de las vísceras del animal sobre la cabeza de la muchacha. Ella ha dejado de ser niña y en consecuencia me la entregan como esposa.

De nada sirve que les muestre una foto de mi mujer occidental. Me ofrecen una cabra por Moni, casi que haciéndome precio. Mi persistente negativa los ofende. Se escucha la palabra “okuyakora” mientras jóvenes guerreros acarician con lascivia unos inmensos garrotes. Pido una National Geographic y simulo ir al excusado.

Nunca volví.

Hoy sé cuál es mi propósito en el mundo blog.

Evitar que a ud le suceda algo parecido.

Para eso, querido lector, junto a un equipo de expertos especialmente reunidos para la ocasión, (no, ninguno de los sátrapas que posaron a mi lado mientras el artista dibujaba el banner), le haré conocer las distintas costumbres sexuales del orbe entero y si ud lo desea, enviando un mail a estolepasoaunamigo@hotmail.com responderé también a todas sus consultas, dudas, comentarios, experiencias personales y solicitudes. (no, por ahora no haremos despedidas de solteras ni show privados)
Las respuestas en forma de post se harán manteniendo el anonimato (el suyo) como premisa suprema. Todas sus preguntas – por insólitas que sean - tendrán respuesta, SEPALO.

Atte.

World Wide Webo




Un juego que consiste en unas gallinas que revolean rabinos. Gana la gallina que lo lanza más lejos. No, en serio, el juego es así. Aquí está.

El principio


Estos son los relatos de Oscar Ángel "Marciano" Lunaretti. El investigador de fenómenos paranormales que le tiene miedo a los fenómenos paranormales.



A la tierna edad de 25 años, Oscar Ángel Lunaretti tuvo una experiencia que modificaría el rumbo de su vida para siempre.
Una noche, mientras era llevado por su madre hasta un local bailable para vivir esa experiencia que todo hombre recuerda durante el resto de su vida (la primera vez que se sale a bailar solo), a través de la ventanilla del auto vio, allí cercano al horizonte y destacándose por encima de las escasas luces de su pueblo natal, lo que él, en su inocencia juvenil, creyó identificar claramente como un OVNI (Objeto Volador que Ni Idea de lo que es).
En realidad, lo que vio era la luz de una antena lejana, (el joven Lunaretti era bastante pavote) pero nadie nunca llegó a decírselo ya que, ante la atónita mirada de su madre, Oscar sufrió una feroz crisis de pánico, llanto y gritos que casi lo deja tururú y, tras la cual, hubo de permanecer internado durante varios días en estado de shock.
Desde entonces, nada fue igual.
Oscar cambió. Fue otro.
Así de repente y como poseído por una fuerza invisible, dejó de lado sus aficiones habituales (coleccionar piedras con forma de animalitos y aprender a tejer crochet) para dedicarse tiempo completo a la investigación de la vida extraterrestre y los fenómenos paranormales.
Pasaba horas y horas recorriendo la Web, visitando páginas sobre el tema, luchando contra esos ataques de llanto y pérdida de control de esfínteres que le producían cada una de las imágenes que se le presentaban, incluso aquellas que estaban evidentemente falsificadas; compró (bueno, se lo compraron sus padres) la colección completa de las temporadas de “Los Expedientes Secretos X” (aunque vio muy pocos capítulos porque le daba miedo), y hasta realizó un curso por correspondencia de “Licenciado en Investigaciones Paranormales” que culminó exitosamente luego de abonar una cuota de varios miles de pesos a un Instituto que hoy en día ya no existe y del que nadie jamás escuchó hablar (Incluso suele exhibir orgullosamente una credencial, aunque el hecho de que esté confeccionada con un rectángulo de cartulina escrito, evidentemente, por él mismo, da para dudar de su autenticidad).
Hoy en día, sin embargo, todos esos años de arduo trabajo han dado sus frutos, y Oscar Ángel “Marciano” Lunaretti se ha convertido en uno de los mas destacados investigadores de lo oculto del país (según sus propias palabras, ya que el resto de la comunidad científica jamás oyó hablar de él).
Así, con un entusiasmo realmente admirable, este joven dedica sus días a recorrer el globo (en realidad hasta el momento no salió de la provincia de Buenos Aires, pero la intención la tiene. Además, dado que no tiene trabajo y sigue siendo mantenido por sus padres, tampoco cuenta con los medios financieros necesarios), intentando documentar cualquier fenómeno extraño allí mismo donde se presente, para echar luz a los misterios de un mundo oculto y desconocido para la mayoría de la gente.
“Esto es mi vida” dice “Marciano” emocionado “No voy a descansar hasta gritarle al mundo la verdad acerca de esos misterios que intrigan al hombre desde tiempos inmemoriales. No me voy a detener hasta develar hasta el último de los secretos que se ocultan en el cielo, en la tierra y en la oscuridad … Bueno, es una forma de decir ¿no? Tampoco hay que tomarse todo de forma muy literal. Que se yo. En la oscuridad puede haber cualquier cosa. Es como medio arriesgado. No sabés que te puede salir de ahí (se cruza de brazos mirando de reojo para todo lados).
La cosa es que no estamos solos en el Universo
(levanta la voz de nuevo), eso te lo aseguro. Y yo lo voy a demostrar. Y no solo eso. También hay mucho más de lo que podemos ver a simple vista, incluso aquí mismo, rodeándonos (Se pone un poco nervioso y vuelve a mirar para todos lados. Después se tranquiliza). Por eso yo quiero ser quien lleve este conocimiento a la gente común. Siento que esta es mi misión en la vida. (Levanta la vista y saca pecho) No quiero exagerar pero a veces me siento como un guerrero, un gladiador, una especie de Don Quijote moderno que lucha contra la los molinos gigantes de la ignorancia y el escepticismo. Realmente me siento imparable en mi camino hacia la verdad”.
Luego de decir esto, una sombra en la pared (posiblemente de alguien que pasaba) toma a Marciano por sorpresa, haciendo que su rostro se transfigure en una mueca de espanto y al grito desencajado de “¡¡Un fantasma!!” se eche a correr presa de un ataque de llanto.

Nadie ha vuelto a verlo desde hace días.

Por fortuna, ya habíamos logrado con anterioridad su compromiso de brindarnos, en exclusiva, los pormenores de cada una de sus investigaciones, permitiéndonos ser los testigos privilegiados de esa travesía incierta en que este particular joven ha convertido su vida.

Y aquí lo estaremos esperando.

Porque, como suele decir Marciano mientras apunta con su dedo tembloroso a cualquier rincón medio oscuro, “La verdad está ahí … ¿Viste?”.

Crónicas desde las posaderas del mundo





Por Gustav Grundjohnsen Swahili para el Mermeladeburryngtonshire Times.


Lo miré. Me miró. Nos miramos. Nos sostuvimos la mirada. Parpadeó. Iba a ensayar un grito triunfal cuando me di cuenta de que no estabamos jugando a eso. Michael London, el editor en jefe del Mermeladeburryngtonshire Times, no estaba para juegos.


"La competencia es feroz" me dijo. "El Hamptonboroughtex Journal ha incorporado una sección de cosas bizarras que está fagocitando el mercado".


"¿De cosas gallardas y valientes?" inquirí con una halo de inteligencia.


"¿Qué?" preguntó con un halo de irritación.


"Porque eso significa bizarro: gallardo, valiente" contesté con un halo de temor.


Entonces me recordó que la conversación la estabamos manteniendo en inglés y que en inglés bizarro significa lo que todos entendemos por bizarro. Me adjetivó de una manera que prefiero no reproducir y fue al grano. Al que tenía al costado de la nariz concretamente. Mientras luchaba contra él en un espectáculo francamente repugnante, me refirió las siguientes palabras:


"El resto de los redactores tiene funciones específicas: Wade escribe sobre deportes, Hamilton sobre política y O´Brian sobre cocina. Usted, por otro lado, es lo más inespecífico que tenemos". Cuando ya me disponía a levantarme para ir a buscar empleo, London agregó: "es por eso que queremos que se haga cargo del proyecto que levantará nuevamente este diario. El proyecto que permitirá que retorne a sus épocas gloriosas, en las cuales era leído por más de 25 personas. Usted se va para la Argentina".


La información, tan repentina como sorprendente, produjo en mi un estado de excitación poco común, en el cuál se entrelazaban confundiéndose sentimientos de ansiedad, miedo y expectativa junto con una inusual sensación de reconocimiento. Traté de comunicarle esto a London, eligiendo cuidadosamente cada palabra:

"¿Eh?".

En un tono de voz portentosamente elevado y haciendo referencias innecesarias a varios de mis familiares, me explicó todo. El proyecto consiste en vivir unos meses en Argentina y relatar la vida de ese país desde adentro. El jefe tiene entendido que los argentinos son un pueblo muy particular y confía en que sus vicisitudes despertarán el interés de los mermeladeburryngtonshireanos. Más allá de sus palabras textuales y de algunos recurrentes gestos de asco frente a mi presencia, yo intuyo que me encargó este trabajo por mi background cultural: mi ascendencia sueco-hindú y mi experiencia en viajes al exterior (al exterior de Mermeladeburryngtonshire. Para ser más específico, a dos o tres pueblos que están a cerca de 30 millas de aquí) me hacían el contacto ideal con una civilización diferente.


Inmediatamente me puse a estudiar. Me contacté con sociólogos, me entrevisté con diplomáticos, leí libros, busqué a la Argentina en el Atlas y ví en VHS toda la campaña de Mandiyú de Corrientes en el campeonato de 1988. Ahora, a pocas horas de embarcarme al país del Sur, puedo decir con conocimiento de causa que los argentinos realmente son fascinantes: estos seres duales consideran puertas adentro que son arrogantes, ventajeros, atorrantes, chantas (neologismo sobre el que deberé profundizar) y escandalosos. Características que se ven resumidas en la expresión "la gran argento" con la que apostrofan un accionar poco civilizado mientras se muerden el labio inferior y niegan con la cabeza. Por otro lado, frente al extranjero, se consideran talentosos, geniales y capaces de hacer y producir con menos recursos lo mismo que en países desarrollados. "Qué vivos -se quejan frente a la frondosidad de medios de que disponen otros países- haciendo las cosas bien cualquiera".


Lo llamativo es que afirman las dos cosas con total sinceridad. Estas gentes, para las que el punto de inflexión de los tiempos modernos no fue la máquina a vapor sino la birome, dividen el mundo entre aquellos que conocen el dulce de leche y los que no. Se ha dicho injustamente que se consideran europeos. Quizás haya sido así en algún momento, pero a esta altura esa creencia es falsa: creen haberlos superado largamente. Comparados con ellos los españoles son brutos y poco sutiles, los franceses arrogantes y soberbios, los alemanes carecen de su afectividad y los holandeses son directamente unos perdidos. No incluimos aquí a los norteaméricanos, hombres que desde ya no tienen la cultura general de los argentinos.


No puedo esperar para encontrarme con estos hombres portentosos, que lidian con la incertidumbre y las catástrofes que cíclicamente se abaten sobre su país con una tranquilidad que envidiaría Epicuro. No queda claro por qué la historia se ha ensañado con ellos, pero eso los ha convertido en profesionales en el manejo de los contratiempos.

Mermeladeburryngtonshireanos, estarán recibiendo periódicamente (es decir, por este periódico) crónicas mías desde aquellas tierras, comentando sobre las distintas costumbres y avatares del pueblo argentino. Salud.



"¿Eso era?" preguntará algún conciudadano. "¿Escribe para contarnos que va a escribir? ¿no podía escribir directamente y ahorrarnos un introito innecesario?" continuará, haciendo pensar que se trata de alguna animosidad personal. Pues no, resulta que si no escribo lo que voy a escribir después no se entiende a cuento de qué viene lo que escribo. Ya me pasó cuando publiqué unas palabras cruzadas y me dijeron que mis artículos carecían de sustancia. ¿Sabe qué? mejor vaya a leer la columna de O' Brian. Pero le advierto que su budín de calabaza sabe horrible.



Introducción al pensamiento miserable y sus mutaciones delictivas


Acápite: El comportamiento miserable. Oportunidad de ocultación. Mutaciones delictivas. Consultorio jurídico. Presentación.



No me diga nada, déjeme adivinar. Usted es un miserable. Su vida cotidiana se encuentra repleta de actitudes egoístas, conductas censurables y comportamientos ajenos a la moral, aunque bastante más grave es el hecho de que no sienta el menor atisbo de remordimiento. Sí, no mire para otro lado que estamos solo nosotros. Ese es usted. Un individuo que todos los días orina con la tabla del inodoro baja, roba el periódico del buzón de su vecino, se hace el dormido ni bien encuentra un asiento en el transporte público y se apropia de las ideas de sus compañeros de trabajo para obtener el crédito delante del jefe. Un farsante capaz de las acciones más bellacas, y de comportarse al mismo tiempo como si fuera portador de un alma impoluta. Una persona horrible, para decirlo sin tantos rodeos.

Debo señalar, sin embargo, que no estoy aquí para hacer un juicio de valor sobre su persona (horrible por cierto, no sé si ya se lo dije), sino para ofrecer una ayuda concreta y desinteresada, dado que esta sección de Men in Blog estará enteramente dedicada a la confección del primer manual de comportamientos miserables de la historia, y a la descripción de los procedimientos viables para una ocultación eficiente de dichos comportamientos.

“Pero si yo ya los ocultaba solito; usted mismo se ocupó de aclararlo en el primer párrafo”, dirá usted interrumpiendo con descaro la primera enseñanza de su maestro.

“Sí, pero lo hacía muy mal; si no yo no me habría percatado de su condición de miserable”, amonestaré yo con una paciente sonrisa dibujada en el rostro.

Ahora permítame continuar, que esto de ningún modo se acaba aquí, y algunos de mis compañeros aún no han publicado sus artículos.

Todo el mundo sabe que el Ser Humano es una criatura falible, y a veces las situaciones que aparentan cierta docilidad se salen de control en un instante. Por eso es importante mantener un ojo vigilante sobre algunas de las conductas que hemos mencionado más arriba. Si usted no refrena su instinto, estimado lector, puede ocurrir que alguno de esos comportamientos escape del terreno inofensivo de la censura moral para caer en el ámbito -mucho más peligroso- del reproche jurídico. Y todo sin darse cuenta.

“¿Y cómo es eso?”, indagará usted, que al oír hablar de abogados ingresa en un estado de crispación bastante notorio.

“Déjeme terminar”, responderé yo, satisfecho por haber captado su atención sin tener que pegarle.

Sepa que si usted, en vez hacerse el tonto para no ayudar a la anciana que tropezó con una baldosa suelta y cayó al piso, improvisa y decide pegarle uno o dos puntapiés aprovechando que la calle está desierta, si lo suyo comenzó con unos inocentes pases mágicos para evitar el cambio de categoría en el monotributo (*) y ahora resulta que tiene varias sociedades fantasmas radicadas en los más remotos paraísos fiscales, su comportamiento inmoral ya interesa al Estado, y por ende se ha convertido en una conducta punible desde el punto de vista penal. El asunto ya no se arregla con diez padres nuestros y un pedido de disculpas, sino con siete años en el penal de Olmos y una indemnización de ciento cincuenta mil pesos.

No es lo mismo una cosa que la otra, así que cierre la boca y abra bien las orejas, que estamos obligados a actuar con celeridad.

Para lidiar con estos casos delicados, complejos y urgentes, esta sección de Men in Blog posee un consultorio jurídico gratuito a cargo de este humilde servidor, quien recibirá sus inquietudes en la casilla oficial del blog las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año. Por supuesto que las respuestas serán públicas y podrán ser evaluadas por los demás lectores en el artículo exclusivamente dedicado al consultorio que tendré la precaución de intercalar cada dos o tres entregas del manual, pero ese es un detalle menor si se lo compara con la gratuidad del servicio. No sea llorón.

Así que ya lo sabe: Mi nombre es Yoni Bigud (bueno, no lo es, pero así me hago llamar en este reducto), y a partir de hoy pienso ayudarlo a maquillar la verdadera condición de su alma en orden a conservar inmaculado su buen nombre y honor delante de su familia, sus amigos y la comunidad en general.

Espero que resulte un intercambio provechoso para las dos partes.

¿Cómo que yo qué gano?

¿Y a usted qué le importa?


Tengan ustedes muy buenos días.

(*) Monotributo: Régimen integrado y simplificado para que los profesionales, previa inscripción en la Administración Federal de Ingresos Públicos, queden exentos del Impuesto a las Ganancias y el Impuesto al Valor Agregado mediante el pago de una cuota fija de acuerdo a su categoría.

Bienvenidos

Existen, según la fuente que se consulte, entre 105 y 175 millones de blogs (o weblogs, si es usted un veterano en estas lides) desperdigados por todo el mundo. De ellos , solamente un millón y medio se actualizan con cierta periodicidad. El resto son cadáveres virtuales, testigos de un sueño frustrado, un entusiasmo pasajero o un capricho olvidado. 
Abrir un weblog (sí, soy un veterano) es la mar de fácil, alimentarlo y mantener el interés de sus lectores es otra historia completamente diferente. Se necesita tiempo, ingenio, constancia, ideas, esfuerzo, todo invertido en un proyecto cuya recompensa es, si acaso, un comentario amable.
Parecerá una tontera mayúscula entusiasmarse con algo así: una autopista de dieciséis carriles muy bien iluminada y primorosamente pavimentada hacia el fracaso, y un escarpado y oscurisimo camino lateral repleto de pozos, piedras, animales sueltos y policías de tránsito hacia un éxito muy modesto.
Pues bien, aquí estamos, somos tontos.
Emprendemos este camino en nuestro vehículo desvencijado, con escasa dotación de combustible, equipado con unas luces mortecinas que apenas si nos permiten distinguir una vaca de un cascote y con asientos incómodos que dejan ver a través del tapizado desteñido sus oxidados resortes.
Asi las cosas, el fracaso resulta seductor, el abandono un remanso y la pereza un mandato.
Y sin embargo aquí estamos, preparando sandwichitos y café para el viaje.
Le pedimos, estimado lector, que nos acompañe. Puede bajarse cuando lo desee, y entonces le agradeceremos por su tiempo y lo despediremos sin rencores. Pero si sigue con nosotros a pesar la incomodidad de la travesía, a pesar de que algunas veces perdamos el rumbo, a pesar de que los sandwiches se pongan rancios y el café se enfríe, tal vez, sólo tal vez, en alguna oportunidad, consigamos arrancarle una sonrisa. Lo sabemos, es una apuesta injusta. Requiere de usted tanta fe como la que nos imponemos a nosotros mismos. 
Usted decida. Nosotros haremos lo mejor posible la parte que nos toca.
Señoras y señores, bienvenidos a MEN IN BLOG. Lo mejor, por supuesto, está por venir.