El honor del superpancho

Una cualidad de la justicia es

hacerla pronto y sin dilaciones;

hacerla esperar es injusticia.

Jean de la Bruyère

Escritor y moralista francés del siglo XVII

Hace poco dije y sostengo que llevo una vida como cualquier otra y me preguntaba qué les puedo decir, que no haya sido dicho. Nada, de seguro, pero ya que están acá queriendo escuchar una historia, les contaré lo más cercano a algo digno de mención entre las cosas que me sucedieron en estos últimos días.

Supongo que recordarán que les conté que estoy haciendo una dieta para bajar de peso y reducir la trigliceridemia. Bueno, sabrán también que no estoy muy feliz con esto de cuidarme con las comidas -me gusta demasiado ejercitar las mandíbulas- pero ciertamente debo reconocer que me estoy sintiendo un poco mejor que hace dos meses cuando comencé esta tortura. Por eso mantengo la rutina de comer diariamente una ensalada en el almuerzo y acatar las indicaciones de una nutricionista.

Lo que les voy a contar ocurrió cuando me crucé con un tipo que tendría unos treinta, treinta y cinco años, en la casa de comidas a la que voy casi todos los días a comprar mi sucedáneo de almuerzo. Ése día yo salía del negocio con mi ensaladita de lechuga, brotes de soja, zanahoria rallada y granos de choclo- granos que tengo prohibidos por la nutricionista y que agregué en un bochornoso y patético acto de rebeldía.

El tipo es uno de ésos a los que cuando los queremos decimos que es "de complexión robusta": algo retacón(¹), relativamente bajito...de ésos que cuando no los queremos los describimos como cabezones, panzones y culones o simplemente decimos que son "tirando a gorditos" o cosas similares..

La cuestión es que el gordito compró un pancho, perdón, debo decir un superpancho, que aderezó con una cantidad obscena de mayonesa, mostaza, un aderezo que proclamaba ser una salsa de queso, rociado con una abundante cantidad de esas papitas diminutas que creo que se llaman "papas paille" o "papas pay" y coronando todo este menjunje, una profusa cantidad de ketchup.

Yo lo miraba, con mi malhadada ensalada en mano mientras el grueso caballero salía muy orondo exhibiendo su sicalíptico manjar.

Quiso la suerte que al buen hombre se le caiga una moneda, y no tuvo mejor idea que inclinarse a recogerla, ofreciéndome un primer plano de su portentoso trasero.

Ni se me ocurrió resistirme a la tentación de propinarle una furibunda patada y aunque nunca fui un buen jugador de fútbol, quienes atestiguan el hecho deben reconocerme que mi pie derecho describió una curva perfecta, hermosa, ideal, que culminó con el impacto en la redonda popa del regordete.

Para ser más gráfico, los relatores de estos lares suelen describirlo como un "zapatazo a tres dedos". Éste en particular, modestia aparte, yo diría que tenía algunos dedos más.

La inercia del mofletudo no pudo con la cantidad de movimiento impresa allí donde la espalda pierde su honesto nombre(²) y el tipo terminó inevitablemente de bruces en el suelo.

Antes de que el degenerado diga palabra, le espeté - Esa moneda es mía, lechón. No te pasés de vivo o el superpancho lo vas a comer en puré.

Acto seguido, aprovechando que el gordinflón seguía pasmado, le arrebaté la moneda y salí presuroso a refugiarme en la oficina, con la satisfacción del deber cumplido. No me iba a quedar esperando que el degenerado se recupere del estupor, la tarea estaba hecha.

"Il honore del superpancho sta posto"(³) pensé.

No podía permitir que, encima de comer lo que me está vedado, el muy hijo de puta lo contamine con ketchup impunemente.

(¹) En Argentina: Achaparrado

(²) Frase antológica que conocí por primera vez a través de Alejandro Dolina, pero no sé si es de su autoría.
(³) Paráfrasis de lo que dice Tom Hagen a Petrangeli en la película "El padrino II" cuando finaliza el juicio a Michael Corleone: "Il honore della famiglia sta posto"( y que significa, más o menos "El honor de la familia está en su sitio")