Motivación
Es necesaria cierta disciplina mental para ejercer el pensamiento crítico y poder analizar los fenómenos que se nos presentan en la vida diaria desde una óptica racional y científica, evitando así caer en la ingenuidad antes mencionada.
Y además jugaron con ellos. (Si quiere saber cómo, empiece por aquí).
Las vedettes al poder
Conclusión: la vedettes están más buenas que los políticos.





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El honor del superpancho
"Il honore del superpancho sta posto"(3) pensé.
(3) Paráfrasis de lo que dice Tom Hagen a Petrangeli en la película "El padrino II" cuando finaliza el juicio a Michael Corleone: "Il honore della famiglia sta posto"( y que significa, más o menos "El honor de la familia está en su sitio")
Aniversario
Acápite: Cumpleaños número treinta y siete. Código de procedimiento. Beneficios. Frases célebres. Astucias y maquinaciones.
Aclaración previa: Mi cumpleaños es el 12/05. Sin embargo la gente de Blogger (a instancias, supongo yo, del Amado Líder) decidió secuestrar el escrito por 24 horas y obligarme a publicar un día 13. Un viernes 13. Lo hago porque soy macho. Y porque recibí una carta documento de la administración (una vez más, el Amado Líder) instándome a reponer el artículo, dejando de lado mis costumbres y creencias más íntimas y profundas.
A lo nuestro.
Resulta que hoy es mi cumpleaños número treinta y siete, y si bien ello no repercute positivamente en mi ánim…
¿Cómo dice?
Ah, muchas gracias. Es cierto, no los aparento, pero esa es la realidad. Estoy más cerca de los cuarenta que de los treinta.
Bien. Decía que más allá de que esta circunstancia no repercuta positivamente en mi ánimo, no todo es desazón y tristeza. Según entiendo, el solo hecho de formar parte de la plantilla estable de MIB acarrea una serie de beneficios que se hacen efectivos en cada nuevo aniversario del natalicio, y que de ningún modo pienso dejar pasar sin presentar el debido reclamo. Le juro, está en el contrato. Por acá lo tengo, espere un minutito, a ver…
Bueno, mientras lo busco le cuento que en rigor de verdad no se trata de un contrato propiamente dicho. Es más bien un código de procedimiento que en su momento juramos observar para que nos fueran devueltos nuestros documentos de identidad. Tiene 3714 artículos. El código. Es que el Amado Líder no cree en los contratos, y a su vez le gusta estar en todos los detalles.
Ya lo expresa él muy claramente en su célebre frase: ‘Los contratos otorgan derechos, en cambio los códigos imponen conductas; Señor F, deje ese florero en su sitio, hágame la caridad’.
Ignoren la última parte. Ocurre que es una frase salida de la boca del Amado Líder, y yo no soy nadie para mutilar una de sus oraciones.
¡Acá está!
Transcribo la parte pertinente del mencionado libro, para que vean que no miento.
SECCIÓN V
TÍTULO IV: DE LOS ANIVERSARIOS, FESTIVIDADES Y OTRAS DILACIONES INNECESARIAS
Capítulo II: Los cumpleaños de los gandules.
Artículo 1273: El gandul que tuviera la ocurrencia de cumplir años en uno de los siete días laborables de la semana será excusado de escribir su artículo si la fecha de esa obligación coincidiera exactamente con la del mencionado aniversario. Sin embargo deberá concurrir a la redacción y cumplir con su horario normal y habitual.
Artículo 1274: El gandul cumpleañero podrá criticar las políticas de la administración y/o cualquier otra cosa que considere pertinente durante cinco minutos. Para ello podrá sentarse en el sillón del Amado Líder y exigir su presencia durante la alocución. En ese lapso queda dispensado de la utilización del banquito.
Artículo 1275: El Amado Líder deberá seleccionar a uno de los seis gandules restantes para que prepare la torta del homenajeado, bajo pena de ser recluido en el sótano por tiempo indeterminado.
Entiendo que la letra fría del código es suficientemente clara en lo que a mis derechos concierne. Pero claro, con un sentido de la oportunidad que resulta altamente sospechoso, el hombre se fue de viaje. Y no conforme con ello, tomó la precaución de no revelar el destino elegido.
Qué casualidad. Con esta escapadita pulveriza el único artículo (1274) que podía aportar algo de felicidad a mi espíritu alicaído. ¡Estaba dispensado del banquito señores! ¡Del banquito!
¿Cómo que no sabe qué es el banquito?
El Amado Líder, con esa cosa medio inglesa que quiere imponer en la redacción (siempre toma té a las cinco de la tarde y se la pasa jugando a la batalla naval en el despacho), nos obliga a pararnos en un banquito para expresar nuestro descontento, porque esas cosas no se dicen con los pies en suelo de la redacción. En fin… sin palabras.
Tendría que haber visto venir la maniobra. Ya lo expresa él muy claramente en su célebre frase: ‘Un gandul contento es un gandul que tiende a la improductividad; Señor Pablo, deje de mirar al techo mientras les hablo y preste atención, caramba, que después me golpea la puerta para preguntar cosas que ya expliqué en su debido momento’.
Ignoren la última parte de la frase. No puedo mutilar una oración del Amado Líder, y como pueden ver el tipo tiene la costumbre de meter mucha coma, punto y coma y ni un solo punto.
Y qué decirles sobre el –a priori- estimulante artículo 1275. Acabo de recibir un mensaje de texto del Señor Renegado advirtiéndome que al elegido del Amado Líder se le quemó la torta. Es cierto que no reveló el nombre del cocinero frustrado, pero tampoco tengo demasiado que pensar. Parece que el malogrado postre quedó irreconocible. Negro como el carbón.
Sin embargo me queda un as en la manga. Sí, adivinaron. El buen artículo 1273 regresa al centro del tablero para reivindicar el honor de los oprimidos. La fecha de mi obligación coincide exactamente con la del aniversario en cuestión, así que ni loco pienso escribir un artículo para que el prófugo se regodee en frente d… ¡UN MOMENTO!
Maldito calvo abusador…
Y bueno, otra vez caigo víctima de sus astucias y maquinaciones. Ya lo expresa él muy claramente en su célebre frase: ‘Embárreles uno o dos beneficios y se largarán a escribir como los chorlitos que son; a ver Señor Briks, díganos de qué se ríe así nos reímos todos, cuente el chistecito, y que no sea una pavada como la de la última vez; todavía no entiendo por qué Megan Fox le dijo al carnicero que la bola de lomo no estaba tierna como su pavito, y mucho menos las risas de sus compañeros’.
Ignoren la última parte de la frase.
Tengan ustedes muy buenas noches.
PS: En el blog de Mona y en el de eMe se desarrolla una historia fantástica. Magnífica. Electrizante. Inolvidable. Y claro, no podía ser de otra manera, dado que el papel protagónico corresponde a uno, varios o todos los titulares de este humilde espacio virtual. Epopeya Negra los mantendrá al borde del asiento desde el comienzo hasta el final. Vayan y lean, hatajo de inconstantes.
PS2: Otra virtud de Epopeya Negra es que constituye una prueba contundente de que los muñequitos que publicamos hace un tiempo se podían armar perfectamente. Una vez más, hatajo de inconstantes. Ni que fuera el cubo Rubik.
Detective de maceta.
El señor F. TEMIBLE OPERARIO DEL RECONTRAESPIONAJE!
Buenas noches, queridos lectores. O buen día, o buenas tardes, vaya uno a saber.
Tal vez alguno de ustedes se acuerde de mí. Tenía una sección en esta página, hace algún tiempo...
¿no?
...
No, señora, ése era Mariano.
Sí, anda bien, yo también hace mucho que no lo veo.. pero creo que bien, eh.. sigue haciendo los photoshops esos.. sí, si lo veo le mando saludos, no se preocupe.
En fin. Es lindo volver.
Les decía que hace un tiempo yo estaba encargado de la sección de informaciones de este blog, o algo así. La idea era que yo contestara las preguntas de ustedes, los lectores, para generar algo así como sinergia, que es una cosa muy linda que siempre se promueve pero nadie termina de entender del todo qué es. Son como mil puntitos de luz que avanzan hacia una dirección tal formando algo más grande que ellas (*). Pero, en retrospectiva, más que mil puntitos de luz fue algo así como un tubo fluorescente titilando. En un subsuelo. Lo que viene a ser una descripción bastante acertada de mi oficina, a decir verdad.
El día de hoy, voy a alejarme un poco del formato. Quiero salir a la calle, investigar. Tomar aire fresco. Y un poco de agua. Y ver si consigo comida. Y ropa.
Así que voy a ayudar a un querido lector, y amigo, el joven-de-espíritu Kleptómano Arístocles Papanicothinaikos. El turco, para los amigos. Aunque él prefiere que lo llamemos "Cleto". No sé por qué.
El turc... "Cleto" tiene gustos medio raros. Es de esos que creen que todo es coleccionable. Y que todos los objetos del mundo merecen ser parte de su colección. Especialmente los ajenos.
Su criterio es "Si no está atornillado, me lo puedo llevar". Convenientemente, también es coleccionista de tornillos, lo que le facilita bastante las cosas.
En fin. El turco estuvo recientemente por Buenos Aires, y se dedicó a engrosar su colección de tapas de alcantarilla, alumbrado, y afines, y me pidió que lo ayudara a catalogarla. Me dijo que varias de las tapas tenían siglas desconocidas, como "CIAE", "SegBA", "ENTel", "CHADE" y "OSN"...
En un principio, pensé que el turco simplemente quería que yo saliera de mi oficina para quedarse con el tubo fluorescente, y rechacé la pregunta. Pero más tarde, cuando volvía a mi casa, mientras miraba el piso tratando de no pisar nada raro, vi una tapita de bronce.
Y decía, muy claramente, CIAE.
Ahora, si las compañías de electricidad son "Edenor" y "Edesur", y la del gas es Metrogas, y las telefónicas son "Telefónica y "Telecom".. qué era esto?
Cuando le fui a preguntar a mis cofrades gandules del MIB, el señor Briks me miró con cara de extrañado y siguió con lo suyo. Claro, él es de Bahía Blanca, no tiene ni idea de lo que le estoy hablando. Los demás, ante la sola mención de Entel, se pusieron a resoplar, a descomponerse y a decir que esas cosas por suerte ya no existen, que no deberían haber existido y que yo tendría que estar agradecido por no conocerlas.
Gente rara.
Decidí recurrir a una instancia superior: El Amado Líder tal vez pudiera iluminarme con la luz iridisciente que emana su Ilustre y Lustrosa Calva. Pero cuando le mencioné a Su graciosa Alopecia la palabra "Entel", y le pregunté qué era y si funcionaba bien, soltó su amado smartphone, lo miró preocupado y me sugirió amablemente que saliera de su oficina antes de que encontrara su fusta.
Claramente, esta gente sabe algo terrible y no me lo quiere decir. Tal vez soy muy joven como para averiguarlo. Después de reflexionar profundamente sobre el tema, llegué a la conclusión de que esas tapitas no son más que puertas, escondites de sociedades casi clandestinas que están difundidas por toda la ciudad, y, tal vez, por qué no, por todo el continente.
No sé a ciencia cierta qué representa cada una, pero podemos aventurar algunas hipótesis:
SegBa (o SEGBA) tal vez quiera decir:
Sindicato de Enanos, Gremlins, Banshees y Afines: Al abrir esas pequeñas puertecitas pegadas al piso o a las paredes de las casas, se liberarían esas bestias infernales (Adheridas a las 62 organizaciones peronistas) para marchar junto a Perón y el Pueblo por la Liberación Nacional. Por las dudas no lo abro. Si lo veo a Lunaretti le paso el dato.
pero ojo, que tal vez sea la
Sociedad de EGólatras de Buenos Aires: Un poco más inofensiva, pero bastante más densa.
Hay otra chapita bastante más rara, que dice CHADE.
El hecho de que haya muy pocas de estas chapas sólo puede querer decir dos cosas:
O el Turco se las afanó todas, o la sociedad que las ponía era muy limitada.
Tal vez quiera decir lo siguiente:
Círculo de Hombres Adictos a las Descargas Eléctricas: Algo de sentido tiene. El mito urbano dice que los electrodependientes (también conocidos como pikachuófilos) que sentían la urgencia de descargarse, se desahogaban abriendo esta caja y tocando el cable correcto, que les proporcionaba una carga de 220 de la buena. En ese caso, también se entiende que haya pocas... ya no deben quedar muchos pikachuófilos. Las nuevas generaciones prefieren adicciones más novedosas y menos violentas. Otro triste caso más de valores que se pierden.
Otra fuente, sin embargo, sostiene que CHADE era la Cofradía de Hermosos Agujereadores De Edificios; un grupo de modelos que tenía el fetiche de violentar casas con una maza. O, como dice la fuente, le "daban masa a la casa"Para tapar sus acciones, los viviendófilos cerraban los agujeros con estas puertecitas, que además, servían para "marcar territorio".
(creo que esto no es mi área. Le voy a preguntar a Briks si le interesa investigar el asunto)
La más obvia, por supuesto, es ENTel. Esa sigla sólo puede significar una cosa:
Ente Nacional de Teletransporte.
Dado el estado nervioso que presentaron los gandules y el Jefe cuando les pregunté al respecto, puedo suponer que en determinado momento, o tal vez desde el principio, Entel colapsó, y los pobres inocentes que abrieron esas tapas pensando en llegar a su destino sólo encontraron cuartos oscuros y alcantarillas, haciendo que cientos o miles de personas desaparecieran antes de que la gente se diera cuenta de qué estaba ocurriendo.
O algo así, qué se yo.
Por último, está la más misteriosa: la CIAEEsta está en todas partes. En edificios modernos y antiguos. Incluso hay baldosas con ese logo!!! Debe haber sido (o acaso, ser?) una asociación muy poderosa.
CIAE puede querer decir, por ejemplo:
Comisión Inter Americana de Entelequias: un grupo de pensadores que en todo el continente se dedica a investigar y conseguir el fin último y perfecto de las cosas. atrás de las tapas, estaría el sentido de la vida. (Habría que encomendarsela a Pablo)
Club de Inquilinos Atrasados con las Expensas: Atrás de las chapas, habría un teléfono con una línea directa, que comunicaría al inquilino que esté siendo acosado por el dueño con una línea directa que le proveería de excusas frescas y originales.
La desventaja estaría en que las tapitas (y, por lo tanto, los teléfonos) están instalados sobre la vereda, por lo que no podrían ser usados discretamente.
Sin embargo, hice un descubrimiento sorprendente. A lo largo de toda la ciudad de buenos Aires, este logo se repite.. no solo en tapas y en baldosas, sino en edificios enteros, de un estilo románico-lombardo muy particular. Algunos ocupan varias manzanas, mientras que otros son relativamente pequeños, más chicos que una casa. Vean.
Por lo tanto, supongo que en realidad, CIAE quiere decir Castillitos Italianos de Aspecto Espeluznante.
Buenas noches!
(*)Sí, usted está sentado leyendo esto de los mil puntitos y pensando que yo estoy en cualquiera. Lo loco de esa frase es que era una de las muletillas de campaña de un candidato a presidente de los Estados Unidos. Y que el tipo ganó las elecciones.
Uno como cualquiera II... o sea, otro
Wilson Papelongui, un tipo que quiere ponerle onda a la vida pero no le sale.
(Si se está preguntando el por qué del título, es porque el primero fue esssste).
Son las seis de la mañana, y suena el despertador.
Papelongui despierta, se despereza y realiza todos los menesteres habituales de quien abandona la calidez de la cama y se dispone a comenzar un nuevo y rutinario día.
Al momento de vestirse, y luego de mas o menos veinte minutos de deliberaciones mentales, finalmente, y como está de buen humor, decide usar una corbata de colores alegres para que haga contraste con la impecable camisa blanca que se propone estrenar.
-Hoy tengo ganas de cambiar- piensa alegremente Papelongui -Así que en lugar de desayunar mi habitual té con galletitas, voy a prepararme un buen desayuno, pues el desayuno es la comida mas importante del día ¡Claro que si!-.
Entonces va a la cocina y se prepara un café con leche bien cargadito, cuatro tostadas con bastante manteca y mermelada, dos huevos revueltos, un sándwich tostado de jamón y queso, un yogur y un buen vaso de jugo de naranja exprimido.
Cuando todo está listo, enciende el televisor, se acomoda en la mesa y desayuna mientras mira el noticiero.
Al terminar, limpia todo como corresponde y se prepara para salir.
Estando a punto de abandonar su hogar, siente un ataque de sed, quizás provocado por el suculento desayuno que acababa de consumir, así que antes de partir bebe un buen vaso de soda fría.
Ya refrescado, entonces, parte silbando una canción, hacia la parada del colectivo.
-Presiento que hoy va a ser un buen día- piensa Papelongui -¡Vamos todavía!-.
Sonríe.
Papelongui llega a la parada del colectivo.
En un momento nota una pequeña pelusa en su hombro que resalta en la oscuridad de su saco, así que se la quita delicadamente.
Debido a este detalle, decide por si acaso dar una ojeada general a su vestimenta para eliminar cualquier otra imperfección que empañe la pulcritud de su atuendo, cuando algo llama poderosamente su atención.
Papelongui se da cuenta de que se ha manchado la camisa con café con leche.
Y que, encima, además, la visible mancha tiene una mas que reconocible forma de miembro masculino erecto, con testículos y todo.
-¡Upa lalala, que macana!- piensa Papelongui.
Amaga con volver para cambiarse (incluso llega a dar un par de pasos) pero se da cuenta de que ya no tiene tiempo, así que lo único que se le ocurre es prenderse el saco para ocultar el vergonzoso y pornográfico manchón.
-Bueno, ahí está. Por suerte queda bastante escondida la mancha. Lástima que la mañana esté tan templadita- piensa Papelongui, que, de inmediato, comienza a cagarse de calor.
Pero eso ya no importa. No hay tiempo para hacer nada mas, porque ya viene el colectivo.
-Este pequeño contratiempo no me va a arruinar el día ¡No señor!- piensa Papelongui y sonríe.
Papelongui hace la seña para detener el colectivo.
El transporte aminora su marcha y se aproxima al cordón.
Papelongui se acerca a la puerta y pretende cancherear y subir al vehículo de un salto antes de que éste se detenga por completo.
Lamentablemente calcula mal la distancia, tropieza con el primer escalón y toda su humanidad cae estrepitosamente sobre los otros dos escalones.
Hace tanto ruido que todo el mundo lo mira, hasta los de la última fila.
Papelongui se incorpora inmediatamente y se sacude un poco el polvo mientras mira medio de reojo para todos lados algo incómodo y poniéndose un poco colorado.
Una vez recuperado (y bastante dolorido porque se hizo puré una rodilla y se torció la muñeca) le indica su destino al conductor.
Se acerca a la máquina expendedora pero justo cuando va a pagar se le caen las monedas.
-¡Pucha!- piensa Papelongui mientras se agacha para recogerlas, pero justo en ese momento el colectivo, que se había detenido por un semáforo, retoma repentinamente su marcha, por lo que Papelongui pierde completamente la estabilidad y, luego de dar un par de tumbos, cae medio de costado y un poco despatarrado en medio del pasillo atestado de pasajeros.
-¡Uyuyuyuy!- murmura Papelongui, y trata de ponerse de pie, agarrándose de donde puede.
Por desgracia una de las cosas de las que se agarra resulta ser la pollera de una señora entrada en kilos que estaba ahí parada, la cual, automáticamente, da un estruendoso grito al sentir sus verguenzas al aire.
Todos miran a Papelongui que se deshace en disculpas, se pone un poco mas colorado que antes y empieza a transpirar.
Superado el incidente vuelve a intentar depositar las monedas en la máquina y una vez mas, una de ellas se escapa de entre sus nerviosos dedos.
Papelongui amaga a ir tras ella pero se detiene en seco.
-De la experiencia se aprende- murmura y, para evitar otro accidente, esta vez primero se sostiene con una mano del respaldo del asiento del chofer y recién ahí se agacha para buscar la monedita.
En ese momento se oye claramente un RRRRRRRiiiiiippppppppp que le anuncia que la costura posterior de su pantalón ha cedido.
Y ha cedido de una manera importante, tanto que, de inmediato, siente una fresca brisa penetrando por su parte posterior.
-¡Upa upa upa!- piensa Papelongui mientras se endereza rápidamente, mirando otra vez de reojo para todos lados.
Finalmente Papelongui logra abonar su boleto.
Rápidamente se dirige, dando unos pasitos cortitos, medio como frunciendo, hasta la mitad del colectivo que, como siempre, está bastante lleno.
La fortuna hace que justo encuentre un sitio al lado de una atractiva señorita que lo mira y le sonríe.
-¡Epa epa, por fin una buena!- piensa Papelongui, mientras retribuye la sonrisa.
Apenas segundos después, ambos intercambian unas palabras, mayormente referidas a lo recientemente acontecido y ríen.
La señorita, además de ser bella, parece ser muy agradable.
De repente Papelongui comienza a sentir algo en su pecho. -Uyuyuy, debe ser la emoción- piensa. Mira a la señorita y sonríe.
La señorita continúa dándole conversación sin dejar de sonreír y dando evidentes muestras de interés.
-Opa lalá. Como siempre digo, siempre hay algo bueno incluso cuando todo parece salir mal- piensa Papelongui ilusionado, mientras formula mentalmente una frase genial y ocurrente con la cual intentar seducir a la chica.
La sensación en su pecho se intensifica.
Papelongui aguarda el instante preciso para efectuar su movimiento. Evalúa. Piensa. Escucha. Observa atentamente las señales enviadas por su interlocutora mirándola muy fijo.
Finalmente decide que es el momento.
Sonríe medio de costadito, levanta un poco una ceja, toma aire y abre la boca para decirle a la señorita algo sublime, dulce, algo que definitivamente haría que ella cayera inevitablemente rendida a sus pies, pero por una mala jugada del destino, justo el colectivo agarra un pozo y aquella extraña sensación que sentía crecer en su pecho se libera imprevista e inconteniblemente.
Papelongui se echa un terrible eructo.
La señorita lo mira frunciendo un poco el ceño y arrugando la nariz.
Papelongui se congela.
-No debería haber tomado ese vaso de soda antes de salir- piensa.
La mira fijo. Transpira. Piensa que debe decir algo enseguida para salir rápidamente de esa lamentable situación. Debe ser algo inteligente. Ocurrente. Tanto que haga olvidar completamente el penoso incidente.
-Se dice buen provecho- es todo lo que atina a decir.
La chica ahora lo mira arrugando aún mas su nariz, con una evidente mezcla de incredulidad y asquito.
La situación es terrible. Papelongui comienza a ponerse ansioso y además, por los nervios, tiene mucho calor. Siente que se ahoga.
-Ayayayay, lo único que me faltaría ahora es descomponerme delante de la señorita y quedar como un pusilánime- piensa, por lo que se arroja impetuosamente a tratar de abrir una ventanilla.
Lamentablemente la ventanilla está muy dura y fracasa en su primer intento.
Se pone colorado. No puede ser. No se puede dar el lujo de ser derrotado por una ventanilla justo ahora. ¿Qué va a pensar la señorita?
Vuelve a intentarlo. Tira. Hace fuerza. Se pone bordó. Gime.
La señorita lo mira. La señora sentada debajo de la ventanilla también. Y dos o tres que están en las cercanías también.
Finalmente, firmemente decidido a abrir esa maldita ventanilla, Papelongui aprieta los labios, se afirma bien, toma impulso y logra abrirla de un tirón bien fuerte.
Tan fuerte que, por el gran esfuerzo, se le escapa un gas.
Un gas que se oyó claramente incluso por sobre el ruido proveniente de la calle.
Papelongui se queda estático con ambas manos aún en la ventanilla y la vista clavada en el vacío. Apenas respira. El tiempo parece detenerse. -¿Por qué?- se pregunta mentalmente.
En su cabeza se agolpan millones de frases, intentando seleccionar alguna que lo ayude para evadirse rápidamente de ese mal momento.
-Es que desayuné mucho y no estoy acostumbrado- le dice a la señorita, pero ésta ya hace como que mira para otro lado y actúa como si no lo escuchara.
Papelongui piensa que hubiera sido mejor quedarse callado.
Papelongui se acerca a su destino.
Se despide de la señorita que no le contesta y mira para afuera.
Un poco decepcionado, Papelongui se mueve hacia la puerta trasera por el pasillo esquivando gente. Gente que lo mira mal. Incluso alguno le dice “¡Asqueroso!” por lo bajo.
Papelongui intenta apresurarse para darle fin a este viaje infernal, pero en el apuro no se percata de un bolso que está ubicado en el suelo y tropieza, cayendo de rodillas y con ambas manos sobre los senos de una señora que estaba sentada y que se espanta escandalosamente.
Papelongui tartamudea una disculpa casi con lágrimas en los ojos mientras intenta reincorporarse. Las piernas le flaquean.
En ese momento el colectivo realiza un brusco movimiento que lo arroja con violencia hacia la fila de asientos de enfrente, lo cual lo deja sentado en el regazo de un sorprendido señor que lo mira con los ojos muy abiertos.
-Uy uy uy disculpe señor, disculpe- le dice Papelongui visiblemente incómodo y mientras comienza a realizar todo tipo de movimientos poco coordinados en un intento por abandonar cuanto antes esa posición tan comprometida.
En eso, sin darse cuenta y en el apuro, apoya su mano con todo su peso sobre la entrepierna del caballero, que solo atina a esgrimir un quejido sordo antes de reclamarle que salga de una vez, y que cierra su reclamo con un contundente “¡Pelotudo!”.
Papelongui quiere explicar, pero nota ha llegado a destino y debe bajarse rápidamente del colectivo para no pasarse.
Como puede, Papelongui llega a tocar el timbre.
El colectivo abre la puerta, mientras aminora la marcha.
Papelongui no puede esperar para abandonar el vehículo, así que baja de un salto.
Lamentablemente otra vez no calcula bien y apenas al tocar el suelo trastabilla un par de veces y se termina cayendo y rodando por la vereda.
Por lo extremo de los movimientos la rotura de su pantalón se agrava aún mas, dejándolo prácticamente con el culo al aire y, además, se le salen todos los botones del saco, con lo cual queda al descubierto la mancha de café con leche con forma de poronga que tiene en la camisa.
Papelongui se pone de pie como puede, lleno de tierra y todo despeinado, se sacude un poco y comienza a caminar con la cabeza gacha y mirando de reojo a ver si alguien se dio cuenta de lo que le había pasado.
Por no mirar para adelante se lleva puesto un poste de luz.
Da un par de vueltas y se dirige, algo tambaleante y agarrándose la cara con ambas manos y diciendo bajito "Ayayayayayay", hacia su trabajo.
En el colectivo todo el pasaje lo ve alejarse.
Se miran entre si, luego miran al frente todos al mismo tiempo y dicen a coro “¡¡Que papelooooongui!!” y estallan en carcajadas por unos segundos.
Después se quedan todos estáticos como si fuera una imagen congelada, mientras el chofer tararea una especie de musiquita de comedia.
Un rato después vienen del manicomio y se los llevan a todos por creerse que estaban en un programa de televisión.
Dieta y ejercicio
Hace un tiempo decidí que era hora de bajar de peso. Bueno, a fuer de ser sincero, lo que se dice decidí...debería decir que acepté que debía bajar de peso, cuando cruzando una avenida muy ancha se me ocurrió intentar una pequeña carrera de, digamos, unos cincuenta metros para evitar que me detenga un inoportuno semáforo.
Dos horas después, más o menos, logré musitar una puteada. Es increíble lo reparador que puede ser un litro de cerveza helada.
Al fin y al cabo, ahora sí lo había decidido, ninguna morsa debería cruzar una avenida.
(3)Dice, más o menos: "Tocado por su apéndice tallarinesco"