"Poncho"



Un gaucho un tanto... especial.




Media tarde. Pulpería de un alejado pueblito del interior donde, para algunas cosas, el tiempo parece no haber pasado.
En el ambiente se respira la nativa tosquedad de la clientela habitual.
En algunas mesas, unos gauchos disputan bravos partido de truco* y mus, entre gritos y carcajadas, mientras se toman unos tintos en pequeños y pobremente limpios vasos de vidrio grueso, acompañándolos con unos generosos sánguches de mortadela en pan casero.
Algunos otros fuman tabacos en silencio, perdidos en sus pensamientos. Otros paisanos simplemente observan los juegos, mientras beben una ginebra o una caña.
Afuera, bajo los árboles, algunos otros se enredan en un torneo de taba.
Los gruesos gritos de “¡Quiero retruco!” y “¡Mate y venga canejo!” retumban en el vasto silencio de las pampas.

De repente, el lejano y reconocible sonido de un ciclomotor (el único del pueblo) que se acerca, interrumpe la escena.
Las conversaciones cesan de golpe. Algunos rostros se transforman.
Unos denotan incomodidad. Otros, directamente una inocultable ira. Alguien resopla con fastidio. Todos observan con gesto adusto hacia la entrada del boliche.
El ruido del motor se detiene y, segundos después, la campanilla de la puerta quiebra con su tintineo el incómodo silencio que ha ganado el salón.

Hace su entrada el gaucho Amador Delsoto, mas conocido en el pueblo como “Poncho” (según dicen las malas lenguas, el apodo viene porque cuando arrecia el frío del invierno pampeano, mal que mal, todo gaucho se lo puso).
Luce una impecable bombacha color salmón, cinturón de rastras con una riñonera encima, modernas alpargatas en color gris perla con suela de goma, una camisa cuadrillé y pañuelo anudado al cuello, color fuxia.
Su pelo está, como siempre, perfectamente engominado y peinado bien hacia atrás, y su tupido bigote prolijamente recortadito.
Es parecido a Freddy Mércury, pero con dientes mas chicos.
El recién ingresado cliente camina hacia la barra, moviendo exageradamente la cadera y medio arrastrando la punta de los pies en cada paso.
Toda la clientela lo sigue con la mirada, en silencio.

-Buenaaaaz ¿Qué tal bartender? dice en un tonito que irrita de inmediato a la paisanada, mientras se apoya con los codos sobre el mostrador arqueando, quizás demasiado, la espalda.
El pulpero lo mira entre desconcertado y medio molesto.
-¿Qué le sirvo paisano?- pregunta secamente mientras seca un vaso con un trapo algo mugriento.
-Mmmmm… Un dikiri de frutiya plizz- responde Poncho con voz suave.
-¿Lo que?- pregunta el gaucho que atiende.
-Un daikiri de frutiya ¿Qué? ¿No hay?- replica Poncho con una sonrisita pretendidamente seductora, mientras hace descansar su mentón entre sus manos.

Uno de los clientes que observaba la escena pierde la paciencia y medio se le abalanza mirádolo fijo y desenvainando su facón, con la evidente intención de achurarlo. Otro lo detiene y se lo lleva para afuera a la rastra.

-Acá hay vino, ginebra, caña, y cerveza ¿Qué va a querer?– responde el despachante de mala manera.
-Ay ¿Pero que claze de pub ez ezte? ¡Oh my God! Ziempre lo mizmo en ezte pueblo- suelta el poco viril paisano. Luego da un suspirito -Bueno, a veeerrrrr (se muerde ligeramente el dedo índice moviéndose levemente hacia un lado y al otro, mientras mira la estantería)… ¡Ay no zeee!... Yo quería daikiri (hace como un pucherito)… Bueno, dame entoncez una zervezita bien frezquita ¿Zi?

El pulpero lo mira con desprecio, sin disimulo, mientras se agacha para sacar la cerveza de la heladera

-Ay, dizculpame buen mozo ¿De cazualidad no tenéz cerveza light, no?- pregunta Poncho.

El tipo le hace que no con la cabeza, le destapa una cerveza común y le acerca un vaso.
Poncho mira el vaso, arruga un poquito la nariz, saca de su riñonera un pañuelito tissue y le limpia cuidadosamente los bordes.
Luego se sirve muy delicadamente la bebida, bebe un sorbito, hace “Ahhhhhhhhh” y se da vuelta, con los codos apoyados en la barra y mirando a la clientela.

Todos lo miran de reojo y siguen con lo suyo, algo intranquilos.
De a poco, el lugar retoma su ritmo habitual.

En un momento, uno de los gauchos que estaba jugando un truco de cuatro se para, abandonando la partida.
-¡Pero no me dejes ahora Tidoni! ¡No seas maula! ¡Falta una mano sola che! ¡Tengo perdidos muchos patacones y necesito compañero para seguir jugando canejo!- le dice Ayala, uno de los gauchos mas recios del lugar, que era su compañero de juego.
-Disculpame Ayala, pero me tengo que volver pa’ las casas. Me espera la china y se m’hizo tarde. Además tengo que sacar a varear los pingos. Otra vez será compadre- responde el gaucho Tidoni mientras se pone el sombrero.
-Si no tenés compañero el partido termina y la plata se pierde Ayala. Esto es asi– acota uno de los jugadores de la pareja contraria -¿Querés llamar a otro gaucho a ver si te segundea la parada?
-¡A ver!- grita Ayala poniéndose de pie –¿Quien se viene a la mesa a jugar un truco por plata? ¡Me falta un compañero canejo!
Algunos se miran entre si pero no responden.
Otros directamente lo ignoran.
-¡¡Vamos canejo que acá tengo la quincena invertida, mierda!! ¿Alguno quiere jugar?- insiste a los gritos el duro paisano.

-Yo me puedo zumar- se escucha decir a una vocecita algo aflautada.

Todos hacen silencio. Alguien tose.

-¡A ver si algún gaucho de ley me hace la segunda dije! ¡Vamos canejo que acá hay plata en juego!– vuelve a gritar Ayala haciéndose como que no escuchó el anterior ofrecimiento.

-¡Aiaaaa! ¿Por qué zeguiz gritando?- reitera Poncho acercándose a la mesa -Te dije que yo puedo jugar.

Ayala maldice entre dientes mirando al piso, pero sabe que acepta el ofrecimiento o pierde lo invertido.

-Bueno, tá bien. Sientesé paisano. Es la última mano. Tiene que poner cien pesos nomás. El resto está jugado. Truco de cuatro. Vale flor- le informa resignado mientras retoma su lugar en la mesa.
-¡Aayyy buenízimo! ¡Me encantan laz florez!- exclama Poncho con entusiasmo, mientras se acomoda en la silla con la espalda bien derechita y las piernas juntitas.

El resto de la clientela se acerca y rodea la mesa para ver la partida. Se dejan oír algunos murmullos.
Uno de los contrarios reparte las cartas, apenas aguantando la risa.

A Ayala le tocan el dos de oro, el tres de espadas y el ancho de bastos. Piensa en las señas que tiene que pasar y se empieza a poner nervioso.
Poncho recibe sus cartas, las mira, y lo empieza a mirar fijamente a los ojos.

-Pongo la primera ¿Tiene algo para el tanto? Si tiene voy allá- dice Ayala con voz de macho.
-Tengo una puntita– responde Poncho en un tono medio libidinoso y con voz para nada varonil –Venga tranquilo paizano, que yo acá tengo algo para que no ze quede dezamparado.

Ayala lo mira mal. Se canta le envido. Poncho canta veintiocho de mano.

-¡Bien caracho!- dice Ayala mientras, sin pensarlo debido al entusiasmo, le manda la seña del dos –Voy con esa.
Poncho abre los ojos muy grandes, luego los entrecierra.
-¡Ay zi, venga con ezo cuando quiera!- responde mientras se muerde lascivamente el labio inferior.
Ayala amaga a jugar su carta pero se detiene.
-¿Tiene eso?– pregunta creyendo que su compañero le estaba pasando una seña.
-¡Tengo ezo y mucho maz!– responde Poncho humedeciéndose un poquito los labios con la lengua.
-¡Póngala usté entonces!– replica Ayala, carraspeando y visiblemente incómodo -Yo voy pa’ la segunda.
-Venga cuando quiera. Primero la pone uzted. Después la pongo yo... A mi me guzta de cualquier forma– contesta Poncho con una gran sonrisa y en tono de estar hablando de cualquier cosa, menos de cartas.

Se juega la primera. Ayala juega igualmente su dos. Uno de los contrarios juega un siete de bastos. Poncho juega el as de copas. Ayala le lanza una mirada de furia.

-¿Usté sabe las señas paisano?- pregunta Ayala apretando los dientes –Hay que pasarlas con claridá ¿Tamo?
-Okis- se apresura a responder Poncho, y en cuanto los contrarios se distraen mira fijo a Ayala, acerca su mano cerrada a un costado de su boca y la empieza a mover hacia adelante y hacia atrás mientras coordinadamente apoya su lengua contra el interior de su mejilla.

Ayala se hace el boludo y carraspea nervioso mirando de reojo para todos lados.
En ese momento, la pareja contraria mata al dos con el siete de espadas y gana la primera.

-¡Ahijuna! ¡Ya saltó el siete bravo!– grita Ayala intentando desviar la atención nuevamente al juego.
-¡Zi ezo te pareze bravo, no zabez lo que ez el mío!– acota medio por lo bajo Poncho mirándolo muy fijo.
Los de la pareja contraria lo miran a Ayala como conteniendo la risa.
-Eeeehhh… ¡¡Voy yo con la segunda canejo!!– grita Ayala con la voz mas varonil que puede poner, apurando las cosas y poniéndose muy colorado.
Pone el tres sin pasarle la seña a Poncho para no empeorar la situación.

Ganan la segunda.

Hay que jugar la tercera, que definirá la mano.
Tiene que hacerle saber a Poncho que tiene el ancho de bastos pero, siendo la seña un guiño de ojo, teme que se pudra todo.
En tanto, Poncho lo mira fijamente y le sonríe como entusiasmado.

La partida sigue.
Ayala transpira como testigo falso. Poncho no le saca los ojos de encima.

-¡Váyase al mazo paisano!- le ordena Ayala con autoridad a su compañero -Esta la juego yo solo.
A Poncho se le borra la sonrisita de golpe. -¡Ay nooo! ¿Por queee? Zi yo también eztoy jugando- le retruca poniendo trompita.
-¡Que se vaya al mazo le digo canejo!- grita Ayala nervioso.
-Nop- responde Poncho inflando los cachetes -Primero me invitaz y dezpuéz no me querez dejar jugar maz ¡Zoz malo!

-¡¡Jueguen de una vez maulas!!– grita uno de los contrincantes algo impaciente y molesto por la escenita.

-¡Zi no voy a jugar maz me voy ya mizmo!- amenaza Poncho.

-¡Si se va tu compañero la mano se termina y ganamos por abandono Ayala!- amenaza el adversario.

Ayala transpira. Jadea. Se muerde los labios, muy nervioso. Lo mira a Poncho que lo sigue mirando fijo, pero ahora con carita de ofendido.

-¡¡Truco carajo!!- grita Ayala.

-¡¡¡Quiero retruco!!!- responde enérgicamente el oponente.

-¡¡Yo quiero zeguir jugando!!- grita Poncho con una vocecita chillona.

-¡¡¡Quiero vale cuatro!!!– retruca Ayala con vehemencia.

-¡¡Yo me voy!! ¡¡Zi no puedo jugar maz, yo me voy!!- insiste Poncho haciendo berrinche y poniéndose de pie.

Ayala lo mira como para matarlo. Piensa en la plata invertida en la apuesta y se arriesga. Le guiña el ojo repetidamente a Poncho, haciéndole saber que tiene el ancho de bastos, para que se deje de joder.

Poncho abre los ojos y la boca, mucho, dando como un gritito sordo, con gesto de felicidad.

-¡Ayyy tontoooo! ¡No me digaz que me eztabaz haziendo un chizte!- grita Poncho exagerando una risita histérica.
-Si, si, bueno, era un chiste- contesta Ayala que lo único que quiere es que el gaucho trolo se vaya al mazo para terminar la partida y recuperar su plata -¡Ahora igual váyase al mazo mierda!
-¡¡¡Que no!!! ¡O juego o no juego!- grita Poncho ofuscado –¡Al final ziempre ez igual con voz. Primero me llamáz y dezpuéz me gritáz que me vaya!

Se hace un momento de silencio sepulcral. Todos los ojos se posan en el recio Ayala.

-¿¡Eh!? ¡¿Pero que dice paisano?!- exclama el gaucho medio ahogándose con saliva y mirando para todos lados intentando esbozar una risa que le sale muy falsa –Si yo a usté lo acabo de conocer.
-¿A zi?- responde Poncho cruzándose de brazos -¿Y haze un mez cuando me llavazte a tu rancho y me hizizte la c…
-¡¡¡¡Pero que decís mariposón pelotudo!!!- interrumpe Ayala fuera de si, arrojando su carta sobre la mesa, poniéndose de pie y llevando la mano a su facón.

-¡JA! ¡Perdiste Ayala! Tiraste la carta boca abajo. Es carta jugada y te fuiste al mazo- grita uno de los oponentes.

-¡¡¡NO!!!- grita Ayala mirando la mesa.

El otro contrincante juega el dos de espadas. Todo depende de la carta de Poncho.

-¡¡¿¿Usté que tiene ahí??!!- increpa Ayala rojo de furia, a su compañero de juego.
-Tengo el corazón roto y ez por tu culpa- responde Poncho en tono melodramático.
-Me parece que tiene roto algo mas que el corazón este paisano jua jua jua- acota uno de los gauchos que estaba mirando.
-Voz cayate que también noz conozemoz bien eh- le dice Poncho mirándolo a los ojos.
-¡¡¡Pero cayate maricón maula!!!- grita el paisano aludido, abalanzándose sobre el incendiario y delicado jugador. Ayala lo detiene en seco.
-¡¡Momento!!- grita amenazante –¡¡Déjenlón que juegue mierda!! Y mas vale que que tenga algo como la gente porque sino se pudre el rancho… ¡¡Juegue carajo!!.

Poncho se queda un instante con su carta presionada contra su pecho y poniendo trompa, con cara de enojado. Luego mira alrededor. Todos están expectantes. Finalmente se encoje de hombros y pone el cuatro de copas sobre la mesa.

Ayala se quiere morir ahí mismo.

-¡¡¡¡Tanto quilombo para eso pedazo de maricón!!!!- le grita ofuscadísimo y con los ojos inyectados de sangre. Luego lanza un alarido, saca su facón y se le va encima.
Poncho da un gritito y rápidamente saca de su riñonera un tubito de gas pimienta con el que rocía generosamente el curtido rostro del gaucho.

Ayala da otro grito, pero ahora de dolor, mientras arroja cuchillazos a ciegas.

Los otros gauchos miran de manera amenazante a Poncho llevando las manos a sus respectivos facones.
Poncho en un arranque de histeria comienza a rociarlos a todos mientras sigue gritando como una niña, con lo cual se arma un despelote bárbaro, con gauchos cegados que se pelean entre si, sillas que vuelan y vasos que se estrellan.

Aprovechando el tumulto, Poncho sale corriendo (y gritando), se sube rápidamente a su ciclomotor y huye por la calle principal del pueblo.

Luego se lo ve pasando para un lado y para el otro, perseguido por un grupo de gauchos a pie que lo siguen agitando sus puños, en cámara rápida, mientras de fondo suena la musiquita de Benny Hill.



Fin.



*Nota: Para aquellos que nos siguen desde otros paises y/o planetas, y no tengan ni idea de como se juega al truco en parejas ni de como son las señas, y por consiguiente no le hayan encontrado gracia a la mayor parte del texto, pueden cliquear AQUI y aprender algo sobre este típico juego argentino.
Si aún así continúan sin encontrarle gracia al artículo, bueno... lo siento, es lo que hay.

Si hay otras palabras que no entienden, para eso está Google. Yo no soy su mami para explicar todo.

MIB: la tira - 21