El día D (segunda parte - final)



Si no la leyó aún, le recomendamos leer la primera parte de este artículo.

¡Ah de la vida..!" ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido,
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde...


Francisco de Quevedo


Creo que la emoción empaña mi vista y por eso no soy capaz de visualizar dónde está la puerta principal del edificio de varios pisos que...
Momento. No hay puerta. Imposible.
Pero real. No hay puerta. Ni principal, ni de servicio, ni siquiera esas puertitas vaivén para mascotas.
Mientras me acerco, siento el penetrante olor a humo. Pero... ¿qué están quemando ahí? Me detengo a recoger un pedazo de papel que escapó de las llamas, traído por el viento, y veo lo que podría ser parte de un... de dos... TRES!!? En el reverso de la página distingo lo que parecen orejas de conejito y las letras “B.....KS” escritas con marcador.
Tiro el infame trozo al piso. Al trozo de revista, me refiero, que planeando cae sobre el reguero de agua que se pierde en la boca de tormenta.
Sacudo mi cabeza para ahuyentar las imágenes que mi cerebro proyecta en su intención de completar ese rompecabezas fotográfico. Creo que hasta pensarlo debe estar tipificado en el Código Penal.

Además, tengo cosas más urgentes en qué pensar. Por ejemplo, cómo llegar a MIB. Sí, ya sé que estoy ahí. Es la dirección que decía el mail del Sr. Viejex, pero cómo entro...?
Miro detenidamente la pared que se alarga hacia arriba. No hay puerta, repito, ni ventanas. Bueno, quizás ésta sea la parte trasera de la sede y del otro lado... pero, qué es eso??
Veo que del paredón de 2 metros, detrás del cual proviene el humo, se asoma una cabeza.
Me escondo detrás de un árbol para observar sin que me vea. El sujeto alcanza lo alto de la tapia, revolea una pierna enfundada en un mono de trabajo (overall, digamos) y pienso: se mata.
Un porrazo desde esa altura, y se quiebra en 5. Pero, increíblemente, el individuo comienza a descender por el paredón como si bajara escalando, con una destreza nacida de la costumbre. Toca el suelo y se dirige al cruce de vías.

González. Claro! Es el famoso González!! Qué tonta... podría haberle preguntado cómo...
¿Cómo? Igual que él! Claramente la forma de entrar es la misma forma de salir. Salgo de mi escondite detrás del árbol, no sin antes engancharme la manga en una rama minúscula. Que ganas de mandarla a la mayúscula rama que la vio nacer por el daño causado a mi vestido. ¿Será posible?
Pero nada me distrae de mi objetivo. Me acerco aún más a la pared por donde bajó González, y observo que hay unos pequeños escalones tallados en ella.
Aún me cuesta creer que no tengan una puerta decente por donde ingresar a su trabajo. Enseguida recuerdo que toman agua con témpera... y todo me parece posible.

Muy decidida, entonces, me arremango lo que queda del vestido, levanto mi pie, apoyo la punta de mi botita en el escalón, le pifio, me resbalo, me doy de cara contra la pared y veo cómo mi diente rueda hasta seguir el mismo destino que la página de Playboy, hasta el Río de la Plata. El gusto salobre de la sangre en mi boca me espabila, dejo de mirar con ojos de vaca empantanada ese diente cuya reposición me costará un aguinaldo entero, e intento nuevamente llegar a destino.
Finalmente, llego al tope de la pared para darme cuenta que del otro lado sólo hay una soga con nudos equidistantes, nada de escalones. Estoy segura que el Sr. Bugman debe obligar al Sr. F a subir y bajar por acá en un esfuerzo por inculcarle conductas tipo marine. O al Sr. Pablo, por caso. No sé qué problema tiene con los intelectuales...

En fin, allá voy con actitud de Lara Croft, pero con mucho menos músculo y pericia, y termino enredada en la soga por el pie, colgando boca abajo en una posición por demás indecente. Suerte para mí, y para otros, en ese momento no parece haber otra criatura viviente en lo que parece un patio. Por lo menos visto al revés parece un patio. En un esfuerzo que puso a mis abdominables en situación de riesgo mortal, retomo posición sobre mí misma, y logro desensogarme –si existe la expresión-. Luego de tamaña hazaña... jijijiji... aña aña... jijiji... perdón, digo, luego de semejante hazaña física, aterrizo sobre mis pies, en el piso, y sin más heridas que las provocadas hasta el momento. Es decir, muchas.
Cuando me incorporo y trato que cubrirme con lo que era una prenda de vestir y de lo que ya no puede decirse lo mismo, siento un gruñido que noto va in crescendo. Intento detectar de dónde proviene ese extraño... OMG...! WTF...? S.O.S!!! Un par de animalitos de Dios, que no puedo descular a qué especie pertenecen, me muestran los dientes y... me levantan la ceja!??
Corro.
No sé bien hacia dónde. Pero corro. Desaforada, lunática y desequilibradamente corro. Y siento que los engendros demoníacos me persiguen, lo sé porque escucho sus gruñiditos agudos y sus ladriditos en 45 RPM. Corro hasta que una puerta de vidrio perfectamente limpia me frena en seco. Sé que está perfectamente limpia, porque de tan limpia no la vi. Gracias al Cielo el vidrio es lo suficientemente duro como para no haberlo atravesado de lado a lado, y sólo me llevo un moretón en la frente como recuerdo del contacto.

No sé si asustados por el ruido de mi cabeza contra la puerta o qué, pero los pendencieros esperpentos peludos ya no están. Trato de recomponerme. Respiro hondo, cierro mi puño y voy a golpear en el vidrio cuando presto atención a mi imagen reflejada.
Las botas sucias por la trepada de la pared y sin taco; las medias negras rotas en las rodillas, éstas con sangre de los raspones; el vestido roto en el brazo, que cuelga desnudo; el rimel corrido, el pelo mojado y cayendo como penosas mechas al costado de mi cara. Pero todavía tengo en la mano lo que vine a traer. Llegué y llegué con mis escritos en la mano.
Estoy segura que se me juzgará por el contenido y no por el envase.

Estoy casi segura.



Respiro hondo por última vez, y golpeo. Toc toc toc. Nada.
Pego la oreja al vidrio, ya que no se ve nada hacia adentro. Trato de escuchar algún sonido que pueda ayudar a... pero, qué es eso? Aprieto mi oreja aún más y escucho un relincho humano (¿) Pego mis ojos y trato de ver algo y veo... ese será...? Y ese otro...? Sólo alcanzo a adivinar que esa imagen borrosa con un destello animal print montada en un caballito de juguete y perseguida por otra figura con anteojos son...
Enseguida llama mi atención una silueta en túnica blanca que va caminando apaciblemente, mientras parece hablar a un interlocutor que queda fuera de mi vista, y del que sólo percibo sus brazos cruzados y su gesto de pucherito.
Más allá, se ve un gran tonel... ah, no, es... tiene que ser... el Sr. Renegado!! Qué alegría! Verlo en todo su esplendor! Su rimbombante anatomía enfundada en ese ya querido traje de Teletubbie... ahhh, esto no tiene precio. Cuando les cuente a las chic... Pe... cuidado! No, Sr. Viejex, no...!! Tarde. Veo al Sr. Renegado correr por la estancia con la cola de su traje prendida fuego.
El Sr. Mariano deja de prestar atención un segundo a las palabras del Sr. Pablo y le revolea el florero que tenía a mano. Lástima. Lástima que el Sr. Renegado no lo haya atajado y que haya terminado haciéndose añicos en una puerta cerrada que inmediatamente se abre y...
Oh... es él. No hay dudas. El grito de “Gandules!! Ineptos!! A escribir!!” no deja dudas.

Estoy a punto de golpear nuevamente la puerta de vidrio, cuando esta se corre y mi puño termina golpeando algo duro. Y negro.
Pensé que podía estar golpeando al Sr. Briks, pero no. No es su traje de Batman. Es algo más grande, más ancho, más allto... Mi vista asciende, mi cabeza se inclina hacia atrás, mis vértebras crujen y sigo sin ver el término de esa figura. Cuando pienso que voy a de cu** en el piso, siento el ruido de una respiración gutural, cavernosa, ronca.
Las rodillas y los tobillos me castañetean. Temblorosa, tiendo mi mano para saludarlo, pero se ve que no reconoce el gesto como tal, porque permanece impertérrito. Me mira de arriba abajo –de abajo a abajo, mejor dicho-, emite un sonido que sugiere una mueca de desprecio dentro de la máscara, y cierra de golpe la puerta mientras ruge un:

“Ya colaboramos”.

Vencida, agotada, dolorida, dejo el sobre con mis escritos apoyados sobre el piso y me dirijo a la soga de salida.

Antes de caer sobre la vereda del otro lado, siento el ruido de la puerta corrediza y escucho un:

“Estupendo... estupendo”


“Mamá, mamá... levantate! No tenías que ir hoy a MIB?”, escucho la voz de la cuervita por entre los velos del ensueño.
Abro un ojo, enciendo mi cerebro, me vienen imágenes, me corre un escalofrío, y vuelvo a arroparme en la cama.
Me incorporo  bruscamente cuando noto un chichón en la frente... las rodillas raspadas y un dolor generalizado en todo el cuerpo.
Me levanto y voy hacia mi pc. Abro correo. Bandeja de entrada. Nada.
Una risa me sube por la garganta a borbotones hasta terminar en una histérica carcajada, que se transforma en un salvaje grito liberador:

CULOOOOOOO...!!!!!

El Dia D



Por Jazmín


Sorpresa.
Eso fue lo que sentí al encontrar en mi casilla de correo, el mail del Sr. Viejex.
Curiosidad, después.
Y estupefacción cuando lo leí. 
Para mí, los estupefacientes los había estado consumiendo él. 


Me costaba creer lo que leía.

Los miembros de MIB se complacían en invitarme a su espacio.

Luego de alzar mi mandíbula hasta su posición natural empujándola con mi dedo índice, logré parpadear interrumpiendo el poder hipnótico de esas palabras.
¿Visitar MIB? ¿Conocer a sus integrantes? ¿Ver con mis propios ojos a esos gandu... digo, gigantes del mundo blogger a los que seguía desde hacía un tiempo y eran dueños de mi admiración?
No era posible. Debía estar soñando. Me pellizqué, como hacen en las películas, pero no, no estaba dormida. Sólo dolorida... y el moretón en mi brazo tardaría días en irse. Maldición.

Me recompuse y decidí racionalizar la cuestión. Empecemos por el principio. El mail... qué decía? Ok, nos complacemos... blablabla... lectores invitados... blablabla... escrito suyo... blabla... nuestra sede en... blabla...

Nuevamente me sentí sorprendida y,  de inmediato, ese sentimiento dejó paso a la autocomplacencia. ¿Publicar un escrito mío en su espacio? OMG... Qué grossa... Paráaaa, Chacarita... tranquila. Veamos, qué quiere esta gente? Porque papá toda la vida me dijo que siempre hay que leer entre líneas las propuestas masculinas.
Pero ya había leído por segunda y tercera vez el mail, y no había nada que hiciera suponer alguna oscura intención detrás de la misiva.

Decidí confiar en este guiño del destino, en esta oportunidad, en este reconocimiento, y encarar el proyecto con total confianza en mis atributos. O mejor dicho, en MI atributo. Porque no tendré muchas virtudes, pero sí soy voluntariosa, y cuando tengo algo entre ceja y ceja, además de depilarlo inmediatamente, no me detengo hasta alcanzar el objetivo.

Bien, el mail decía que me esperaban en la dirección de MIB dentro de... 2 días?? Oh, pero... sobre qué escribiría, no suelo tener artículos stockeados, tampoco escribo a pedido, pero... algo se me ocurriría, estaba segura.

Heme aquí, el día D.
De apurarme. Porque si no decido ya mismo qué zapatos ponerme, voy a llegar tarde, y no hay nada peor que la impuntualidad. Bueno, sí. Tal vez sea peor llegar desmedidamente temprano. Tengo que llegar a la hora señalada, jijiji, seguramente el Sr. Renegado festejaría este chascarrillo cinéfilo...  pero qué digo, qué va a festejar el Sr. Renegado si tiene menos onda que pelo lacio.
En fin.
Chequeo mi imagen en el espejo y me gusta lo que veo. Ah, claro, tengo la puerta del placard abierta y lo que veo es el poster de Catherine Zeta-Jones que tengo ahí pegado. Es un truco de autoayuda para no perder de vista lo que queremos alcanzar, etc, etc. Ok, cierro el placard, y el espejo -esta vez sí me veo- me dice que estoy correctamente vestida. Ni muy muy, ni tan tan.
Quiero parecer una mujer de mundo.  De medio mundo... cómo hago para arreglar esta cara de mojarrita recién sacada del agua??

Vestido negro básico, largo Chanel, medias... ahá, qué medias? Negras, claro. ¿Red? Nah, too much. Lisas y bien finas. Perfecto. Zapatos… qué zapatos??  Stiletto? De ninguna manera, no puedo quedar más alta que alguno de los anfitriones, sería de mal gusto, y por las fotos que he visto las probabilidades son bien ciertas. Chatitas, tampoco, deslucen el vestido. ¿Botas? Las de montar podrían... nono, definitivamente no puedo llegar con nada que se asocie a un tema ecuestre. Cuestre lo que cuestre (jijiji... el Sr. Bugman sabría apreciar el detalle leslutheriano). Pero, y botinetas? Sí. Botitas, cortas, minis, con taco alto, rojas. Listo. El touch de color.
Bien. Ya estoy.

Salgo de casa con una sonrisa, llevando un sobre con escritos, artículos varios y otras cosillas... nunca se sabe, cuando una puerta se abre...
Me paro en la esquina, sabiendo que a esta hora pico me costará encontrar un taxi libre, sin embargo, como por arte de magia, aparece uno. Lo tomo y le indico la dirección. El taxista me clava su mirada por el espejo retrovisor ni bien termino de mencionar las señas del lugar. Cada tanto, a lo largo del viaje, lo descubro dirigiéndome la misma mirada, profunda, enigmática. Para mí, es estrábico el pobre.

Tardamos unos 25 minutos en llegar a un cruce de vías... sí, raro, no? Nunca había visto que dos vías se crucen así, como una gran equis. Pero bueno, qué se yo. No soy porteña, no conozco los 100 barrios.
El taxista frena, se da vuelta por sobre su asiento y me dice:

-       Es allá, mami, en la otra cuadra.
-       Pero, señor... y por qué no me alcanza hasta allá...
-       Ah, no, vieja, mirá... ese barrio, después del cruce es jodido, vite’. Yo tengo pibes...

Me pareció que el taxista estaba exagerando y que no tenía ganas de dar la vuelta en U, ya que luego del cruce de vías, nacía la cuadra y siguiendo un diseño semicircular, volvía a terminar en las vías.
Era de mañana, había sol, qué podía pasar?

Luego de pagar la tarifa –bien salada que salió la vueltita-, me dispongo a bajar del auto, asomando primero mi pierna derecha enfundada en las medias negras y por un segundo pensé en esas películas donde se abra la puerta de la limousine y... PLOP!!
Pero... taxista hijuna... y la rep...!!!! No me da tiempo a acomodarme que sale arando el muy turro!!! No, no, no!! Ah, divina! Las medias rotas en las dos rodillas, amoroso todo!!! Ojalá te pise un treeeen...!
Suspiro profundo. Varias veces. Entre los nervios que tengo y las medias rotas... casi me vuelvo a casa. Pero como dije, mi único atributo me sostiene: la voluntad, inquebrantable, férrea... porfiada, bah.
Me saco el abrigo y lo llevo colgando de mi antebrazo de manera tal que me tapa los huecos en las medias que dejan al descubierto los raspones de las rodillas. ¿Será de dió? Me dispongo a cruzar las vías y un segundo antes de avanzar, me golpea un ventarrón de repente, que me hace tambalear al mismo tiempo que me aturde un “quetrén-quetrén... quetrén-quetrén”. ¿Qué era? ¿El tren bala...!!? Pe... de dónde salió?? Casi me vuela la peluca! Alcanzo la vereda todavía con el corazón desbocado en el pecho, y al dar el segundo paso, me quedo trabada.
Pero qué catz...?? No puedo creer. El taco de la bota enganchado entre dos baldosas. Enganchado no, clavado, clausurado, perdido. ¿Qué hago? No puedo dejar la bota entera! Tirón y sigo sin taco, qué mier... Pufffff. Lástima que dejé de fumar. Este es el momento para prenderme un quebracho colorado.

No puedo aparecer así. Humm... por algo me considero una mujer de recursos. Sí, trabajo en  Recursos Humanos, pero no me refiero a eso. Tengo imaginación, pensamiento lateral, inteligencia emocional, y la remismísima madre que lo tiró de las patas!! No queda más remedio que sacrificar el otro taco, así, al menos no caminaré cojeando.
(Nota mental: tener más cuidado en la elección de las palabras si llego a estar en presencia del Sr. Briks)

Sigo por la vereda, tratando de advertir la altura de la calle en la chapa ovalada de esa casa y observo una mano femenina y regordeta, que abre las persianas de una ventana en el primer piso.
-       Señora! Hey, señora, buenos días! Sería tan amable de...
SPLAAASH...!!

Fría. El agua del balde estaba fría.
No me explico por qué alguien tiraría un balde de agua a la calle, salvo para confirmar que hoy todos los astros están en mi contra!! La mano desaparece tan rápido que no me da tiempo a preguntar ni a mandarla a la... La planchita. Media hora pasándome la planchita, y ahora parezco Zulma Lobato con peluca  morocha.

-       Señor, señor, por favor, buenos días. Podría...?

El hombre que asoma su cabeza por la puerta entreabierta de la casa contigua, me mira revoleando los ojos. No sé si está teniendo convulsiones o si quiere decirme algo.

-       Enfrente. Enfrente. –me dice sin dejar de revolear los ojos.

Trato de seguir su mirada para descubrir hacia dónde apunta su gesto, pero es imposible. Termino dando una vuelta de 360 grados y cuando vuelvo a mirarlo ya no está. Enseguida algo llama mi atención. Enfrente, detrás de una tapia, se elevan una llamas que... llamas? Viejex!! Síiii...! Llegué. Tiene que ser ahí.


Continuará

MIB, Episode I: The Phantom Menace





Lugares comunes


Miro fijamente una gota que cuelga de la tubería. Yo sé que está perdida, que su sentencia de muerte está firmada por Newton. Pero ella insiste en resistir, agarrándose desesperadamente de la hendija que la sostiene. A medida que su cuerpo se hace más voluminoso, su bamboleo cada vez más frenético -milimétricamente frenético, pero aún así- no hace más que patentizar su terrible e irremediable destino de suelo. Finalmente, se desprende. La veo caer. Sigo su trayecto hasta que explota en el piso, diluyéndose en lo que ya ha adquirido el status de charco.

El estallido de la gota parece despertarme. Miro alrededor. Nada. La luz mortecina del monitor se proyecta sobre este oscuro sótano que cariñosamente llamamos 'redacción'. Nada. Mariano en Tonga septentrional; Bigud en tongo excepcional; Briks en tanga infinitesimal y Renegado en algún lugar de Kenia... sensacional. Nada. Ni siquiera los gritos del Amado Líder desde la puerta pidiendo que trabaje más. Nada. Los que quedaron al parecer fueron más listos que yo. F aprovechó el intersticio para rendir materias de una carrera que empezó cuando era un hombre libre, y la quietud de los detectores de humo indica que Viejex tampoco está en el edificio. Nada. Sólo yo.

Pero ¿sabe qué? Si todos están tan empecinados en visitar lugares excéntricos, en un acto de rebelión yo le propongo que hoy visitemos los lugares comunes. No, no el palier. Hablaba metafóricamente. No, tampoco del SUM. ¿Tiene SUM usted? En fin, hablo de analizar ciertos refranes o frases que hemos escuchado infinidad de veces, aunque sin ahondar nunca en su significado. Significado que no logramos dimensionar. Significado que...no, no están en Swahili, están en castellano. Se han puesto demasiado pretenciosos.


1) "Más vale pájaro en mano que cien volando".


Imagine que está recostado sobre una ladera contemplando un atardecer. La naturaleza le susurra al oído sonidos lejanos de aves; imperceptibles cantares de insectos. La suave brisa mueve levemente el esponjoso pasto que lo recibe, mientras una bandada de pájaros se recorta contra un enorme sol anaranjado.

Ahora imagine que a su lado descubre una infesta paloma. A 30 centímetros suyo se ubica el orgulloso portador de toda clase de virus, desde la peste bubónica hasta el gusto por los New Kids on the Block. Usted, siguiendo un mandato invisible, toma a este animalejo por las patas, mientras este le retribuye con un batir de alas que se asemeja al acto de pintar la cerca del señor Miyagui después de consumir 25 pastillas de éxtasis. Sazona el revoloteo con unos incómodos y dolorosos picotazos que -intuye usted sagazmente- tienen por objetivo recordarle su violación de la libertad individual y de la convención de Ginebra. Al tiempo que usted trata de que el bicho picotée otro lugar menos doloroso y es contagiado de gripe ovolactovegetariana, piensa nuevamente: "¿seguro que es mejor pájaro en mano que cien volando?". Astuto.


2) "Fue un desnudo muy cuidado".


Cuando una vedetonga quiere apartarse de la imagen de ser más fácil que la tabla del uno y acercarse a la de "artista", suele esgrimir esta frase. Ahora, yo me pregunto ¿qué diablos quiere decir? ¿qué sería exactamente un desnudo "cuidado"? ¿un par de eunucos amonestando al fotógrafo con cara de libidinoso o reprimiendo los ataques del iluminador intemperante? Por otro lado, ¿qué constituiría un "descuido" para alguien que ya está completamente desnudo? ¿un pedazo de lechuga entre los dientes?


3) "No mata ni a una mosca"


Quienes esto sostienen desconocen las dificultades de dar muerte a ese tipo de insectos. En general se utiliza para afirmar la bondad de una determinada persona. Ahora, si no le logra apuntar con el matamoscas se es espástico o poco hábil, concedo, pero no bueno. Y si no le da para comprar Raid será pobre, sin dudas, pero nunca bueno. Quizás el tipo es Belcebú vestido de jogging, pero trata de agarrar las moscas como el citado señor Miyagui. O se trata del Aleister Crowley contemporáneo, pero resulta que es ciego. Y pobre. Así que no puede saber donde anda la mosca ni comprar Raid.


4) "Me gusta pensar que este logro es un poco de todos".


¿A que no saben quién se lleva el crédito?


5) "Andá a burlarte de tu abuela".


Si se trata de repetir la burla cambiando el destinatario habría que decir que, por su misma búsqueda de defectos personales, las burlas suelen ser intransferibles. "Tiraste una masita" puede agraviar a quién le atajaron un penal, a mi abuela solo la hará mirar al piso, confundida. Ni hablar de otras vejaciones del estilo "manejás como mi abuela" o "tomás como una señora", que solo conseguirán aumentar el nivel de confusión de la respectiva abuela.

Por otro lado, si lo que se trata es de desviar el foco vejatorio, me parece muy lamentable agarrárselas con una mujer de 80 años que maneja despacio y a quién a veces se le caen las masas.


Y eso que usted parecía ser un chico regio.


Kuwaokoa ya! (*)

No hay caso. Todo lo tengo que hacer yo. Ya no sé si es simple incompetencia o un conato de rebelión (y les aseguro que lo primero me preocupa mucho más que lo segundo), pero les he ordenado con palabras claras y firmes a los Señores Bigud y Briks que rescataran al Señor Renegado y no hicieron nada, ya sea anteponiendo excusas de carácter logístico o ignorando olímpícamente mis directivas . Ya me van a escuchar. Hasta que se les caigan las orejas, me van a escuchar. Mientras tanto, voy a por el Señor Renegado. Yo mismo. En persona. Un Amado Líder nunca debe dejar a  sus gandules en la estacada. Y el Señor Renegado es el único que todavía me demuestra cierto respeto, además.







Considerando las dificultades de conseguir un vuelo directo a Nairobi y la premura del caso, decidí contratar un avión privado, algo sencillito y económico. Me decidí por un Gulfstream G550, con la tripulación mínima necesaria : piloto, copiloto, tres azafatas, una masajista sueca y mi profesor de golf, porque estoy un poco preocupado por mi tendencia al slice en las salidas y eso afecta mi concentración.


Día uno

Llegamos a Nairobi luego de un vuelo interminable que no estuvo exento de problemas (a la altura de Angola, por ejemplo, se acabó el Bollinger Blanc de Noir y tuve que conformarme con un Dom Perignon de lo más corriente) e inmediatamente fui a entrevistarme con el Presidente Mwai Kibaki, que escuchó atentamente mi relato acerca de la necesidad de encontrar al Señor Renegado, mi pedido de apoyo logistico, mi sugerencia de que la Fuerza Aérea Kenyata se uniera a la búsqueda y mi elogio a los sandwichitos de okapí que me ofrecieron durante la reunión. Tal vez por el hecho de que, por una cuestión elemental de cortesía, me dirigí a él en todo momento en suahili (y debo confesar que aprendí el idioma durante el vuelo leyendo un diccionario, y probablemente mi pronunciación no fuera del todo correcta), o porque tenía otros asuntos en mente (durante la entrevista hubo tres intentos de magnicidio, dos ejecuciones sumarias, una estampida de rinocerontes y la celebración del Día Nacional de la Tapioca), Kibaki, como toda respuesta, se encogió de hombros y me dijo "bahati nzuri" (**).
Esto me dejó muy preocupado: estaba librado a mi suerte, y el Señor Renegado a la suya, que a su vez dependía de la mía. Inmediatamente alquilé una camioneta, llamé a Rubén, mi profesor de golf, y nos fuimos a jugar 18 hoyos al Alfajiri Villas, donde también establecí mi base de operaciones. Un hotel modesto, ciertamente, pero mi determinación me impulsaba a hacer esos sacrificios.
Luego de los 36 hoyos (es que el día estaba lindo, y dimos dos vueltas), Kerstin, la masajista sueca, me aplicó todos sus conocimientos. Quedé dormido sobre la camilla. Había sido una larga jornada.


Día dos

Me levanté muy temprano, con una inquebrantable voluntad de acción. Quise salir inmediatamente a buscar al Señor Renegado, pero Kerstin insistió en que desayunara debidamente y tomara otra sesión de masajes para estar en plena forma. Me pareció razonable. Quién sabe los peligros que debería afrontar en las próximas horas, mantenerme fuerte y descansado era un imperativo en esas condiciones. A eso del mediodía ya estaba listo para partir, cuando Rubén me interceptó muy entusiasmado diciendo que había descubierto la causa de mi slice, y me mostró un video de nuestra vuelta del día anterior, en donde se podía apreciar un pequeño error en mi grip. Maldición, tenía que probar eso, o no me lo sacaría de la mente, y en esas condiciones no podría realizar misión de rescate alguna. Nos fuimos a la cancha, y en apenas 12 hoyos dominé la técnica, pero en vez del slice ahora tenía un desagradable hook . No hubo alternativa, tuve que quedarme toda la tarde practicando.
Se hizo de noche, y hubiera sido inútil emprender una búsqueda en esas condiciones. Me fui a dormir sin cenar. Sin cenar en el restaurante, digo, me hice enviar la cena a la habitación. La de Kerstin también.


Día tres

El espartano régimen que venía llevando estaba haciendo mella en mi constitución física, y no pude levantarme hasta bien entrada la mañana. A pesar de las protestas de la sueca, que ya se había tomado en forma personal el asunto de mantenerme en forma, apenas si me tomé dos horas para el desayuno, y me dirigí a la camioneta que había alquilado con toda la intención de partir al rescate del Señor Renegado. Pero el conserje me paró en seco, y me informó que no era posible salir del hotel: había una revolución. Me alarmé, ese tipo de cosas supone un período de inestabilidad política, violencia y disturbios que nunca se sabe cuánto tiempo puede durar. Sin embargo, en Kenya sí se sabe, dura exactamente un día, y las revoluciones se producen todos los miércoles, a no ser que caiga en un feriado. "¿Entonces el gobierno cambia todos los miércoles?" pregunté al conserje, que sonrió y dijo "No, las revoluciones nunca triunfan, son una cosa simbólica, un simulacro. El presidente Kibaki las instituyó para desalentar las verdaderas". Agradecí la información, y me dispuse a pasar todo el día encerrado en el minúsculo complejo turístico a orillas del Océano Índico. Pero no perdí el tiempo. Nada de eso. Luego del almuerzo, una pequeña siesta y un masaje, y tras una rápida pasada por el  frugal SPA (apenas un poco de sauna y una ducha escocesa), hice distribuir una fotografía del Señor Renegado por todas las habitaciones, con una leyenda en nueve idiomas que decía "¿Ha visto usted a este hombre? Comuníquese por favor con el xxx-xxxxx" (el número de mi teléfono celular).
Cuál no sería mi consternación al darme cuenta de que me había dejado el teléfono celular en Buenos Aires.
Esa noche, para ayudar a recuperarme de la decepción, Kerstin me hizo un masaje especial. Tres, a decir verdad.


Día cuatro

Apenas abrí los ojos, me dije : "Hoy sí. Hoy, la odisea del Señor Renegado llega a su fin". Con este único propósito en mente, desperté a Kerstin (es que compartimos habitación, para abaratar los costos) y bajé a desayunar. En el lobby , un sonriente presidente Kibaki me dio los buenos días. Se había enterado de mi afición por el golf, y me invitaba a jugar unos hoyos. No pude negarme, lo que menos necesitábamos en ese momento era un incidente diplomático. Sin embargo, convirtiendo la demora en una oportunidad, mientras desayunábamos antes de la partida le hice una apuesta: si le ganaba, él pondría a mi disposición todos los helicópteros de la Fuerza Aérea Kenyata para ayudarme en mi operación de rescate, amén de cierta cantidad de tropas por si acaso. Si perdía, en cambio, Kerstin le daría un masaje (ella asintió en silencio, qué admirable mujer, qué vocación de servicio).
Perdí.
Resulta que en Kenya las reglas el golf son ligeramente diferentes a las de Saint Andrews. En este país el Presidente tiene un hándicap igual al doble que el par de la cancha. O sea, si por ejemplo el Mandatario hace 150 golpes en una cancha de par 75, termina con un score de cero. Ni siquiera haciendo 18 hoyos en uno se le puede ganar. Y claro, no los hice. Otra regla kenyata es que el Presidente puede tomar la pelotita e introducirla en el hoyo con la mano. Curiosidades vernáculas. Hice el intento de solicitar un ejemplar de las Reglas Locales, pero catorce de los treinta guardaespaldas que nos acompañaron durante todo el recorrido me apuntaron al mismo tiempo con sus fusiles automáticos, así que opté por aceptar todo en silencio. Ante todo, el golf es un deporte de caballeros.
La expresión en el rostro de Kerstin cuando se alejaba con el brazo de Kibaki rodeándole la cintura me partió el corazón. Qué mujer. Qué abnegación. Qué par de piernas.
Muy deprimido, me fui a dormir casi sin cenar. Apenas comí unos pocos camarones, un poquito de faisán y unos sorbos de Chateau Lafite.

Mañana. Mañana voy a rescatar al Señor Renegado. Seguro, seguro. Después del desayuno, y de consolar un poco a Kerstin, salgo. Esta vez, nada me detendrá.  ¡Resista, Patefuá, resista! ¡Voy por usted!





(*) ¡Al rescate!, en suahili.
(**) Buena suerte, en suahili.

HAKUNA MATATA




UN FRACASO

Eso fue este viaje.
Una seguidilla de hechos lamentables.

Para empezar, no hay Dios que lo haga cambiar de parecer al Sr Bigud respecto de su convencimiento sobre mi supuesta apropiación de unos viáticos que jamás vi; luego, fuimos eliminados – una vez más – en cuartos de final por el equipo Alemán, al menos me quedó la peluca que me afan…compré, para ir a la cancha, se la voy a llevar al trasquilado líder de regalo y por último, el mencionado Sr Bugman ha celebrado no sé qué arreglo comercial con un hotel de la región y se nos ha informado que debemos grabar una publicidad en medio de la sabana africana. Él insiste en que las hienas que se utilizarán han sido adiestradas pero me pareció que reía. No sé si buscaba imitar el sonido de uno de esos pintorescos animalitos o realmente algo le causaba mucha gracia.
Al parecer con eso costearemos nuestro pasaje de regreso.

PERO NO TODO ES MALO !

perdimos al Sr Renegado…

Nooo, cómo se le ocurre? No estoy diciendo que esto sea algo bueno, sólo me había olvidado de enumerarlo antes. Tampoco nos olvidemos del Sr Mariano cuyo paradero es incierto mas no su futuro. Han llegado noticias a la redacción que darían cuenta de su próximo enlace con un fornido indígena de no sé dónde.
Que lástima que no sepamos dónde está, de lo contrario le avisábamos que ahora se puede casar en la Argentina
Le decía, no todo fue malo; mi corta estadía en estas tierras me enriquecieron de diversas maneras…QUE NO SR BIGUD, QUE YO NO ME QUEDÉ CON SUS VIÁTICOS !! hago referencia al intercambio cultural.
Dormir en el suelo, comer en el suelo y hacer todo en el suelo me permitieron descubrir las bondades de la Formicofilia, por ejemplo
Una sola nubecita oscurece el sol de mi primavera formativa.

El idioma.

Hay tantas lenguas y dialectos diferentes que resulta imposible comunicarse con fluidez. Existen tribus donde incluso los integrantes de una misma familia hablan distintas jergas. Es éste, creo yo, el principal motivo por el que estas tierras se encuentran en constante conflicto.
La comunicación lo es todo

Mi problema estuvo resuelto gracias al Español

No, no me refiero a mi lengua natal.
Hablo del hincha español que saludó a los Holandeses al término del encuentro que los consagró campeones


Ahí mismo advertí que existen gestos universales que permiten que uno entienda a su interlocutor esté donde esté.
Vayamos a un ejemplo práctico:

Si yo le hago así 

Ud sabrá que le estoy pidiendo un café, pero si además le hago así


Entenderá que lo quiero con leche.
Es facilísimo

Sin ir más lejos… (estoy en Africa, en medio de la nada, qué más lejos quiere que vaya ??)… el dominar el idioma gestual es lo que me permitió sortear con éxito mi encuentro con Mwajuma. Se acuerda ?


Abeeku con sus esposas Aisha, Yejide y Masika. abajo Nquelaya, madre de Abeeku y Mwajuma, hermana de Yejide y mi prometida. La más chiquita se llama Yenifer (con Y).

Pero me estoy yendo por las ramas ! (Una costumbre muy popular entre los babuinos locales).
Ni bien me topé con ellos (con Abbeku y su familia, no con los monos) empecé a hacer toda clase de gestos


Es que me puse nervioso.

Molestos por la manera en que me había marchado, sin dar explicaciones, mi familia africana utilizaba un cerrado dialecto doméstico, valiéndose de dos aldeanos para que me tradujeran – con gestos – sus intenciones
(agradecemos la participación del elenco estable del grupo “el hipopótamo cojo”, que gentilmente se ofrecieron a recrear mi encuentro con Abeeku)

GESTOS:


Estaba claro que Abeeku me quería regalar un collar y Aisha una muñequera, mientras que Yejide y Masika, inclinadas para el lado de la gastronomía, me ofrecían un helado – la primera - y un sándwich, la segunda de ellas.
Mientras que mi prometida, con movimientos pélvicos, me invitaba a bailar.


Todo era fiesta.

Con un poco de culpa rechacé los convites,


lo que fue tomado de buen grado por las damas que, no obstante, insistían en invitarme a comer


Para no ser descortés les pedí que me colocaran todo en una cesta para así comerlo más tarde


Mientras que mi prometida continuaba bailando.

Cosas de la edad.

Abeeku, aparentemente molesto por algo que le había entrado en el ojo,

Le indicó a sus interpretes que me invitaran a unirme a la danza de Mwajuma


Cosa que volví a rechazar, pero no de buena manera, debo reconocerlo


La culpa es de los nativos. Los intérpretes


Estos muchachos, con sus pinturas y sus gestos, me recordaban aquello que más odio en el mundo (después de los zapallitos rellenos y de los conductores que van a 2km por hora,  por el medio de la calle, para acelerar justo cuando el semáforo se pone en amarillo dejándote a vos con el colorado y mascullando insultos)

a los MIMOS !!
Gentilmente, representándolos a cada uno de ellos con un puño cerrado, les pedí que guardaran silencio


Algo que, inexplicablemente, molestó de sobremanera a Abeeku


Por lo que le pedí un minuto


Para aclarar cualquier malentendido.


Lo dicho, la comunicación lo es todo. Pongámoslo así…


Apenas logré huir con vida y realmente no creo que pueda volver por este lugar en mucho, mucho tiempo.

Me despido con una imagen inquietante que me mando una ex que actualmente trabaja en la embajada de Alemania, en Buenos Aires.


Esta foto fue tomada el día que nos eliminaron del mundial
Curioso…

Mientras veo cómo hago para volver, les dejo mi grito de guerra !!






Resista Sr Mariano !!


Miserias mundiales



Acápite: Final de la aventura sudafricana. Remordimientos. Bronca.




La vida, estimados amigos, está repleta de sorpresas. Algunas de ellas agradables y otras desagradables. Así son las cosas, y nadie tiene el poder de cambiarlas.

Resulta que Buana, aquel fornido morocho contratado por el Amado Líder para asistirme en esta penosa aventura sudafricana, se ha revelado como un individuo sumamente competente. Una vez confirmada nuestra sospecha de que las entradas provistas por la administración del blog eran apócrifas urdió un arriesgadísimo plan para ingresar al estadio camuflados en el seno de la barra brava de Boca Juniors. Y así lo hicimos, no una sino dos veces. Tanto en la victoria ante el equipo azteca, como en la trágica jornada ante el combinado teutón. Es cierto que las particulares circunstancias que rodearon ese ingreso me colocaron de cara al oprobio de tener que entonar varios cánticos en contra del club de mis amores, pero debo decir en mi defensa que la mayoría de las veces hice solo la mímica. Es decir que realicé todos los gestos y ademanes requeridos por las ingeniosísimas estrofas de aquellas canciones, colocando el puño cerrado en la boca mientras inflaba la mejilla izquierda con la punta de la lengua, frotando con insistencia el dedo índice de una mano entre el índice y el pulgar de la otra dispuestos en forma de anillo e incluso agarrándome los genitales sin el más mínimo rastro de pudor. Pero no pronuncié una sola palabra.

En fin… pequeños sacrificios que suele demandar el profesionalismo.

El tema es que ha llegado la hora del regreso, y yo aún no pude solucionar algunos detalles bastante preocupantes.

Según el último informe de Buana, el Señor Renegado se encuentra perdido en una aldea masai en algún lugar de Kenia. Cómo llegó a esa conclusión es un asunto ajeno a mi competencia, pero le creo. En cuanto al Señor Briks, estima que ya dilapidó todos nuestros recursos, y que los gastos totales de su estadía conducirán al Amado Líder –más temprano que tarde- a la triste decisión de hipotecar el inmueble que hace las veces de redacción. Eso también se lo creo.

Ahora mi fiel ayudante despliega en el suelo de la choza un imponente mapa del continente africano, y con la yema de su dedo índice dibuja un sinuoso sendero que atraviesa Zimbabwe, Mozambique y Tanzania, para detenerse sobre un punto colorado en el norte de Kenia.

No comprendo su propósito.

De pronto alza la cabeza y me dice: “Beloved Leader sei iu and mi gou to resquiu Mister Renegado”.

Ahora sí comprendo su propósito.

Me aferro a mi valija con todas mis fuerzas y replico lo siguiente: “No, pará, pará Buanita… como está la situación yo ya no estoy para resquiu a nadie. No tengo un mango, y encima no puedo cambiar la fecha del pasaje. La oficina de Botswana Airways no tiene teléfono”.

Se produce un breve intercambio de ideas, pero finalmente Buana comprende que no hay dinero para su sueldo y accede a seguir mis instrucciones. Solo entonces quito mi dedo del punto que señala en el mapa al Aeropuerto Internacional de Johannesburgo.

Mientras subimos la valija al taxi suena el teléfono de la choza. Del otro lado del auricular se oye la voz difusa del Señor Pablo. Dice algo acerca de un donativo que llegó a la redacción. No se le entiende nada. Según parece le dio el papel al empleado de la limpieza, pero menciona otro apellido. Así no se llama el de la limpieza. Así se llama un primo segundo del Amado Líder.

La comunicación se entrecorta, y mientras intento sacar algo en limpio, Buana emite varios alaridos desde el taxi. Ya no puede mantener a las hienas a raya sin mi ayuda; son más de ochenta, y solo tenemos un palo de escoba. Tengo que colgar. Espero que el Señor Pablo no estuviera diciendo algo importante.

Salgo, pego un chiflido y arrojo a un pastizal el último bife de suricato que nos quedaba. Las hienas se lanzan sobre él, y entonces aprovechamos para escapar a toda velocidad. Así de simple y así de complejo a la vez.

No puedo evitar sentir pena por tener que dejar atrás al Señor Renegado. Y bronca por la actitud egoísta del Señor Briks, eso también. Pero siento más pena por uno que bronca por el otro. Se ve que soy un buen tipo.

Así termina la etapa sudafricana de esta pequeña aventura. Ahora solo queda por delante un viaje de veintitrés horas con tres escalas costeado por la infinita generosidad del Amado Líder, y una dura batalla en la redacción para obtener los reembolsos correspondientes.

Solo una cosa tengo clara: Esta vez no me voy a dejar sobornar con los folletos de Brasil 2014 que reposan sospechosamente sobre el escritorio de Su Calva Santidad.

Ya tuve suficiente de estas benditas ‘Promociones MIB’.


Tengan ustedes muy buenas noches.

Síndromes

Buenos Aires, Oficinas Centrales de Kag & Onos. Miércoles, 15:23 hs

Maldini,  de pie frente al escritorio de Beatriz, recibe de ésta algunas indicaciones




Beatriz: ...y después de llenar este formulario, firmálo y dejálo acá.
Maldini: Bueno, perfecto... ¿nada más, milady?
Beatriz: ¿Eh?
Maldini: Pregunto si "su alteza" desea algo más...
Beatriz: ¿Que te pasa, mamerto?
Maldini: Me pasa que pretendo que me hables bien
Beatriz:¡Te hable bien!
Maldini: Bien como el tujes, me hablaste...
Beatriz: Te hablé bien, te digo
Maldini: Y yo te digo que me hablaste peor que mal
Beatriz: Es tu palabra contra la mía
Maldini: ¿Y? ¿Acaso eso quiere decir que tenes razón?
Beatriz: Exacto


Maldini hace una mueca de disgusto, mientras se aleja del escritorio y se dirige al propio. Al pasar el de Ramírez, éste le habla, sin levantar la vista de sus papeles:

Ramírez: Nada que hacerle, Maldini, no se puede contra el síndrome SPM
Maldini: Je, tenés razón, no se puede contra el SPM. Pero fijate que se dice SPM o Síndrome PM, sino estarías diciendo "Síndrome Síndrome Pre Menstrual...¿entendés?

Ramirez deja lo que estaba haciendo y con expresión divertida se dirige a Maldini.

Ramírez : Tendrías razón si yo me refiriera al Síndrome Pre Menstrual, pero yo me estoy refiriendo a otro: el síndrome Siempre Pierde Maldini, papá...


¿Y ahora qué le pasa?


Queridos lectores, sepan disculpar si este texto está escrito algo a las apuradas.. rindo un final en exactamente 13 horas, 57 minutos y 23 segundos, y estoy al horno

y 19 segundos.. FUCK!

Encima acá estamos todos (bah, los que nos quedamos en el país) bastante revolucionados.

Entre que Yoni y Briks siguen de partuza en Sudáfrica, y Renegado está en algún lugar de Kenia, y que no estamos seguros de a quién le dio Pablo el cheque con la donación para rescatarlo al pobre Renegado, Su Inmisericorde Calva está que trina. En serio. Deberían ver lo bien que le sale.

Así que imagínense lo que me revoleó cuando me atreví a pedirle un día por los finales.

No, eso no.

Algo más grande. Y con más puntas.

Auch.

En fin.

Como encargado del área de internacionales del MIB, quedé a cargo de coordinar el rescate de Renegado.

Como primera medida, le sugerí a Bugman que llamara a sus amigos noruegos, pero lo descartó de plano. Aparentemente, los noruegos se derriten con temperaturas de más de 30º.

Así que.. estoy en mi oficina, con la varita de Harry Potter, tratando de traerlo.

Por ahora, sin éxito.

Logré que apareciera una escoba, un telletubbie (el violeta. Lo ahuyenté con la escoba) y una vaca flacucha. Seguiré intentando.

13 horas y 46 minutos.. peladylareconquetemil....

En fin. La pregunta de hoy:

La herrrmosa Ladymarian nos preguntó, hace un tiempo, lo siguiente:

Qué tengo que hacer para que no me llamen más ofreciéndome promociones, cambios de planes de diferentes servicios, participar en encuestas, etc.???? Tengo habitualmente 2 o 3 llamados diarios.
Me han llamado hasta desde la cárcel! (colgué inmediatamente, claro!)

Milady, perdón por la demora..

Pregunta complicada si las hay, la suya.

A ver.. 13 horas 39..

me faltan 6 unidades..

eh..

PLAN A:

Si quien la llama es una persona real, putee. Nunca falla.

Plan B:

Si es una máquina, conteste completamente al azar. No va a hacer que dejen de llamarla, pero aunque sea va a alterar la encuesta. Algo es algo.

Plan C:

Si es IBOPE midiendo el rating, diga que está viendo Canal 7 o Encuentro. Nunca jamás la llamarán de vuelta.

Plan D:

Si llaman desde la cárcel, atienda diciendo "Seccional 28, buenas tardesssssss"

Plan E:

Desconecte el teléfono.


Buenas noches!

(13 horas y media.. qué puedo decir..si apruebo, realmente, va a ser de CULO!!!!!!!)

Me las estoy viendo negras

Sigo aquí en Kenia, en una aldea Masai, camuflado como uno de ellos, intentando sobrevivir.
Si no sabe como llegué a estar metido en este predicamento, haga clic aquí.
Si lo sabe, a ver si se pone las pilas y busca la forma de ayudarme. No sea insensible.


Bueno, en primer lugar les aclaro que voy a escribir rápido porque no se cuanto tiempo me va a durar la poca carga que le queda a la batería de mi notebook, así que disculpen si el texto les parece un poco desordenado.
Además tengo que apurarme porque para mi sigue siendo un riesgo importante el que alguno de los otros miembros de la tribu justo me vea escribiendo, se dé cuenta de que mi “tabla para cortar la carne” no es lo que yo dije que era, y a raíz de ello, se aviven de que yo no soy quien dije ser.
No quisiera averiguar lo que piensa esta gente de los impostores.

Ahora puedo volver a escribir casi por milagro les diría, porque la semana pasada la batería se agotó y me quedé incomunicado y aislado del mundo civilizado.
Como se imaginarán acá no llegan diarios, ni revistas, ni hay televisión y, la verdad, uno se siente un poco solo.
Por suerte el otro día, en un arrebato de iluminación, se me ocurrió ponerla (a la batería obvio. De eso estoy hablando) arriba de una piedra al rayo del sol toda la tarde a ver si así lograba infundirle un poco mas de vida. Me acuerdo que de chico hacía eso con las pilas y funcionaba.
Gracias a eso, y de puro culo nomás (si, dije "culo". Total ya estoy re jugado), un poco se recargó así que ahora ni bien termino esto, con un poco de suerte voy a poder ver como le está yendo a la Selección.
Supongo que ya estaremos en semis. Por lo menos una alegría voy a tener, aunque sea a la distancia. Lástima que me lo esté perdiendo.

Pero bueno, la cuestión es que durante todos estos días que estuve sin batería y, por ende, sin un pomo que hacer, no me quedó mas remedio que seguir adaptándome a lo que es vivir aquí entre los Masai y tratar de mimetizarme lo mas posible con ellos.
Y déjenme decirles que no es nada fácil.


Tampoco es nada fácil el vivir esperanzado y estar constantemente pensando en que la gente que supuestamente a uno lo aprecia se está preocupando por conseguir los medios para venir a rescatarlo, y ver que los días pasan y pasan y pasan y, valga la redundancia, no pasa nada.

Pero ese es otro tema. No quiero hablar de eso.

Igual, que se yo, no es que quiera ser reiterativo o que me esté obsesionando, pero a medida que pasa el tiempo uno se va poniendo mal y empieza a pensar cosas locas como que ya lo olvidaron, o que directamente se están haciendo los giles, y sin darse cuenta termina fantaseando con poder volver sorpresivamente, ir a buscarlos y matarlos a todos por garcas. De maneras horribles y dolorosas. Uno por uno. Lectores incluidos. Sobre todo los que leen y no dejan comentarios. Por desagradecidos. Y vagos.
Pero, no sé, uno piensa mucho estando acá solo.

Lo único que espero es que no vayan a ser tan nabos de pensar que me vine para acá disfrazado de Teletubbie, o de Barney, o de Bob Esponja, o de alguna de esas cosas ridículas que siempre piensan que estoy personificando, y estén buscando algo parecido a alguno de esos bichos en lugar de buscar a una persona.
Son capaces. La verdad no me extrañaría, teniendo en cuenta a la pelota que le dan a lo que yo escribo (porque, si mal no recuerdo, en mi anterior entrada aclaré que estoy disfrazado como un aborigen Masai, y hasta les mandé una foto).
Pero no, no creo que estén pensando eso.
Además deberían saber que habría que estar loco para andar vestido con algunos de esos disfraces con el calor que hace acá. Y mas sabiendo que en cualquier momento te podés cruzar con un aborigen que probablemente pensaría que sos un demonio o algo así, y no dudaría en atravesarte de un lanzazo y/o flechazo (en el mejor de los casos, si anda de buen humor).

Pero bueno, volviendo a lo que es vivir con esta gente nativa, como dije antes, no es fácil.
A medida que van pasando los días, la cosa se me va complicando cada vez mas.
Primero, porque esto de tener que retocarme el tiznado a cada rato para mantener el personaje es un trabajo constante y muy estresante.
Sucede que como acá hace bastante calor, transpiro mucho y, por ende, me destiño.
Afortunadamente, me puedo dar cuenta de que algo no está bien cuando los morochos medio que me empiezan a mirar raro y a murmurarse cosas entre ellos.
En ese momento sé que tengo que hacerme el sota y buscar una excusa para salir corriendo, meterme en mi choza (porque me dejaron construir una choza propia. Acá las hacen con ramas, hojas y un adobe preparado con barro y excremento de vaca. Es re lindo estar acá) para prender un fueguito y volver a tiznarme todo.
No es que sea difícil hacerlo, pero no saben como me está quedando la piel de arruinada.

Por otro lado, otro tema difícil es el de la comida.
Acá se come lo que se caza, y se caza cualquier cosa que ande por ahí.
Ayer, por ejemplo, tuve que comer un pedazo de puercoespín chamuscado, con una guarnición de raíces y dos o tres gusanos.
No estuvo tan mal, sobre todo después de probar el omellette de culo de mono que me dieron el primer día.
Y esto es casi siempre así, a pesar de que los Masai también crían ganado.
Unas vacas medio flacas, medio peso lástima, que tienen mas hambre que ellos, pero es lo que hay.
De hecho acá el status lo da la cantidad de vacas que tenga cada hombre.
Uno con menos de 50 cabezas es considerado pobre, así que imagínense que yo, que no tengo ni una, estoy considerado mas o menos como una laucha miserable y para ganarme el sustento tengo que pastorear vacas ajenas (Ni acá me salvo de trabajar. Debe ser una maldición que tengo).
Bueno, lo curioso es que a las vacas raramente las matan para comer. Mas que nada las usan para sacarles la leche y la sangre.
Si, la sangre. Así como lo leen.
Les pegan un flechazo en la yugular, le sacan como un litro de sangre y después la dejan ir a la pobre vaca a que se recupere.
A esa sangre la mezclan con la leche y toman eso. Bueno, tomamos eso. Dicen que da fuerza. Y no se puede vomitar porque hacerlo se considera de poco hombre.
Y como se imaginarán es preferible morirse del asco o de la intoxicación a que estos muchachos te consideren poco hombre, así que tengo que tomar ese brebaje bastante seguido (porque encima parece que me ven medio enqulenque y me lo preparan día por medio).

Y ya que menciono esto y como todo tiene que ver, otro tema jodido es el del baño.
Como seguramente habrán escuchado acá en África no hay bidet. Bueno acá en la aldea tampoco.
De hecho tampoco hay inodoros. Ni papel. Ni agua.
Básicamente lo que no es choza es baño, y uno tiene que arreglárselas al natural y acudir a lo que ofrece la madre naturaleza.
Y la madre naturaleza será muy sabia y todo lo que quieran, pero también raspa bastante.

En otro orden de cosas, déjenme contarles que también tuve un intento de fuga hace unas semanas.
Fue cuando tuvimos la visita de un contingente de turistas.
Sabía, porque algo leí sobre África antes de viajar, que era algo bastante común que las empresas de viajes hicieran safaris y traigan turistas a interactuar con las tribus locales, así que albergaba la secreta esperanza de que uno de ellos llegara hasta este lejano lugar.
Y aquella tarde, así fue.
Cuando ví llegar el jeep, casi lloré de alegría. Y digo casi porque me cuidé de no hacerlo para no desteñirme, por la dudas.
Fue un momento increíble. Pensé que estaba salvado, que finalmente ese era mi boleto de regreso a casa.

Lamentablemente la ilusión me duró poco. Tanto como hasta que me di cuenta de que todos los que venían eran turistas franceses. Y obviamente que ninguno de ellos venía por mi.
Para peor ninguno hablaba castellano. Ni siquiera ingles.
Si hubiera habido uno que aunque sea hablara ingles por ahí me salvaba porque algo hablo, pero no. Todos hablaban francés.
Y no hablo muy bien el francés.
Quizás por eso me agarró un ataque de desesperación y quise hacerme entender repitiendo lo único que sé decir en francés, así que medio con cara de loco y tirándoles de la ropa les gritaba “¡¡Patefuá patefuá!!”, pero esos turistas roñosos no solo no me entendían sino que, encima, se me cagaban de risa.
Creían que los estaba jodiendo.
Para peor, los muy vivos hasta me bautizaron así: “Patefuá”.
Después cuando me querían sacar fotos me decían (en francés) “A ver Patefuá ponete allá o ponete acá” y “Patefuá esto, Patefuá lo otro”.
Patético o mío.

Encima, como si no me sintiera ya lo suficientemente humillado, tuve que “actuar”, porque los Masai, que de boludos no tienen un rulo, para cuando vienen los contingentes turísticos tienen como un acto preparado porque de esta manera se aseguran de que les dejen cosas de regalo (plata, algo de comer, objetos decorativos que después intercambian con otras tribus y cosas así).
El acto consiste en vestirse con sus ropas de guerrero, ponerse en fila o en círculo y empezar a dar saltos. Es tipo una danza o algo así. Y los saltos son bastante impresionantes. Saltan como un metro de altura.

Acá hay una foto de nosotros en pleno acto, tomada por uno de los turistas.

Yo tuve que hacerlo también para no descubrirme, pero obviamente mis saltitos eran, lisa y llanamente, vergonzosos. Se me reían hasta las vacas.
Encima tenía que aguantarme a los turistas señalándome como diciendo “Mirá Patefuá, mirá Patefuá” mientras se doblaban de las carcajadas.
Fue un papelón.
Y un papelón peligroso porque los Masai como que me empezaron a mirar con desconfianza, seguramente porque nunca habían visto a un miembro de su tribu tan torpe y con tan mal estado físico que no pudiera dar dos saltos pedorros sin acalambrarse y quedarse sin aire.
Lo único rescatable fue que, por lo menos, a los franceses les caí simpático y me dieron algunas monedas, un caramelo y media botellita de agua.

Por fortuna, en un momento mientras todos estaban distraídos viendo el final del espectáculo, pude ver una oportunidad de escapar y, aún a riesgo de ser descubierto y poniendo en peligro mi vida, aproveché y corrí hasta el jeep para ver si encontraba el teléfono que le dan al guía para casos de emergencia.
Lo tomé y, casi con desesperación, temblando de los nervios sabiendo que cada segundo contaba, marqué el número del lujoso hotel que nos había reservado el Amado Líder.
Como fue una llamada de larga distancia tuve que llamar por cobrar, pero sabiendo que la reserva se habría hecho para tres y suponiendo que el Sr. Briks y el Sr. Bigud ya estarían allí, estaba seguro de que no tendrían inconvenientes en pagarla ya que, por ese sentimiento casi de hermandad que nos une a quienes trabajamos en MIB, estarían desesperados al notar que yo nunca había llegado a destino, ansiosos por saber de mi paradero y dispuestos a cualquier sacrificio con tal de ayudarme.

Pero nadie contestó. Mi llamado no fue aceptado.
La operadora me dijo que preguntó, pero que allí nadie conocía a un tal Sr. Renegado.

Y ya no tuve otra oportunidad, porque enseguida uno de los turistas alcahuetes gritó “Patefuá” señalándome, y el guía se me vino al humo y me arrebató el teléfono de las manos muy de mala manera, seguro pensando que me lo quería robar o algo.

Así que al final, sigo acá.

Desde ese día sigo albergando la esperanza de que llegue otro tour, pero con esto del Mundial vaya uno a saber cuando viene otro.

Y después de todo lo que pasó, la verdad ya no se cuanto tiempo mas me van a aceptar acá en la aldea.
Me parece que empiezan a sospechar algo y en cualquier momento me dan el olivo.
Si tengo suerte, claro.

Por eso, si pueden agilizar algo el temita este de mi búsqueda se los voy a agradecer.
Digo, antes de que sea tarde.

En serio. Me parece que no me queda mucho tiempo.

Quien sabe. Esta quizás sea mi última entrada.


No sé si me queda mas batería, o futuro, así que por las dudas, quiero dejar algo dicho.
Algo sumamente importante.
Algo que quiero que sepan.
Algo que tal vez sea lo mas importante que pueda decir en un momento como este.

Lo que quiero decir es que est





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