Si no la leyó aún, le recomendamos leer la primera parte de este artículo.
¡Ah de la vida..!" ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido,
las Horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde...
Creo que la emoción empaña mi vista y por eso no soy capaz de visualizar dónde está la puerta principal del edificio de varios pisos que...
Momento. No hay puerta. Imposible.
Pero real. No hay puerta. Ni principal, ni de servicio, ni siquiera esas puertitas vaivén para mascotas.
Mientras me acerco, siento el penetrante olor a humo. Pero... ¿qué están quemando ahí? Me detengo a recoger un pedazo de papel que escapó de las llamas, traído por el viento, y veo lo que podría ser parte de un... de dos... TRES!!? En el reverso de la página distingo lo que parecen orejas de conejito y las letras “B.....KS” escritas con marcador.
Tiro el infame trozo al piso. Al trozo de revista, me refiero, que planeando cae sobre el reguero de agua que se pierde en la boca de tormenta.
Sacudo mi cabeza para ahuyentar las imágenes que mi cerebro proyecta en su intención de completar ese rompecabezas fotográfico. Creo que hasta pensarlo debe estar tipificado en el Código Penal.
Además, tengo cosas más urgentes en qué pensar. Por ejemplo, cómo llegar a MIB. Sí, ya sé que estoy ahí. Es la dirección que decía el mail del Sr. Viejex, pero cómo entro...?
Miro detenidamente la pared que se alarga hacia arriba. No hay puerta, repito, ni ventanas. Bueno, quizás ésta sea la parte trasera de la sede y del otro lado... pero, qué es eso??
Veo que del paredón de 2 metros, detrás del cual proviene el humo, se asoma una cabeza.
Me escondo detrás de un árbol para observar sin que me vea. El sujeto alcanza lo alto de la tapia, revolea una pierna enfundada en un mono de trabajo (overall, digamos) y pienso: se mata.
Un porrazo desde esa altura, y se quiebra en 5. Pero, increíblemente, el individuo comienza a descender por el paredón como si bajara escalando, con una destreza nacida de la costumbre. Toca el suelo y se dirige al cruce de vías.
González. Claro! Es el famoso González!! Qué tonta... podría haberle preguntado cómo...
¿Cómo? Igual que él! Claramente la forma de entrar es la misma forma de salir. Salgo de mi escondite detrás del árbol, no sin antes engancharme la manga en una rama minúscula. Que ganas de mandarla a la mayúscula rama que la vio nacer por el daño causado a mi vestido. ¿Será posible?
Pero nada me distrae de mi objetivo. Me acerco aún más a la pared por donde bajó González, y observo que hay unos pequeños escalones tallados en ella.
Aún me cuesta creer que no tengan una puerta decente por donde ingresar a su trabajo. Enseguida recuerdo que toman agua con témpera... y todo me parece posible.
Muy decidida, entonces, me arremango lo que queda del vestido, levanto mi pie, apoyo la punta de mi botita en el escalón, le pifio, me resbalo, me doy de cara contra la pared y veo cómo mi diente rueda hasta seguir el mismo destino que la página de Playboy, hasta el Río de la Plata. El gusto salobre de la sangre en mi boca me espabila, dejo de mirar con ojos de vaca empantanada ese diente cuya reposición me costará un aguinaldo entero, e intento nuevamente llegar a destino.
Finalmente, llego al tope de la pared para darme cuenta que del otro lado sólo hay una soga con nudos equidistantes, nada de escalones. Estoy segura que el Sr. Bugman debe obligar al Sr. F a subir y bajar por acá en un esfuerzo por inculcarle conductas tipo marine. O al Sr. Pablo, por caso. No sé qué problema tiene con los intelectuales...
En fin, allá voy con actitud de Lara Croft, pero con mucho menos músculo y pericia, y termino enredada en la soga por el pie, colgando boca abajo en una posición por demás indecente. Suerte para mí, y para otros, en ese momento no parece haber otra criatura viviente en lo que parece un patio. Por lo menos visto al revés parece un patio. En un esfuerzo que puso a mis abdominables en situación de riesgo mortal, retomo posición sobre mí misma, y logro desensogarme –si existe la expresión-. Luego de tamaña hazaña... jijijiji... aña aña... jijiji... perdón, digo, luego de semejante hazaña física, aterrizo sobre mis pies, en el piso, y sin más heridas que las provocadas hasta el momento. Es decir, muchas.
Cuando me incorporo y trato que cubrirme con lo que era una prenda de vestir y de lo que ya no puede decirse lo mismo, siento un gruñido que noto va in crescendo. Intento detectar de dónde proviene ese extraño... OMG...! WTF...? S.O.S!!! Un par de animalitos de Dios, que no puedo descular a qué especie pertenecen, me muestran los dientes y... me levantan la ceja!??
Corro.
No sé bien hacia dónde. Pero corro. Desaforada, lunática y desequilibradamente corro. Y siento que los engendros demoníacos me persiguen, lo sé porque escucho sus gruñiditos agudos y sus ladriditos en 45 RPM. Corro hasta que una puerta de vidrio perfectamente limpia me frena en seco. Sé que está perfectamente limpia, porque de tan limpia no la vi. Gracias al Cielo el vidrio es lo suficientemente duro como para no haberlo atravesado de lado a lado, y sólo me llevo un moretón en la frente como recuerdo del contacto.
No sé si asustados por el ruido de mi cabeza contra la puerta o qué, pero los pendencieros esperpentos peludos ya no están. Trato de recomponerme. Respiro hondo, cierro mi puño y voy a golpear en el vidrio cuando presto atención a mi imagen reflejada.
Las botas sucias por la trepada de la pared y sin taco; las medias negras rotas en las rodillas, éstas con sangre de los raspones; el vestido roto en el brazo, que cuelga desnudo; el rimel corrido, el pelo mojado y cayendo como penosas mechas al costado de mi cara. Pero todavía tengo en la mano lo que vine a traer. Llegué y llegué con mis escritos en la mano.
Estoy segura que se me juzgará por el contenido y no por el envase.
Estoy casi segura.
Respiro hondo por última vez, y golpeo. Toc toc toc. Nada.
Pego la oreja al vidrio, ya que no se ve nada hacia adentro. Trato de escuchar algún sonido que pueda ayudar a... pero, qué es eso? Aprieto mi oreja aún más y escucho un relincho humano (¿) Pego mis ojos y trato de ver algo y veo... ese será...? Y ese otro...? Sólo alcanzo a adivinar que esa imagen borrosa con un destello animal print montada en un caballito de juguete y perseguida por otra figura con anteojos son...
Enseguida llama mi atención una silueta en túnica blanca que va caminando apaciblemente, mientras parece hablar a un interlocutor que queda fuera de mi vista, y del que sólo percibo sus brazos cruzados y su gesto de pucherito.
Más allá, se ve un gran tonel... ah, no, es... tiene que ser... el Sr. Renegado!! Qué alegría! Verlo en todo su esplendor! Su rimbombante anatomía enfundada en ese ya querido traje de Teletubbie... ahhh, esto no tiene precio. Cuando les cuente a las chic... Pe... cuidado! No, Sr. Viejex, no...!! Tarde. Veo al Sr. Renegado correr por la estancia con la cola de su traje prendida fuego.
El Sr. Mariano deja de prestar atención un segundo a las palabras del Sr. Pablo y le revolea el florero que tenía a mano. Lástima. Lástima que el Sr. Renegado no lo haya atajado y que haya terminado haciéndose añicos en una puerta cerrada que inmediatamente se abre y...
Oh... es él. No hay dudas. El grito de “Gandules!! Ineptos!! A escribir!!” no deja dudas.
Estoy a punto de golpear nuevamente la puerta de vidrio, cuando esta se corre y mi puño termina golpeando algo duro. Y negro.
Pensé que podía estar golpeando al Sr. Briks, pero no. No es su traje de Batman. Es algo más grande, más ancho, más allto... Mi vista asciende, mi cabeza se inclina hacia atrás, mis vértebras crujen y sigo sin ver el término de esa figura. Cuando pienso que voy a de cu** en el piso, siento el ruido de una respiración gutural, cavernosa, ronca.
Las rodillas y los tobillos me castañetean. Temblorosa, tiendo mi mano para saludarlo, pero se ve que no reconoce el gesto como tal, porque permanece impertérrito. Me mira de arriba abajo –de abajo a abajo, mejor dicho-, emite un sonido que sugiere una mueca de desprecio dentro de la máscara, y cierra de golpe la puerta mientras ruge un:
“Ya colaboramos”.
Vencida, agotada, dolorida, dejo el sobre con mis escritos apoyados sobre el piso y me dirijo a la soga de salida.
Antes de caer sobre la vereda del otro lado, siento el ruido de la puerta corrediza y escucho un:
“Estupendo... estupendo”
“Mamá, mamá... levantate! No tenías que ir hoy a MIB?”, escucho la voz de la cuervita por entre los velos del ensueño.
Abro un ojo, enciendo mi cerebro, me vienen imágenes, me corre un escalofrío, y vuelvo a arroparme en la cama.
Me incorporo bruscamente cuando noto un chichón en la frente... las rodillas raspadas y un dolor generalizado en todo el cuerpo.
Me levanto y voy hacia mi pc. Abro correo. Bandeja de entrada. Nada.
Una risa me sube por la garganta a borbotones hasta terminar en una histérica carcajada, que se transforma en un salvaje grito liberador:
CULOOOOOOO...!!!!!