El Pombero: The Hunting (Tercera parte)

Escribe Oscar Ángel "Marciano" Lunaretti - Investigador Profesional de Fenómenos Paranormales y esas cosas - Platovoladorólogo- Aventurero precavido - Cazador de duendes

La primera parte de esta historia puede encontrarla haciendo click aqui -->CU. La segunda, haciendo click aqui -->LO.


La verdad es que la caminata fue bastante larga. Bah, mas o menos. En realidad no tanto, pero como hace un calor terrible todo parece mas difícil y, para ser sincero, esto de ir tomando el té caliente de lechuga mucho no ayuda.
Además hay mosquitos. Mosquitos enormes. Gigantes. Parecen licóteros. Y humedad.
No es de las misiones mas cómodas que haya tenido que enfrentar, pero bueno, este trabajo es así.

Finalmente llego a mi destino.
Una vegetación tupida y variada me dice que estoy ya en las inmediaciones del monte.
Tomo una profunda bocanada de aire, y comienzo a penetrar la vegetación por una especie de pequeño sendero, quizás usado por los cazadores o los nativos locales, no sé.
A los pocos metros nomás, diviso una especie de claro que me pareció un buen lugar para disponer la primer trampa (Porque supongo que tampoco es cuestión de internarse taaaann en lo profundo del monte. Total, la idea es atraer al duende, no ir a buscarlo a la casa).
Destapo el frasquito de miel y lo dejo en el suelo junto con dos o tres cigarrillos.
Usando mis amplios conocimientos de supervivencia (como profesional estoy entrenado para desenvolverme en cualquier entorno) agarro algunas ramas verdes y flexibles y unas enredaderas y formo una especie de lazo corredizo, el cual até a una rama bien doblada. De esta manera, cuando el Sr. “P”. llegue confiadamente a tomar los señuelos, la trampa se activará y lo enlazará. Y yo reiré. Ja Ja Ja. Así reiré. Ja Ja Ja.
Por desgracia, justo cuando estaba todo a punto y yo comenzaba a retirarme lentamente y con mucho cuidado, un ruido cercano me sobresaltó obligándome a hacer un movimiento brusco (algo así como tomar impulso para salir corriendo después de dar un gritito) y, sin querer, activé la trampa.
Por suerte no quedé atrapado, pero casi me saco un ojo.
Cuando dejé de llorar, y volví al lugar (porque de hecho salí corriendo a los gritos pensando que me estaban atacando), los cigarrillos ya no estaban y el frasco de miel estaba volcado y se había llenado de hormigas.

Bueno, no importa, son gajes del oficio. Hay tiempo. Plan B.

Dejo en el mismo lugar la petaca de caña y tres o cuatro cigarrillos mas y, dado que aparentemente lo de poner trampas no resulta lo mas efectivo, decido que lo mejor será quizás ocultarme entre la maleza y esperar.
Parece que para atrapar a este ente voy a tener que utilizar la red y mis propias manos.
Que suerte. Justo lo que quería. Me quiero matar.

Espero algo mas de dos horas, con un calor tremendo y siendo literalmente devorado por mosquitos, gegenes, cascarudos, moscas, vaquitas San Antonio, langostas y cualquier otra cosa que anda volando por ahí.
De repente oigo un ruido extraño. Algo así como un gruñido. Profundo. Sordo.
Me quedo paralizado. Casi ni respiro ¿Será un animal salvaje? ¿Será el Sr. “P” que me acecha enojado? ¿Será muy de mariquita salir volando de acá pidiendo auxilio?
Vuelvo a oír el sonido. Y otra vez. Luego silencio. Y luego otra vez.
No puedo definir precisamente de donde proviene, pero sé que es cerca. Muy cerca. Demasiado cerca.
En ese momento un dolor punzante y agudo me da la respuesta. Soy yo el del ruido. Mi estómago, para ser mas preciso. Analizando los hechos, comienzo a sospechar que se me fue la mano con esto del té de lechuga. No calculé (y nadie me avisó. Gracias eh. Gracias) que, quizás, además de ser calmante (cosa que no podría asegurar), también tiene propiedades como laxante (algo que, sospecho, estoy a punto de confirmar).
Me empiezo a sentir algo mareado. Transpiro. Me retuerzo. Frunzo. No puedo mas. Debo actuar de inmediato. Es continuar vigilando y terminar desgraciándome de manera humillante, o aplicar el protocolo de acción para casos de emergencia gástrica que diseñé para casos como este.
La decisión es rápida. Consigo unas cuantas hojas medio gruesas y me interno un poco mas en el monte en busca de privacidad.

Media hora después, ya mas aliviado pero con cierto ardor en zonas que prefiero no mencionar (debería haber sido mas cuidadoso al momento de seleccionar las hojas. No me fijé en esos pelitos urticantes que tenían), vuelvo a mi puesto, solo para descubrir que ya no estaba ni la petaca de caña ni los cigarrillos.

Esto se pone cada vez peor.
O el Sr. “P” es verdaderamente muy rápido para los mandados, o alguien me está manoteando los señuelos.
Sea como sea, comienzo a sospechar, con cierta preocupación, que tal vez no esté solo en este lugar.
La misión se complica.
Hasta ahora todo lo que intenté falló (aunque todo lo que haya intentado hasta el momento haya sido básicamente poner unas cosas en el suelo y correr a esconderme), y el tiempo se me acaba. Creo que es hora de aplicar una medida desesperada. Un último recurso.
Si. Aunque no me guste. Es esto o el fracaso. Si no sale por las buenas será por las malas, que tanto.
Sabiendo que el Sr. “P.” es un protector de los animales del monte, supongo que no me queda mas remedio que atacar a alguno de ellos para obligarlo a mostrarse.
No es lo ideal (especialmente porque así ya, desde el vamos, sé que el tipo va a venir medio caliente) pero no me queda otra. Me la juego con esto o me vuelvo con las manos vacías.
Doy un largo suspiro, junto unas piedras del suelo y espero a que algún animal se muestre por las cercanías.
Finalmente veo un pajarito que se posa en una rama mas o menos cercana. Es mi oportunidad. Le apunto. Mido la distancia. Calculo la velocidad y dirección del viento, la resistencia del aire y los posibles obstáculos, mientras defino la trayectoria y la fuerza de impulso. Tomo envión y le arrojo un piedrazo.
Le erro como por dos metros y medio.
Enseguida tomo otra piedra. Recalculo. Disparo. Le paso mas lejos que antes. El pájaro parece cagarse de risa en mi cara.
Me ofusco. Tomo otra piedra. Apunto mejor. Tomo impulso. Esta vez no voy a fallar pájaro hijo de mil p...

En ese momento siento un silbido.

Me congelo instantáneamente. Me tomó tan de sorpresa que no pude identificar si fue lejos o cerca. Empiezo a temblar. Temo haber cometido un error insalvable. Temo haber enfurecido al duende. Tiemblo mas. El temblar tanto no ayuda a mi malestar estomacal. Temo también hacerme popó encima. Apenas puedo respirar. Encima me quedé estático en posición como de arrojar la piedra. Si el duende me ve así no tengo excusa.
Pienso en todo lo que estudié del bicho este. Pienso en lo mucho que se molesta cuando alguien joroba a los animalitos del monte. Pienso que quizás me haya visto y esté muy, muy enojado. Pienso en eso de que es medio degenerado y si te toca te embaraza. Lloro. No quiero tener un pomberito. Mi papu me mata.

Vuelvo a escuchar el silbido.

Esta vez estoy seguro. Definitivamente alguien está silbando.
Como puedo, recupero el control de mi cuerpo y, lentamente, me escondo sin dejar de temblar y tratando de enjuagarme las lágrimas para poder ver mejor.
Me asomo apenas por un hueco entre la vegetación y miro hacia el sendero.
Siento que las piernas se me aflojan y me cubro la boca con ambas manos para no gritar.

¡¡Ahí está!! ¡Lo veo! ¡Oh por Dios lo veo! ¡Es él! ¡Tiene que ser él! ¡Viene caminando por el sendero! ¡Es horrible!

Petiso, muy petiso, sus piernas son cortas y chuecas, su cabeza es enorme, es robusto y peludo, y viene silbando.
Recuerdo que la leyenda dice que a veces suele cargar una bolsa ¡Y que me parta un rayo, ahí está! ¡Tiene una bolsa en la mano! ¡No puede ser! ¡La leyenda es real! ¡Con razón la gente de acá le tiene tanto respeto!

¡¡Definitivamente es el Pombero!! ¡¡Existe!! ¡¡Me caigo y me levanto!!

Tengo que controlarme. Respiro. Fuuuuuuu. Fuuuuuuuu. Esta es mi oportunidad. Para eso vine la reclacada conferencia de mi tía. Para eso vine. No puedo desperdiciarla.
Respiro. Trato de aplicar una de las técnicas de control mental. Y de paso rezo. Y sollozo.
Me preparo con la red, agazapado entre la vegetación.
Siento que mi corazón está a punto de estallar. No puedo dejar de temblar. Intento quedarme lo mas callado que puedo para no develar mi ubicación.
Tengo que tomarlo por sorpresa.
Por desgracia, justo cuando el ente se encuentra pasando cerca, mi propio organismo me traiciona miserablemente y, sin querer, se me escapa un sonoro y larrrggguísimo gas.
Encima, parece como si justo en ese momento todo el monte hubiera hecho silencio de golpe, porque fue lo único que se escuchó.
El duende se detiene de repente y comienza a mirar hacia donde estoy.
Siento que me muero. No sé que estoy intentando hacer. Me arrepiento de haber venido. Transpiro copiosamente. Maldigo al té de lechuga. Si me ve, estoy perdido.
Trato de contener la respiración, pero me ahogo y me da tos. Intento contener la tos, pero el esfuerzo provoca que se me escape otro gas. Lloro en silencio.
El horrendo ser se acerca muy despacio, como desconfiando,
Debo distraerlo para poder atraparlo. No puedo permitir que me descubra.
“Calmate Oscar, calmate” me digo. “¡Calmate vos!” me contesto. “¡Deja de pelear y pensá en algo que se nos viene la noche!” me vuelvo a decir. No sé por qué me hablo en tercera persona. No estoy bien.
No hay tiempo. Se me ocurre una acción desesperada.
Como el bicho este se lleva bien con los animales, quizás si logro imitar el sonido de algún animal del monte pueda despistarlo y hacer que baje la guardia.
¡Si! ¡Eso! Eso tiene que funcionar.
Como puedo, tomo aire y grito “Miiiiaaaauuuuuu”.
El enano se detiene en seco. Sigue mirando, medio entrecerrando los ojos.
Maldito duende desconfiado.
Tengo que intentar otra vez. Otra cosa. Tal vez con otro animal un poco mas silvestre.
Vuelvo a tomar aire y hago “Muuuuuuuuuuuuuuuuuu”.
El ser parece desconfiar aun mas y comienza a retroceder de a poco.
Funciona. Hago un último intento.
Grito “Vizcaaaaaaaa-cha. Vizcaaaaaa-cha” así medio apretándome la nariz para que me salga el sonido mas logrado (aunque en realidad no estoy muy seguro de que ese sea el sonido que hacen las vizcachas. Ni siquiera sé si en este lugar hay vizcachas).
Sin embargo parece funcionar. El enano retrocede y comienza a alejarse despacio.
Bien, es el momento. Es ahora o nunca.
En cuanto se da vuelta, aprovecho, tomo aire, me impulso y dando un alarido salvaje salgo de entre la maleza y me le arrojo con la red encima.
El duende me mira con una mezcla de sorpresa y temor.
Intenta protegerse con sus ridículamente cortos bracitos. Gime. Gruñe. Trata de evadirme pero sus piernitas no lo ayudan.
Yo estoy enloquecido. Temo que este ser horroroso logre escaparse así que, para no correr riesgos y recordando que la mejor defensa es un buen ataque, le empiezo a pegar con la ristra de ajos.
-¡¡¿Qué haces hijo de puta?!!- grita el duende con su vocecita nasal y espantosa.
No sabia que podía hablar. No importa. Yo sigo dándole ajazos y tratando de enredarlo cada vez más con la red.
-¡Yo te voy a dar andar embarazando chicas duende degenerado!- le grito.
El enano pide auxilio. Se retuerce. Se revuelca y se enreda cada vez mas.
Yo estoy a pleno. Como poseído. No le doy oportunidad de moverse demasiado.
En un momento noto que abre la boca como queriendo gritar, así que en un rápido movimiento aprovecho y le tiro dos o tres dientes de ajo adentro.
Evidentemente es cierto que el ajo lo debilita porque enseguida empieza a toser, jadear, y medio como a ahogarse haciendo unos ruidos muy desagradables.
Me doy cuenta de que se empieza a cansar. Cada vez se resiste menos.
Es entonces cuando aprovecho, me aparto un poco y después de revolear la ristra de ajos un par de veces para darle un buen impulso, le pongo un ajazo en la cabeza que lo deja medio voleado.

El Pombero se rinde. Por fin. La lucha termina.

Lo tengo.

Estoy todo sucio, transpirado, lleno de picaduras y, quizás, tal vez, un poquito cagado, pero… ¡¡He triunfado!!

¡¡Lo logré!! ¡¡Capturé al Pombero!! ¡¡Siiii!!

¡Y ahora te nombro todo lo que quiero enano maldito! Mirá: Pomberopomberopomberopombero ¿Y? ¿Qué vas a hacer? ¿Eh? AAAAHHHHJAJAJAAJAJAAAAA

Agarro los extremos de la red de manera que el duende quede bien envuelto y comienzo mi camino de regreso a la ciudad, arrastrando mi presa por el sendero.
Estoy eufórico. ¡Por fin voy a saborear las mieles de éxito! ¡Por fin me voy a ganar el reconocimiento de mis colegas! ¡Que felicidad!

Abandono el monte, y comienzo a transitar por la afueras de la ciudad.
De repente, por las cercanías, escucho como una musiquita y ruidos raros.
Sigo caminando y veo que provienen de un circo. No lo había notado cuando pasé la primera vez. Se ve que recién llegan. Lástima que no tengo tiempo, sino me daba una vuelta.

De repente, justo cuando estoy pasando frente al portón de entrada, escucho que un tipo que estaba por ahí trabajando en la carpa grita “¡¡Luisito!!”.
Yo no le doy bola y sigo mi camino porque no me llamo Luisito.
Enseguida escucho otro grito “¡¡Eh vengan, miren, se lo llevan a Lusito!!” dice.
Ahí recién me doy vuelta para ver que onda, y veo que de la carpa salen dos o tres tipos y un payaso y empiezan a correr hacia mi.
“¡¡Ayúdenmeee!!” alcanza a gemir el Pombero agitando su manito regordeta por entre los agujeros de la red.
-¿Qué? No sabia que podías hablar- le digo extrañado.
-¿Pero que te pensás idiota? ¿Que porque soy enano y trabajo en un circo no sé hablar?- me responde indignado el duende, o el enano, ya no estoy seguro.
-¿Enano de circo? ¿Pero vos no sos el Pombero, un duende de la naturaleza?- le pregunto mientras voy apurando el paso con el enano a la rastra.
-¡Ma que duende, pelotudo! Yo trabajo de payaso en ese circo ¿Me estas cargando?- retruca el enano ya visiblemente molesto y quejándose cada vez que se golpeaba con alguna piedra del camino.
-¿Pe-pe-pero y esa bolsa que tenías en la mano?- digo mientras observo con pavor que cada vez son mas los que comienzan a perseguirnos y encima se suman mas payasos. Y a mi los payasos me dan un poco de miedo.
-Fui a comprar el pan al pueblo infeliz ¿No viste que era una bolsa de pan?- grita el enano furioso.
-Pe-pe-pero… ¿Y por que andabas por el medio del monte entonces?
-¿¡Pero que monte salame!? ¡Eso era un vivero! Del otro lado del caminito está la panadería.

Comienzo a temblar otra vez, pero sin dejar de correr.
Sospecho que he cometido un pequeño error y no creo que todos esos señores que me vienen persiguiendo tengan la mas mínima intención de escucharme.
Debo actuar rápido.
Como puedo, freno de golpe y con las fuerzas que me proporciona el pánico atroz que me invade, agarro los extremos de la red y empiezo a dar vueltas y vueltas hasta que por el impulso el enano se eleva del suelo.
Cuando esta a una altura mas o menos adecuada lo suelto, arrojándoselo a la jauría humana que ya estaba muy cerca gritándome toda clase de improperios.

El movimiento estratégico funciona.
Todos se ocupan de intentar atajar al enano, lo cual me da el tiempo necesario para salir corriendo lo mas rápido que puedo para alejarme de ese lugar.

Poco después llego corriendo, en un estado calamitoso y casi sin aire, a la Terminal de micros.
Saco un pasaje para el primer viaje que salga de vuelta para Buenos Aires.
Por suerte emboco uno que estaba ya por salir y emprendo el regreso.

No voy a mentir. Estoy algo decepcionado,

No pude cumplir mi misión y el verdadero Pomb … el Sr. “P.” sigue libre por ahí, haciendo de las suyas.

Una vez mas, las verdades del mundo de lo oculto y lo paranormal me evaden.
Pero bueno, no importa. Ya habrá otras misiones.

Ahora es tiempo de regresar a casa.

Dentro de todo no me fue tan mal. La verdad, podría haber sido peor. Me podría haber encontrado al Pombero de verdad y haber terminado embarazado.

En fin. El viaje es largo y estoy cansado. Mejor trato de dormir.

Fue un día difícil.

23 comentarios:

Sir Lothar Mambetta dijo...

No se aflija, Lunaretti, al menos salvó el pellejo. Espero por su confort y por el de quien viajó a su lado en el micro, que usted haya incluido unos calzoncillos de repuesto en sus alforjas.

Lástima no haberse traído al enano. El Sr. Mariano lo podría haber aprovechado para la fiesta de ELQH.

"Vizcaaaaa-chaa"

Rocio McManus dijo...

Estoy casi segura que en ese vivero si hay vizcachas!!!y a no desesperar! que si la montaña no va al ...Señor P, el ...Señor P, va a la montaña, asi que no desesperes que en cualquier momento te despierta un silbido a la mitad de la noche jajajaja

Jazmin dijo...

jajajajajajaja... mortal, Lunaretti, mortal!!

Nota mental: no leer a Lunaretti con mi jefe presente en la oficina. Difícilmente pueda hacerle creer que la estadística de accidentes de trabajo me cause semejante carcajada.


Ese diálogo con ud mismo me hizo recordar a Gollum...

Y lo más extraño no es que hable en 3ra. persona, que a esta altura ya es casi una moda (Maradona, Riquelme, Fort). Que lo haga en la 3ra. del plural es aún más preocupante.

Entonces, nos olvidamos del té de lechuga, ok. Listo. Tachado de la lista de bebidas motivantes. Seguimos con el fernet en la punta.
:P



(muy bueno, W., aplaudo)

Oscar A. Lunaretti I.P.F.P. dijo...

Sir Lothar: Si, siempre llevo una muda de ropa interior y medias en mi mochilita. Es algo que me enseñó mi mamu.

¡Uy! Le sale igualito el grito de la vizcacha ¡Muy bien!

Walkiria: ¡No! ¡¿Por qué me dice eso?! ¿Ahora como hago para dormir? (llora).

Renegado dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Oscar A. Lunaretti I.P.F.P. dijo...

Jazmín: Es que estaba un poco nervioso. Sino generalmente me hablo en primera persona ¿No Oscar? Si, obvio, ni que estuviera loquito. Jajajaja Claro.

Y si, de motivante el té de lechuga no tiene nada. Táchelo nomás.

Briks dijo...

Errare humanum est !

Jazmin dijo...

Claro.

Por el Sr. P no la pifia nunca.

A.R.N. dijo...

en la provincia de buenos aires habita una leyenda. para la proxima vaya a buscar al loco de la torta frita.
besitos

A.R.N. dijo...

que se va el pombero que se va que se va
que se va el pombero que se va que se va.
fue un desliz sir yoni

A.R.N. dijo...

ufa

Oscar A. Lunaretti I.P.F.P. dijo...

Sr. Briks: ¿Eh?

Jazmín: ¿Que?

A.R.N.: Ok, lo investigo y veo (No suena muy peligroso, así que capaz que anda).

A.R.N. dijo...

yo seria incapaz de mandarlo a hacer algo peligroso, sepalo.






jajjaja
chuck norris
jajajaja

A.R.N. dijo...

y 14 next

eMe dijo...

Oh! Pobre Luisito, quedó muy maltrecho?

Digo, tanto como su honor? No se ponga así, la próxima lo agarra seguro. O a Raúl, pongalé, pero a alguien agarra seguro.

Bugman dijo...

Comienzo a pensar que Lunaretti tiene algo personal contra la gente bajita.
Algún trauma de la infancia.

Mariano dijo...

Oiga, no le voy a exagerar, pero a partir del piedrazo al pajarito que estoy llorando, literalmente, de risa.

De verdad, se lo juro. Con ademanes y golpecitos en la mesa.

Usted tiene un 10, vaya a sentarse.

Mariano dijo...

Y 18.

In your face, Pomber.

Yoni Bigud dijo...

Creo que habría que haber sometido al enano a un interrogatorio un poco más agresivo. Si yo fuera el Pomb... el señor P, también habría dicho que era un enano. Y que trabajaba en un circo.

Lo que todavía no puedo explicar es lo de los payasos que lo corrieron. ¿Está seguro de que no eran alucinaciones?

Un saludo.

Oscar A. Lunaretti I.P.F.P. dijo...

A.R.N.: Le agradezco mucho. Igual el peligro es parte de mi profesión. Son gajes del oficio.

eMe: No se. La última vez que lo ví fué cuando se los revolié a los que me venían corriendo, pero no estaba taaaan maltrecho. Un poco nomás.

¿Quien es Raúl? ¿Es otro duende?

Sr. Bigud: Mmmmmm... No lo había pensado, pero no creo. Además la gente del circo parecía conocerlo.
Y no eran alucinaciones, estoy seguro. Las alucinaciones no gritan cosas tan groseras.

Renegado dijo...

Sr. Bugman: No para nada. Se confunde de buena fe pobre. Además él no tiene la culpa si todos los enanos se parecen.

Sr. Mariano: ¡Gracias! Hace años que no me saco un diez. Le voy a contar a mi mamá.

Basta Fuerte: Bueno, dale quedamos así. Saludos che. Que no se corte.

El Señor F. dijo...

Ec SELENTE!!!

Esto lo leí en la UCA, riéndome como un desaforado.. la gente me miraba como si estuviera loco...

valió la pena!

Viscaaacha!!! no puedo más! jajajajaja

Renegado dijo...

Sr. F.: Me alegro que lo haya disfrutado joven. Eso si, si lo rajan de la facultad o si reprueba un examen por estar leyendo esto en lugar de estudiar, yo no me hago responsable eh.