Necesitamos contención

Lentamente las cosas van volviendo a la normalidad aquí en las oficinas de MIB, luego de las épicas jornadas en las cuales conseguimos retomar el control de las instalaciones.
Sin embargo, como es habitual en estos casos, los efectos de una situación tan extrema como la que nos tocó vivir, no desaparecen así sin mas.
El hecho en si puede haber culminado, pero no sin antes dejar una marca en lo mas profundo de nuestras almas. Hoy, necesitamos contención.

Porque es así. Todo parece ser igual que antes, pero sabemos en nuestro interior que, en realidad, no es así, aunque al principio de la frase haya dicho que es así. Bueno, no, no es así. O si, pero no.
Haber sido expulsados del proyecto (nuestro proyecto, nuestro bebé) así, sin misericordia ni consideración a nuestras holgadas trayectorias (porque tenemos trayectorias. Nos juntamos hace como … bueno, no me acuerdo bien, pero son meses ¿Entendes? ¡¡Meses!!), nos ha dejado con una inquietante sensación de inseguridad y, por qué no decirlo, un sabor profundamente amargo en nuestros paladares.

Aunque, claro, pensándolo bien esto último puede que sea también por esto de que siempre debemos tomar el café sin azúcar porque el Sr. Bugman dice que hay que achicar gastos, y el azúcar está cara.
Por eso mismo, además, tampoco nos permite hacer el café con café (que también parece que es caro) sino con agua y colorante, pero bueno, esto no es lo importante (aunque últimamente ando con un poco de acidez estomacal y persistentes dolores de cabeza. Y a veces veo manchas. Bueno, no sé. Seguro es el estrés nomás).
Seguramente usted, lector, pensará que podríamos pedir que se nos brinde café de verdad pero, créame, por experiencia sabemos que es mejor no hacerlo.
Todos aquí tenemos conocimiento de lo mucho que parecen disgustarle al Sr. Bugman los reclamos, y hemos vivenciado, además, la particular manera que tiene de responder a ellos.

De hecho una vez se me ocurrió ir a pedirle (de rodillas y mirando al piso, como lo impone el protocolo en el contrato que firmamos) si no cabría la posibilidad de cambiarme la dura banqueta de madera de mi cubículo por algo un poco mas mullido, ya que me resultaba bastante incómodo sentarme en ella durante horas para escribir.
Me dijo que si, que no habría ningún problema y que él personalmente se ocuparía del tema.

Desde ese día escribo en el suelo, sentado sobre un trapo doblado (y eso gracias a que estaba en un buen día y lo pude negociar, ya que la primera respuesta que me dio fue que eligiera a alguno de mis compañeros y me sentara en sus rodillas).

Pero no me quiero dispersar.
Dejando esto de lado y volviendo al tema, como iba diciendo, mas allá de la alegría y el regocijo que sentimos por volver, no podemos evitar notar que aún se palpa en el ambiente una sensación de intranquilidad.
Porque, realmente, ¿Quién sabe si lo que nos pasó fue un acontecimiento fortuito o algo que pueda volver a suceder? ¿Eh? ¿Quién sabe? … ¿Eh? ¿¡Quien!? ... No, en serio, lo estoy preguntando ¿Alguno sabe? … Si lo sabe levante la mano … ¿No? … ¿Nadie? … Aaaaaahhhhh ¿Vieron? Nadie sabe … Eeeehhhhjejejeje … ¡Que julepe eh! Vivir así sabiendo que no se sabe … No es fácil … Hay que estar acá …

Es en parte por eso, y en parte por razones que escapan a cualquier tipo de lógica y que no puedo o me atrevo a mencionar (fundamentalmente porque me acabo de tomar un “café”, estoy algo mareado y no tengo del todo claro de qué demonios estoy hablando) que ha surgido en el grupo, espontáneamente, como una necesidad de reforzar lazos y replantearse cosas. O de reforzar cosas y replantearse lazos. O de enlazarnos con cosas reforzadas y replantearnos que cuernos quiere decir esto.

No sé. Quizás nos haga bien hablar de lo que sucedió, aclarar las dudas y poner fin a la incertidumbre.

Tal vez sea lo que estamos necesitando para recuperar la confianza en nosotros y en el proyecto.
Porque más allá de toda duda, hay algo que sí nos ha quedado muy claro: no queremos ser tomados nuevamente con la guardia baja. No queremos que nos tomen por sorpresa otra vez. No queremos que nos vuelvan a arrebatar lo que es nuestro. No queremos seguir tomado colorante ¡¡Por favor!! ¡¡Queremos café de verdad!! … Ejem ... Perdón ... Bueno, eso lo podemos ver en otro momento.

Por todo esto fue que surgió la idea de hacer terapia de grupo.

No es por capricho. Fue algo pensado. Algo que sentimos necesario.

Debo confesar que a mi, en lo personal, al principio mucho no me entusiasmó la ocurrencia.
En primer lugar porque no estoy loco y a terapia, como todos saben, van los locos; y segundo porque, por lo que sé, ahí hay que hablar de uno, y yo soy una persona muy reservada (Además, no se, pero capaz que hay que poner plata para pagarle a alguien y eso).
Sin embargo, después lo pensé mejor.
Esto sería algo bueno para el grupo. Algo que a la larga nos va a beneficiar a todos.
Además, cualquier cosa es mejor que trabajar, y aparentemente la idea es que lo pague el Sr. Bugman.

“A mi me parece perfecto. Creo que lo mejor sería comenzar por hacer una buena fogata” dijo con entusiasmo el Sr. Viejex mientras hacía un gran bollo de papel y miraba casi con lascivia el perchero de madera cercano a la puerta.
“Mmmmhhh, interesante propuesta ¿Usted dice para sentarnos luego alrededor a manera de ritual primitivo tal y como solían hacerlo las tribus antiguas?" acotó el Sr. Pablo llevando una mano hacia su mentón y entrecerrando los ojos (porque él es filósofo y los filósofos siempre hablan así).
“¿Eh? ¿Hacer que?” respondió el Sr. Viejex mirándolo intrigado.
“Lo de la terapia, claro” replicó Pablo.
“¿Qué terapia?” interrogó Viejex mientras se colocaba el perchero al hombro y se dirigía al patio.
“Bueno, entonces ¿Lo hacemos?” pregunté algo compungido ya que en el perchero estaba colgada mi campera y tuve la sensación de que nunca mas la vería.

“Yo no” dijo el Sr. Mariano “Yo no voy a participar. Esto no es para mi. Yo no me siento cómodo con estas cosas. Me voy”.
Se dirigió hasta la puerta, la abrió, la volvió a cerrar, y se quedó contra la pared cruzado de brazos.
“Peroooo … ¿Se va o se queda?” interrogó el Sr. F.
“Me voy. Ya dije que me voy” repitió Mariano sin moverse del lugar.
Nos miramos algo confundidos.
“Pero con esto de la terapia ¿Va a participar o no?" le pregunté.
“No. Ya dije que no. La verdad es que no se si encajo en el grupo. Siento que voy a tirar abajo la terapia. Por eso va a ser mejor si yo no participo. Por eso me voy” respondió mientras volvía a sentarse en su lugar.

“Bueno, prosigamos” dijo el Sr. F mientras miraba a Mariano de reojo “Yo opino que estaría bueno aportarle un aspecto audiovisual a las sesiones de terapia. Yo puedo traer unos videos que…”
“¡¡¡NOOOO!!!” exclamamos presas del espanto “¡Por favor! ¡Deje, deje! ... No hace falta. En serio. No se moleste”.

“Yo no tengo ninguna objeción acerca del tema este que hagamos terapia” dijo el Sr. Bigud todavía temblando ante la sola mención de los videos del Sr. F “Pero ¿Quién se lo va a comunicar al Sr. Bugman? Y, lo mas importante ¿Él también va a participar?”.

Nos miramos con cierto desconcierto, valga la redundancia (si es que esto realmente fuera una redundancia, cosa que dudo seriamente), y de inmediato comenzamos a deliberar, evaluando con sumo cuidado las cualidades propias de cada uno de los que allí nos encontrábamos, intentando dilucidar así quien sería el mejor candidato para realizar la arriesgada tarea de presentarle la propuesta al pela…ejem … al Amado Líder, sabiendo lo poco que le agradan ese tipo de cosas.

Finalmente, nos inclinamos por el Sr. Pablo.

Y cuando digo que nos inclinamos lo digo de forma literal. Realmente nos doblamos de la risa cuando perdió al “Piedra, papel o tijera”, y recayó en sus manos la responsabilidad de ir a hablar con Bugman.

Desafortunadamente, parece que las cosas no llegaron a buen puerto.

Según lo que nos dijo un ofuscado Sr. Pablo luego del encuentro, el Sr. Bugman, o no es tan listo como parece, o es mucho mas listo de lo que parece.
En cualquier caso, aparentemente, demostró ser un verdadero maestro en el antiguo arte conocido como “hacerse el sota” y fue prácticamente imposible conseguir que diera una respuesta en concreto, por lo cual el tema de poder seguir avanzando con esto de hacer terapia, quedó finalmente en veremos, al igual que su participación en la misma.
O sea, una vez más, esta cuestión, al igual que muchos otros temas (como ser los horarios de trabajo, las fechas de entrega, los permisos para ir al baño y la distribución de las raciones de agua y comida), dependerá de lo que en algún momento decida ese calvo esclav … ejem … el Amado Líder.

Así que … así estamos. Viendo que hacemos. Esperando respuestas.

Mientras tanto, como si las cosas no fueran ya lo suficientemente complicadas, encima ahora también tenemos que ver como resolvemos el temita del Sr. Briks.

Sucede que, en algún momento durante la conversación entre el Sr. Pablo y el Sr. Bugman, parece que, accidentalmente, se mencionó la palabra “orgía”, justo cuando el Sr. Briks estaba lo suficientemente cerca como para oírlo.
Fue un descuido imperdonable.
Desde ese momento, se encuentra en un estado de euforia incontrolable, difícil de describir.
Está como loco. Hace días que no duerme, nos dice que nos quiere a cada rato y no para de sonreír.
Se lo nota feliz. Muy feliz. Quizás demasiado.
Casi da ternura. Tiene en su mirada la luminosidad del niño humilde que recibe una bicicleta para Navidad, pero multiplicada por mil.
La verdad es que se lo ve tan feliz que casi nos da pena tener que decirle que todo fue simplemente un malentendido.
Además, sinceramente tememos por su salud. No sabemos como puede llegar a reaccionar ahora ante semejante noticia.
No obstante, se hace necesario que le digamos la verdad, urgente.
Principalmente por su bien claro, pero también porque ya empieza a ser medio perturbador esto de que venga a trabajar vistiendo únicamente su máscara de Batman y una zunga de leopardo.
En fin …

Veremos si en estos días encontramos la forma de organizarnos y convencer al pela … digo … al Amado Líder de que nos financie las sesiones.

Nos va a hacer bien a todos.

Ahora me tomo cinco minutos y me voy a hacer una taza de agua caliente. Me dicen que se terminó el colorante.