La rueda

...y suelo pensar que la utopía está en el horizonte y entonces si yo ando diez pasos la utopía se aleja diez pasos, y si yo ando veinte pasos la utopía se coloca veinte pasos más allá; por mucho que yo camine nunca, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, para caminar.Fernando Birri, citado por Eduardo Galeano.

Utopía o no, tenemos que seguirla, Cacho. El por qué no es difícil de entender. Así me lo explicó mi padre y así se lo explicarás vos a tus hijos: la rueda echó a perder al hombre.

Así de simple, así de tremendo.

La pereza ha arraigado en la naturaleza del otrora cazador por su intervención. Por ese invento del demonio el tipo ha dejado de caminar alerta en busca de su presa, y ahora apenas camina entre góndolas de supermercado. Si corre, sólo es para alcanzar al indigno colectivo(*) o para alcanzar un balón (que no es ni más ni menos ¡que una maldita rueda por donde se la mire!).

Por ella, por ese infame artilugio circular, hemos sido domesticados. El transporte ha hecho que ya no nos procuremos nuestro propio sustento, sino que dependemos de lo que otro produce.

Ella nos llevó, sin esfuerzo, a la mas amarga decadencia, a la más agria de las corrupciones: nos ha socavado el espíritu de lucha, de pelea, ese instinto que nos fue imprescindible para la supervivencia.

Para beneficio de ella, el hombre ha cubierto la tierra con pavimento, porque los terrenos irregulares no le son propicios. ¿Hace falta decir que en el pavimento no crecen los árboles?

Por todo eso ese redondo artificio del averno es nuestro enemigo, nuestra némesis, el blanco de todo nuestro odio.

¿Entendiste, Cacho? Bien, entonces fijate bien como lo hago, que ahí se acerca uno: primero igualo la velocidad del coche y recién ahí le doy el tarascón a las ruedas, nunca antes. El siguiente lo atacamos entre los dos, ¿te parece bien?

(*) En Argentina acostumbramos llamar "colectivo" al autobús.