Esribe Oscar Ángel "Marciano" Lunaretti - Investigador Profesional de Fenómenos Paranormales - Platovoladorólogo - Farmacodependiente en proceso.
El inicio de esta historia puede encontrarlo haciendo click aquí. Si quiere. Sino no haga nada.
Sábado 07 de Noviembre de 2009 - 10:05 hs.
Llegamos a Córdoba bien temprano.
Debo reconocer que las cosas, ya desde el vamos, no están resultando como deberían.
Primero, porque me volví a confundir de pastillas antes de subir al avión y, ni bien me senté, me quedé dormido. Otra vez me perdí la experiencia de volar y, encima, como no me despertaba, al llegar me tuvo que bajar un comisario de abordo a upa.
Fue un papelón.
Y segundo, porque resulta que mi papá arregló la estadía en el Spa solo para él y mi mamá.
A mi me dijo que como yo vengo a trabajar (y cuando dijo “trabajar” hizo el gesto de comillas en el aire, no se por que) y soy un profesional (comillas otra vez), seguramente no iba a querer perder tiempo en un Spa, y por eso solamente me alquiló una carpita para que pueda instalarme donde lo necesite, me dejó un poco de plata para movilidad y víveres, y se fue haciendo pasito de murga y riéndose a carcajadas.
Así que, así estoy. Solo, todavía medio voleado (se ve que las pastillas tienen efecto residual) y sentado en el cordón de una vereda abrazado a mi mochila medio con ganas de llorar, no se bien por que.
Pero, no importa. Estos también son gajes del oficio (aunque esto de tener un padre tan garca e insensible no sé. No estoy seguro. Habría que verlo) y no voy a dejar que un mísero contratiempo me detenga.
Además, es cierto, yo no vine a este lugar de vacaciones. Yo estoy en misión. Estoy tra-ba-jan-do y tengo montones de cosas que hacer. ¡Montones!.
Es hora de que agarre mi equipo, me tome una pastilla de esas que me levantan el ánimo, o mejor dos, y comience ya mismo con mi investigación.
Como siempre, lo primero que debo hacer es intentar contactar a un nativo.
En esta ocasión, además, es un punto importante de la misión, ya que lo necesito para ver si puede servirme como guía, debido a que el territorio me es desconocido y, aunque soy prácticamente una brújula humana y difícilmente pueda llegar a perderme, por todos lados hay carteles que dicen que si se quiere subir al Cerro se recomienda siempre contratar la asistencia de guías experimentados. No se, capaz que es como una ley de acá o algo así. Por las dudas yo hago caso. A ver si todavía me genero problemas con la justicia cordoberil.
Por otra parte, esto también me hace pensar que si se necesita siempre estar acompañado de un guía nativo puede que esto de subir sea una cuestión medio peligrosa. La verdad es que como las cosas se dieron tan rápido, no tuve mucho tiempo de hacer un briefing del territorio y/o ecosistema del lugar ¿Será que hay animales salvajes? O capaz que hay víboras venenosas. O plantas carnívoras. O abejas asesinas. O arañas pollito. O bicho colorado. Uy mamita querida… ¿Y si hay mutantes caníbales como en las películas? … Ayayayay … Necesito otra pastillita.
A todo esto, me pregunto si será absolutamente necesario subir al Cerro.
No es que me de miedo, pero supongo que si pasa un ovni desde acá abajo se vería igual. Total, yo con sacarle una foto o filmarlo así medio de lejos me conformo. No sea cosa que me esfuerce de gusto subiendo hasta allá. Y con el calor que hace.
Me encontraba así ensimismado deliberando (conmigo mismo, en voz alta y haciendo ademanes) acerca de esta situación cuando, de repente, siento que alguien me toca el hombro.
Me sobresalto, doy un grito algo femenino, y amago a salir corriendo pero, por desgracia, me tropiezo con mi propio bolso y caigo aparatosamente al suelo levantando una gran polvareda.
Intento recuperar la vertical, pero doy dos pasos y me caigo de nuevo, quizás porque seguía con el bolso enredado entre mis piernas.
Finalmente decido que tal vez lo mejor sea quedarme ahí en el suelo, simulando estar muerto, ya que dicen que los osos no atacan a un cuerpo inerte, pero a los pocos minutos desisto de esta estrategia fundamentalmente porque estoy casi seguro de que en este lugar no hay osos y, además, porque las posibilidades de que un oso me tocara el hombro antes de atacarme eran bastante bajas.
Lentamente entonces me doy vuelta (todavía desde el suelo) y veo parado allí a un joven nativo cordobeño que me mira extrañado, como si no entendiera que es lo que está pasando.
Ya mas tranquilo, sabiendo que al final no era un oso (las posibilidades eran bajas pero uno nunca sabe) me pongo nuevamente de pie y, mientras me sacudo un poco la tierra y junto de nuevo mis cosas, aprovecho este fortuito contacto para presentarme como corresponde y explicarle detenidamente los motivos que me habían traído hasta este lugar.
Es de suponer que, siendo este el lugar que es, los uritorqueños deben estar acostumbrados a recibir profesionales de la investigación como yo, así que sin muchos preámbulos, aprovecho para preguntarle al muchacho si no sabía donde podía contratar los servicios de un guía experimentado para subir al Cerro.
El joven esboza una gran sonrisa y con un visible entusiasmo me dice “¡Peero claro, aaacá lo teeené! Yo teee llevo al Cerro porteño. Yo soy guía califiiicado”.
“¡Faa antáaasticooo–o-o!” dije yo imitando a la perfección la tonada local (es una habilidad que adquirí haciendo un curso de postgrado ya que en mi profesión siempre es útil saber mimetizarse con el entorno) ¡Es justo lo que estaba necesitando! pensé, además, con una cierta euforia medicamentosa. O lo dije. O lo grité. No se. Desde que estoy tomando estos medicamentos como que se me confunden las cosas.
Pero bueno, la cuestión es que al fin mi suerte empezaba a cambiar y mi misión estaba en marcha.
Un par de horas después, con el ánimo renovado (quizás demasiado, así que tuve que tomarme una de las pastillas para bajar un poco) y luego de arreglar algunos puntos importantes con el guía (como por ejemplo pagarle por adelantado, y comprar, según sus instrucciones, un par de botellas de algo llamado “fernet” para el viaje ya que, según él, es un estimulante natural que nos proporcionará energía), casi sin darme cuenta ya estaba en plena ascensión.
El calor es agobiante y la botella de agua que traje conmigo apenas me alcanza para refrescarme.
El guía por otro lado, se apropió de una de las botellas de fernet y solo toma eso. Se ve que es bueno porque se lo ve cada vez mas alegre, aunque también algo menos estable en su andar.
Luego de un buen rato de caminar y caminar, y mas que nada como para quebrar el incómodo silencio que veníamos sosteniendo (de paso para ver si aunque sea para hablar este pibe paraba un poco porque yo ya no daba mas) se me da por preguntarle si, ya que conoce tanto este territorio, alguna vez había escuchado hablar acerca de la ciudad intraterrena de Erks.
El muchacho se detiene de golpe, se da vuelta y me mira.
En su rostro comienza a dibujarse una gran sonrisa. Es como si la cara se le hubiera iluminado de repente, con ese gesto que pone la gente cuando se le ocurre algo grandioso.
“Por suuuupuesto” me dice “Si yo hasta cooonozco la eeentrada ¿Queerés que teeee lleve?”.
“¡¡No!! Ni loco” fue la primer respuesta instintiva que se me cruzó por la mente, pero afortunadamente y gracias a los milagros de la química farmacológica (porque por suerte me vengo tomando una pastilla cada tanto como para mantener el efecto), recapacité de inmediato y pude darme cuenta de la grandiosa oportunidad que se me estaba presentando.
La entrada a la misteriosa ciudad de Erks es como el Santo Grial de los investigadores de lo desconocido.
Nadie nunca pudo encontrarla y, quizás por ese motivo, nadie nunca tampoco pudo atravesarla.
Se dice que solamente unos pocos elegidos, convocados por el gran chamán Sarumah, un descendiente de la tribu de los Comechingones (jejeje … “comechingones” … jeje es gracioso), de quien se dice era algo así como el portero de la ciudad (sería como el patova que te dice “Vos entrás, vos no” de los boliches) han podido siquiera contemplar de lejos el reflejo de la azulada luminiscencia de ese fantástico y metafísico lugar.
Y ahora ¡Yo podría entrar! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo yo! ¿Yo? Si yo ... ¿Yo? Uy mamita querida …
Apenas si puedo contener la emoción que me embarga.
Estoy tan emocionado que siento intensos escalofríos, se me dificulta respirar y me agarran esporádicos calambres en músculos que ni sabía que tenía.
La verdad, pensándolo bien, me parece que lo que siento no es emoción. En realidad creo que me está por dar un ataque de pánico. O un infarto. No se. Por las dudas, mejor me tomo un par de pastillas de esas para calmarme. O mejor no. Mejor tomo de las otras. No vaya a ser que justo ahora me quede dormido y eche a perder esta oportunidad. O mejor dos de una y una de las otras, como para compensar. O tres y una. O dos y dos. O dos y una. O una y una y otra de las otras. O … una y dos y …. Otra de …. A ver …. ¿Qué estaba diciendo? …. Bueno, me perdí …
Luego de algo mas de una hora de descanso algo forzada debido a que por esto de mezclar las pastillas estuve intercalando momentos de euforia loca con momentos de llanto histérico en los que me arrojaba al suelo y me quedaba en posición fetal durante unos minutos, nos pusimos nuevamente en marcha.
Obviamente tuvimos que desviarnos del sendero principal que veníamos siguiendo ya que, según me dijo el guía, para llegar a la entrada de Erks hay que ir por un camino secreto que solo él conoce por ser descendiente directo del gran chamán.
Caminamos mas o menos dos horas más, durante las cuales, y a pesar de mis insistentes preguntas, el guía se negó a brindarme cualquier tipo de información.
A cada pregunta que yo hacía, él me contestaba “es un secreto”. Incluso cuando le pregunté si faltaba mucho para llegar. O la hora.
Me da la sensación de que medio ya me contestaba por reflejo.
Finalmente, el ahora misterioso guía se detiene frente a unas extrañas formaciones rocosas entre las cuales se distinguía una estrecha abertura.
Se tambalea un poco, mira para todos lados, bebe el último sorbo de su botella de fernet y me dice “Es aacá. Ya lleeegamo”.
No lo puedo creer ¿Quién se iba a imaginar que la entrada a tan fantástico lugar sería un sencilla abertura entre dos rocas comunes y corrientes?
La intensidad del momento es abrumadora.
Siento que se me corta la respiración y me flaquean las piernas. No se si por la ansiedad, por el pánico que empiezo a sentir, o porque mi estado físico es francamente deplorable y ya había caminado demasiado.
Por si acaso, me tomo otra pastilla con el último trago de agua que me quedaba, aunque no estoy muy seguro de cual porque agarré una sin mirar, simplemente por reflejo.
En tanto, el muchacho me dice que me aleje un poco porque él tiene que hacer el ritual y recitar las palabras mágicas (no suena serio pero dijo así) para que abran el portal.
Me alejo unos pasos.
Estoy realmente nervioso pero, gracias a los medicamentos, no solo consigo dominar el visceral impulso de salir corriendo ante la posibilidad de que algún ser extraño venga a saludar, sino que, además, aprovecho para sacar mi filmadora y comienzo a grabar todo el procedimiento, consciente de que este documento será de una importancia científica enorme y a mi regreso quizás me otorgue la admiración y respeto de todos mis colegas.
El guía se coloca frente a la abertura entre las piedras, me mira medio de reojo, cierra los ojos y levanta los brazos.
De repente baja un poco la cabeza y se cubre la boca con una de sus manos, como si estuviera intentando ocultarme un gesto o algo así, pero rápidamente retoma la posición, carraspea un par de veces y comienza con el ritual:
“Oooohhhh guardianes de la ciudad de … deeee …. Elpssh” comienza a decir medio titubeante.
“Erks” le corrijo “Es Erks”.
“¡¡Sssshhhhh!! ¿Quién es el pariente de Sandokan acá? ¿Vo o yo?” me retruca medio molesto y mirándome feo.
“No, no. Vos. Disculpá. No te interrumpo mas” le digo pensando en que, para ser descendiente del legendario chamán, le acaba de errar bastante feo con el nombre.
El guía vuelve a tomar la posición y comienza a gritar “Bambarabám pacapaca pan sacadam kulum pim pum (se ríe) sacalamuca chachara bum abrirum la tapuerum aca al porteñum pelotudazum (se ríe otra vez) oohhhhh bumburubum cuchu chu paca pum prrrrrrrrrr he hey culum culum que pedum que tengum (cierra fuerte los ojos como intentando contener una carcajada. Sacude un poco la cabeza y sigue) faaaaaaaaasasaaaarasaaaa sasasasasasasa fufuuuú y chucu chucu chucu”.
“Pero ¿Qué dialecto es ese?” pregunto medio bajito por las dudas.
“Sssshhhhhhhhh” me hace el muchacho “Ahora estoy recibiendo un mensaje telepático” dice apoyando sus dedos índices en la sienes y largando una corta carcajada.
“Ya eeestá” me dice luego secándose las lágrimas y poniéndose serio de golpe “Dicen que ya poodes entrar, pero eso si, teeenés que dejar todo ese equipo tecnológico aacá afuera porque ahí no se puede entrar con esas cosas”.
Por supuesto no dudé ni un instante y, apenas coordinando mis movimientos por los temblores que me provocaba la emoción (aunque tal vez también era un poco de pánico, así que por si acaso me tomé otra pastillita), le dejé el bolso con todo mi equipo al muchacho para que me lo cuide y lentamente, y no sin antes decir “Permiiiiiiso”, ingreso en esa estrecha abertura entre las rocas.
“Teeené que quedarte un rato aaahí, callado y sin mirar para aaatrás. Ahora te abren el pooortal y te vienen a buuuscar para llevarte a conocer … eehhh … bueno, la ciuuudad esa que querés conooocer” fue lo último que me gritó el guía desde afuera.
Yo me quede ahí parado en ese pequeño espacio entre las rocas, temblando, quizás de emoción, quizás porque tomé alguna pastilla que no correspondía, no se.
La cuestión que calculo que estuve ahí así como una hora.
Y después otra. Y otra mas.
La verdad ya empezaba a acalambrarme. Y a aburrirme.
La emoción poco a poco se iba desvaneciendo, al igual que la luz que provenía del exterior.
Está bien que son seres evolucionados y que se yo, pero esto de dejarte esperando tanto tiempo es de mala educación acá y en cualquier dimensión que pinte.
Por fin la ansiedad me vence.
“¿Faltara mucho?" le grito entonces al guía.
Pero no recibo ninguna respuesta.
“¡Eh muchacho!” repito “¿Faltara mucho para que me vengan a buscar?”.
Otra vez silencio.
Quizás se había quedado dormido. O quizás había ido al baño. No podía saberlo, ya que, como se me dijo, nunca me di vuelta.
La cuestión es que espere media hora mas y volví a gritar “¡Hey! No viene nadie. ¿Estas seguro que dijeron que podía entrar?".
Pero nadie me respondió.
Solo se escuchaba el viento silbando entre los árboles y las rocas.
Finalmente, mas por necesidad que por otra cosas (es que me agarraron ganas de hacer pichín), decido salir del hueco ese.
Quizás algo había fallado. Quizás el guía no había recitado el extraño conjuro correctamente. Quien sabe.
“¿Muchacho?” digo mirando para todos lados.
Pero solo escucho el ruido de la brisa y algunos grillos.
Llevo mi mano la mentón, entrecierro los ojos y mirando hacia el infinito, comienzo a evaluar detenidamente la situación.
Poco tiempo después, y gracias a mis extraordinarias dotes analíticas, llego a una inequívoca conclusión.
El guía evidentemente se había ido, y me había choreado el bolso con todo mi equipo.
Continuará ...
Si, continuará ¿Por? ¿Hay algún problema? ... Ah, me parecía ...